Treinta y uno

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Advertencia: A continuación se representa de forma explicita actos sexuales, recuerden que la historia se clasifica con contenido para mayores de 18 años, se recomienda discresión.

Treinta y uno

Las manos de Vegas presionaron un poco más el cuello de Pete cortando su respiración, la mirada vidriosa de su esposo lo hizo sentir esa deliciosa satisfacción, después de esa semana en que su cama estuvo vacía y no puedo abrazar y presiona entre las mantas el cuerpo suave y cálido de su esposo su deseo está urgiendo por salir y su instinto solo quiere arrancarle la ropa a Pete, separar esos montes carnosos que son sus nalgas y enterrarse en esa deliciosa entrada que lo aprieta y retiene en lo más profundo de Pete, el deseo y la atracción que siente por su esposo es algo que jamás experimentó con otra persona, sin importar cuantos años han pasado juntos, el hambre que Vegas tiene de Pete es infinita.

Las uñas de Pete se clavaron en las manos de Vegas buscando liberarse cuando el aire dejó de entrar a sus pulmones, entonces el Alpha lo liberó de la presión asfixiante y en su lugar tiró de sus cabellos obligándolo a dejar descubierto su cuello suave y apetitoso, a Vegas le fascina el cuerpo de Pete, siempre fue así, pero, su cuello es un lugar que disfruta morder y chupar hasta dejar marcas que nadie pueda ignorar, también le gusta el pecho de Pete, descubrió que después de dar a luz a Macao esa zona adquirió una sensibilidad que estimula a Pete durante el sexo, cada vez que la punta de la lengua de Vegas se atreve a rodear la aureola de los pezones de su Omega un gemido escapa y su entrada se contrae atrapando el miembro duro que lo profana con rudeza.

―¿Me extrañaste?― preguntó el Alpha con los ojos hundidos en el deseo ―¿Te masturbaste pensando en mí? En cómo jugamos, en todas las veces que me entierro en ti, en como te muerdo hasta que tu piel sangra, dime ¿Te tocaste pensando en tu esposo?

―¿Importa?― respondió Pete después de toser violentamente ―Me fui solo una semana y no dudaste en encontrarte a solas con un señorito, me das asco.

Pete estaba furioso y Vegas lo sabía, su amado esposo hervía de celos y eso solo pudo estimularlo más. Es tan común que sea él quien vea enemigos en todas partes, sin embargo, cuando es Pete quien muestra sus celos como en esos momentos su corazón enloquece de felicidad y codicia, así sabe que Pete está hundido en ese amor de mierda tanto como él lo está, ambos se aman tanto que no pueden soportar la idea de la traición. Desde que se conocieron hasta ese punto de sus vidas están unidos por un lazo tan fuerte que después de muertos los seguirá acompañando hasta que ardan en el infierno o se reencuentren en la siguiente vida.

―Mi amor, mi amor ¿Crees que ese pollo desabrido puede competir contigo? Hasta su aroma es tan nauseabundo, pero tú... ¿Sabes lo mal que me hace tenerte tan cerca y no poder arrancarte la ropa?

Una sonrisa superior cruzó por el rostro de Pete antes de contestar: ―¿Quién te dijo que te dejaré tocarme? No lo mereces, eres un perro asqueroso.

Vegas presionó todavía más a Pete contra la pared logrando que escape un gemido de dolor, la fuerza física de un Alpha siempre será superior a la de un Omega y cuando Vegas quiere ser rudo no dudará en usarla hasta que Pete entienda que la bestia se liberó para devorarlo hasta la médula ―No necesito pedirte permiso Pete, soy tu maldito esposo, te voy a arrancar la puta ropa y te voy a coger aquí mismo hasta que se rompa la pared y después te pienso llevar al puto escritorio y también lo pienso romper y cuando terminemos te aseguro que no podrás caminar en varios días.

La amenaza de Vegas envió una punzada al vientre bajo de Pete, esas palabras son habituales entre ellos y la promesa de Vegas no es falsa, en el pasado Pete fue atado, azotado, amordazado, puesto en todas las posiciones que se pueda imaginar hasta que su esposo estuvo satisfecho o perdía el conocimiento por el agotamiento. Las amenazas de Vegas son tan horribles como deliciosas para una persona que fue moldeada a una experiencia de sexo tan jodidamente retorcida como lo fue Pete en los últimos dieciséis años.

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