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El estudio de grabación era el segundo hogar de Victoria. Allí, entre cables, computadoras y micrófonos, todo parecía tener sentido. Esa tarde estaba más concentrada de lo normal, revisando las pistas de su próximo álbum, cuando Mauro, su productor y mejor amigo, irrumpió con su energía habitual.
—Tengo una sorpresa para ti, Vicky —dijo Mauro mientras cerraba la puerta. Victoria ni levantó la mirada. —¿Es un café? Porque lo necesito más que cualquier otra cosa. —No, algo mejor.
Victoria alzó la vista, y allí estaba ella: Feli. La hija de Mauro, a quien no veía desde hacía 6 años, aunque Mauro nunca dejaba de hablar de ella. La última vez que la vio, Feli tenía 10 años y siempre estaba pegada a una consola de videojuegos mientras Mauro trabajaba. Pero esta vez, la imagen era completamente distinta.
Feli había crecido. Ahora tenía 16 años, y aunque mantenía esa chispa en los ojos que Victoria recordaba, era evidente que ya no era una niña. Su cabello caía en ondas sobre sus hombros, y su sonrisa—ligera, casi juguetona—la descolocó por completo.
—Hola, Victoria —saludó Feli, extendiendo la mano con seguridad. Victoria, por primera vez en mucho tiempo, sintió un nerviosismo inusual. —Feli... —musitó, apretándole la mano. Su voz salió más suave de lo que esperaba—. Wow, has crecido mucho.
Feli rió con ligereza y se encogió de hombros. —Es lo que pasa con el tiempo. Papá me dijo que trabajabas con él. Me moría de ganas de conocer el estudio.
Victoria sonrió, aunque por dentro estaba intentando procesar lo que sentía.
—¿Feli, morirse de ganas por algo? —interrumpió Mauro, riendo—. No lo creo. Esta chica hace lo que quiere, cuando quiere.
Feli rodó los ojos. —No le hagas caso. Es exagerado.
Victoria los observó interactuar, sintiéndose extrañamente hipnotizada por la naturalidad de Feli. Había algo en ella, algo que no estaba preparado para enfrentar.
Desde aquel día, la presencia de Feli en el estudio se volvió constante. Mauro había decidido que Feli viviría con él después de años de verla solo en visitas esporádicas, y eso significaba que Victoria y ella pasaban cada vez más tiempo juntas.
La relación entre ambas se volvió cercana rápidamente. Feli mostraba un interés genuino por la música, y a Victoria le gustaba enseñarle lo que sabía. Pero con cada risa, cada momento compartido, la tensión crecía. Victoria no podía ignorar lo que sentía cuando Feli la miraba de esa forma, con una mezcla de curiosidad y algo más que no podía descifrar.