WOUNDS

Cincuenta y nueve

Cincuenta y nueve

Nadie podría adivinar que el reencuentro entre Porsche y Korn sucedería a la misma hora en que dieciséis años atrás el Omega presentó su renuncia. No fue un hecho a propósito, simplemente fue algo que sucedió, en aquel entonces Porsche era solo uno de tantos guardaespaldas y por mucho cariño y agradecimiento que el líder de la familia sintiera por él no podría retenerlo. Los asuntos que llevaron a la renuncia de Porsche eran un hecho privado y Korn tuvo que morderse la lengua para no dar la orden de cerrar todas las salidas antes de que el Omega los dejase; pudo engañarlo y llevarlo a una casa de seguridad donde lo haría reencontrarse con Kinn después de que se cansara de jugar con otros, pero, jamás le haría algo como eso a la persona que le salvó la vida, quizás si hubiese sabido de su embarazo lo ayudaría a esconderse y obligaría a Kinn a recapacitar por sus actos para que arregle las cosas con la madre de su hijo y primer heredero de la familia.

Al final Porsche se marchó llevando consigo la estabilidad de Kinn y el futuro de la familia, si voltean al pasado, aunque los negocios continuaron, los dos herederos Theerapanyakul se separaron y su relación se fracturó, Khun incluso se fue de casa y apenas aparecía para momentos importantes. Kinn cayó en un espiral de autodestrucción, cuando aceptó que Porsche no volvería a su lado se volvió loco y movió todos sus recursos para dar con él convirtiéndose en una obsesión, o así lo catalogó Korn que al principio no comprendía por qué su hijo parecería morir si Porsche no volvía, fue hasta un año después de iniciada la búsqueda que Kinn le confesó en medio de una borrachera que Porsche era su vínculo y con su arrogancia gritaba que su lugar era a su lado y le exigía a la nada que lo dejase sentirlo otra vez porque su vínculo permanecía bloqueado y todo sobre Porsche y su existencia simplemente desapareció.

El reloj anunció la hora y la mirada de Korn se encontró con los ojos de aquella persona que se marchó de casa siendo solo un Omega joven con un carácter determinado y ahora está allí como un Omega adulto que ha criado a un hijo solo y que jamás miró hacia atrás. Para Korn, que dudó mucho sobre reencontrarse con Porsche, resultó casi increíble tenerlo frente a frente; la edad le sentó bien y, a pesar de la vida y los años, su belleza seguía intacta, con la madurez sus rasgos se acentuaron convirtiéndolo en uno de los Omegas más bellos que Korn vio en toda su vida, sin embargo, su mirada era distinta, tan firme y sin vacilaciones muy diferente a los ojos vivaces e imprudentes que solía llevar en su juventud. El peinado también es diferente y sus ropas dejan apreciar la elegancia de su naturaleza, sin embargo, algo no ha cambiado en él y es esa presencia que puede intimidar a cualquiera que decidiera darle una mala mirada.

―Su Señoría está aquí para verlo― anunció uno de los sirvientes y Korn sonrió como un padre que intenta ser prudente ante el regreso de un hijo amado con el que fue imprudente e injusto.

―Señor Theerapanyakul― saludó Porsche con calma ―Lamento llegar sin avisar, pero, debido a los últimos acontecimientos parece que en mi agenda no hay mucho tiempo libre.

―Porsche― Korn pronunció su nombre como si intentase comprobar que aquello es real ―¿Por qué me llamas Señor? ¿No soy tu padre?

―Para ser honesto, no estoy cómodo de esa forma.

―¿Por qué? Soy el papá de tu vínculo, el abuelo de tu hijo, eres mi hijo y yo soy tu padre.

Porsche sonrió con amabilidad, sin embargo, aclaró sus motivos de inmediato:

―Señor, lo respeto por el pasado que nos une y le agradezco que ese día permitiera que me marchase de este lugar, sin embargo, aunque Kinn me marcó las cosas que hizo en el pasado no las he olvidado y tampoco lo considero un esposo para mí, es cierto que mi hijo lleva la sangre de su familia, sin embargo, depende de él reconocerlo como su abuelo si es que quiere hacerlo. Soy la madre de su nieto, pero, a mis ojos si Kinn no es mi esposo, usted no es mi padre.