Cosquillas: Parte 02

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Ambos chicos se quedaron congelados en el acto. Alastor sintió un frío recorrerle la columna mientras Vincent se tensaba como si hubiera recibido un baldazo de agua helada. Lentamente, alzaron la vista hacia la puerta del dormitorio, y allí, con los brazos cruzados y una mirada tan severa que podría haber fulminado a alguien al instante, estaba la madre de Alastor.

Los labios de Vincent, que un segundo antes habían estado plantando besos en el cuello de su novio, ahora se separaron en un gesto nervioso. Alastor, por otro lado, sintió cómo el rubor en su rostro se intensificaba hasta llegar al límite de lo soportable. Su madre estaba allí... viéndolos en una posición comprometida... ¡Dios, que la tierra lo tragara!

-S-Señora... yo... -intentó decir Vincent, pero la mirada de la mujer lo hizo callar de inmediato.

-Es tarde -dijo con una voz cortante-. Vincent, ya deberías estar en tu casa. ¿Acaso no tienes responsabilidades que atender?

El mensaje era claro como el agua: Vete ahora mismo. Y Vincent, aún con la osadía característica de su personalidad, no tenía intención alguna de desafiar a la madre de Alastor en ese momento. Liberó las muñecas de su novio y se levantó rápidamente de la cama, alzando las manos en un gesto de rendición.

-Sí, claro... eh... creo que ya es hora de irme -dijo con una sonrisa nerviosa, rascándose la nuca. Miró a Alastor, que seguía tumbado en la cama, con el rostro más rojo de lo que jamás lo había visto. De alguna manera, a pesar de la situación, la escena aún le parecía graciosa-. Nos vemos luego, Al... eh... buenas noches, señora.

Con una torpe reverencia y un paso apresurado hacia la puerta, Vincent se escabulló, prácticamente huyendo del cuarto. Alastor se quedó mirándolo, una mezcla de incredulidad y algo de traición en sus ojos. Claro, me dejas solo ante el peligro, pensó, pero antes de poder llamarlo traidor en voz alta, la puerta se cerró con un clic suave, y la atmósfera se volvió aún más opresiva.

Su madre no se movió de su posición en el umbral de la puerta. La habitación, que antes había estado llena de risas y suspiros, ahora parecía encoger bajo la intensidad de su mirada. Cuando finalmente rompió el silencio, su voz estaba cargada de una calma peligrosa.

-Alastor -dijo, pronunciando su nombre con una precisión cortante-, tenemos que hablar. Es tiempo de tener... la charla.

Alastor sintió que el color se le iba de la cara de inmediato. No... cualquier cosa menos eso. La perspectiva de pasar por "la charla" con su madre le parecía el peor de los castigos. Trató de componer una sonrisa nerviosa, sus ojos buscando alguna salida milagrosa que le permitiera escapar, pero no había ningún Vincent para ayudarlo esta vez.

-¿L-La charla...? -repitió débilmente, con la esperanza de que su madre se retractara.

-Sí, la charla, -respondió ella, sin dejar espacio a dudas-. Sobre lo que es apropiado y lo que no lo es. Sobre cómo comportarse y lo que significa tener a alguien... tan cerca.

Cada palabra hacía que Alastor se hundiera un poco más en la cama. Su madre cerró la puerta con calma y cruzó la habitación, sentándose en la silla junto al escritorio. Lo miró con el ceño fruncido y un destello de preocupación mezclado con algo más en sus ojos... algo parecido a la sospecha.

-¿Te crees muy grande, Alastor? -preguntó, sin perder ese tono controlado-. ¿Acaso piensas que puedes hacer lo que quieras bajo mi techo?

Alastor abrió la boca para responder, pero cualquier cosa que tuviera planeado decir murió en sus labios. Sus ojos se desviaron, incapaz de sostener la mirada intensa de su madre.

-No es... eso... yo... -balbuceó, sintiéndose cada vez más pequeño. Sabía que no había forma de salir de esta conversación sin salir avergonzado hasta el alma.

Su madre suspiró y agitó la cabeza lentamente, como si el peso de sus preocupaciones fuera demasiado para soportar. Por un segundo, Alastor pensó que iba a suavizarse, que iba a dejarlo ir, pero en lugar de eso, su voz se volvió más suave, aunque no menos firme.

-Escucha, Alastor -dijo-, sé que eres joven y piensas que sabes lo que haces... pero quiero que recuerdes que hay límites. Vincent es... -Hizo una pausa, eligiendo cuidadosamente sus palabras-. A pesar de que es tu novio, hay cosas que no deben cruzar ciertas líneas, ¿entiendes?

Alastor asintió rápidamente, aún mirando hacia otro lado. La verdad era que él y Vincent aún no tenían planeado llegar a ese nivel, pero no había manera de que pudiera explicárselo a su madre. La sola idea de intentarlo lo hacía querer desaparecer de inmediato.

-Sí, mamá... entiendo -murmuró.

-No estoy segura de que lo hagas -respondió ella, mirándolo con dureza-. Pero quiero que recuerdes esto: no importa lo que sientas o creas sentir... siempre debes ser responsable. No quiero verte metido en situaciones... de las que te puedas arrepentir más tarde.

Sus palabras colgaron en el aire como un peso que se negaba a caer. Alastor tragó con dificultad, asintiendo de nuevo, aunque no confiaba en que su voz no lo traicionara si intentaba hablar.

Finalmente, tras un largo momento de silencio, su madre suspiró y se levantó.

-Ya es tarde -dijo-. Vamos, a la cama.

Alastor solo pudo asentir con la cabeza, observando cómo su madre se dirigía a la puerta. Pero justo antes de salir, se detuvo y lo miró una última vez, con una mezcla de firmeza y algo que casi parecía... tristeza.

-Y, Alastor... recuerda que siempre puedes hablar conmigo, ¿sí? -dijo suavemente-. No tienes que ocultarme nada... aunque creas que yo no lo entendería.

Con eso, se fue, dejándolo solo en la habitación con sus pensamientos y la sensación incómoda de haberse librado de algo grande... pero no del todo.

Alastor suspiró y se dejó caer en la cama, cubriéndose la cara con ambas manos. Vincent se lo pagaría por esto.

๋࣭  ⭑[𝒞𝑜𝓊𝓅𝓁𝑒 - 𝓈𝒽𝑜𝓇𝓉]  ๋࣭ ⭑ Radiostatic/StaticradioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora