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Era un domingo de pura pasión futbolera. Boca tenía un partido crucial, y Feli no solo estaba emocionada por alentar a su equipo, sino porque Victoria, su novia, la acompañaría por primera vez a la cancha junto a su grupo de amigos inseparables, 1K. Lo que hacía la situación aún más interesante era que Victoria tenía una historia especial con el fútbol: había sido futbolista profesional en Puerto Rico, aunque Feli y el resto solían bromear con que "no era lo mismo que ver a Boca".
—¡Vamos, Vicky, ponete la camiseta! —dijo Feli, emocionada, mientras Victoria sacaba del armario una camiseta impecable de Boca Juniors que guardaba con cariño.
—Tranqui, mi amor. Vos gritá, que yo me encargo del análisis táctico —respondió Victoria, guiñándole un ojo.
Cuando llegaron al estadio, Bona, Nadia, Mauro y Mariana ya estaban en la tribuna, cantando y ondeando banderas. Todos conocían muy bien a Victoria, y no tardaron en empezar con las bromas.
—¡Ahí está la campeona! —gritó Mauro, haciendo referencia a la época de futbolista de Victoria—. Pero decime, ¿tu equipo allá metía goles como el de Boca o eran más tranquilos?
—Preguntale a tu arquera si se atrevería a pararme un penal —respondió Victoria, divertida pero con un aire de reto.
—¡Esa sí es actitud! —dijo Bona, dándole un aplauso lento, mientras todos reían.
El partido comenzó y, como siempre, Feli no paraba de gritar. Pero esta vez no era la única: Victoria también estaba metidísima en el juego.
—¡Esa línea defensiva está flojísima! Si no ajustan, nos clavan en el contraataque —dijo Victoria, tan seria que hasta Bona levantó una ceja.
—Che, ¿y vos no querías venir porque no te gustaba el fútbol? —preguntó Nadia con una sonrisa.
—No es que no me guste, es que ya estoy jubilada —respondió Victoria, riendo—. Pero lo disfruto más con ustedes.