Desacuerdo: Parte 03

13 0 0
                                    

Apenas la puerta se cerró tras Vincent, el eco de su partida resonó en el pequeño apartamento. Alastor se quedó de pie junto a la ventana, con los puños apretados y los ojos ardiendo. El silencio que llenó la habitación fue opresivo, sofocante. El enojo seguía ardiendo en su pecho, pero ahora, con Vincent fuera, comenzaba a mezclarse con una profunda sensación de vacío.

Todo se había desmoronado en cuestión de minutos. Las palabras que había pronunciado aún resonaban en su cabeza, agudas, hirientes. ¿Cómo habían llegado a esto? Lo que comenzó como una simple frustración por el tiempo que Vincent pasaba fuera, terminó convirtiéndose en una pelea seria, una grieta más en una relación que ya se tambaleaba.

Con un suspiro pesado, Alastor se dejó caer en su cama, boca arriba, mirando el techo sin realmente verlo. Quería seguir enojado, seguir culpando a Vincent por todo, pero una pequeña parte de él sabía que las cosas eran más complicadas que eso. El agotamiento emocional lo fue venciendo, su cuerpo comenzó a temblar suavemente, una respuesta involuntaria a la tensión que había estado acumulando.

Pasaron unos minutos así, en ese limbo de frustración y dolor, cuando escuchó el sonido familiar de una llave girando en la cerradura. No necesitaba levantarse para saber quién era. Solo una persona más tenía acceso a su apartamento sin tocar la puerta: su madre.

El sonido de sus pasos suaves llenó la pequeña sala, y en cuanto cruzó el umbral, algo en el ambiente la hizo detenerse. El apartamento estaba en silencio, y su instinto maternal le decía que algo no estaba bien. Dejó sus cosas a un lado, con delicadeza, y caminó hacia el pasillo que llevaba a la habitación de su hijo.

-¿Alastor? -llamó suavemente, con esa voz calmada y cariñosa que siempre usaba cuando sabía que algo estaba mal.

No recibió respuesta.

Cuando llegó a la puerta entreabierta, lo vio: Alastor, tendido en la cama, inmóvil. El simple vistazo a su postura rígida, los ojos cerrados y las manos apretadas en puños sobre su abdomen, le dejó claro que algo había sucedido. El aire en la habitación estaba cargado de una tensión palpable.

-¿Alastor? -repitió, esta vez más cerca, mientras se acercaba lentamente a la cama.

Alastor no abrió los ojos. Su mandíbula estaba tensada, luchando internamente contra algo que ni siquiera él podía nombrar en ese momento. Sabía que su madre estaba ahí, sabía que ella lo conocía lo suficiente como para notar lo que estaba pasando, pero no quería hablar. No quería parecer débil, o peor, ridículo.

Su madre se sentó en el borde de la cama, sin presionarlo. Simplemente extendió una mano y comenzó a acariciar suavemente su cabello, algo que había hecho desde que era un niño. Era un gesto sencillo, pero que siempre lo calmaba, lo hacía sentir que el peso que llevaba podía aliviarse, aunque fuera por un instante.

-Cariño, ¿qué ha pasado? -le preguntó en voz baja.

Alastor mantuvo los ojos cerrados, temblando ligeramente bajo el toque de su madre. No quería hablar. No quería decirlo en voz alta, porque si lo hacía, significaría aceptar lo que había pasado. Y aceptar que había peleado de esa manera con Vincent... lo hacía sentirse aún peor. Pero, a pesar de sus intentos de mantener el control, algo en su interior cedió.

Una lágrima silenciosa se deslizó por la esquina de su ojo, y luego otra, hasta que finalmente no pudo contenerse más. Un sollozo escapó de sus labios, y de repente, toda la frustración y el dolor que había estado reprimiendo explotó en un llanto incontrolable. Se sintió ridículo, infantil incluso, llorando frente a su madre como si todavía fuera un niño pequeño. Pero, en ese momento, no le importaba.

Su madre no dijo nada. Simplemente lo dejó llorar, sus dedos recorriendo su cabello con una paciencia infinita. Sabía que Alastor odiaba mostrarse vulnerable, pero también sabía que, a veces, lo único que uno necesitaba era desahogarse. Y Alastor lo necesitaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, Alastor logró calmarse lo suficiente como para hablar, aunque su voz aún temblaba por las emociones.

-Es Vincent -murmuró, su garganta aún apretada-. Hemos peleado... otra vez. Estoy tan... tan harto, mamá. Siempre es lo mismo. Nunca tiene tiempo para mí, siempre es el entrenamiento, siempre hay algo más importante... -Las palabras salían de su boca atropelladas, como si hubieran estado esperando mucho tiempo para ser liberadas-. ¿Por qué nunca soy suficiente?

La desesperación en su voz hizo que su madre sintiera un nudo en el estómago. Sabía que su hijo estaba herido, y que, en ese momento, era más fácil culpar completamente a Vincent. Pero también sabía que las cosas rara vez eran tan simples.

-Lo siento tanto, cariño -dijo suavemente, sin detener las caricias en su cabello-. Sé lo mucho que te importa Vincent, y lo frustrante que debe ser sentirte así. Pero, ¿de verdad crees que todo es culpa de él?

Alastor se quedó en silencio ante la pregunta, su cuerpo aún temblaba ligeramente. En ese momento, no quería analizar la situación con lógica. Quería seguir enojado, quería seguir culpando a Vincent. Pero la voz calmada de su madre tenía una forma de llegar a las partes de él que no podía ignorar.

-Él... él es el que nunca está -dijo finalmente, aunque su voz ya no sonaba tan segura-. Yo solo... quiero que sea como antes. Quiero que me elija a mí.

Su madre suspiró y, con delicadeza, se inclinó hacia él, dejando un suave beso en su frente. Sabía que el camino que su hijo estaba recorriendo era difícil, pero también sabía que a veces las lecciones más importantes eran las más dolorosas.

-Alastor, ¿te acuerdas de cuando eras pequeño, y tuviste tu primer novio? -preguntó con una sonrisa melancólica en los labios-. Estabas tan emocionado, pero también te ponías muy celoso si él quería ir a jugar con otros niños. Siempre te enfadabas cuando no pasaba todo su tiempo contigo.

Alastor abrió los ojos, sorprendido por el recuerdo. Se sentía tan lejano y, francamente, vergonzoso. Se retorció ligeramente en la cama, un rubor de incomodidad cruzando su rostro.

-Eso era diferente -murmuró, sintiéndose repentinamente ridículo-. Era un niño... No es lo mismo ahora.

Su madre soltó una suave risa y asintió, comprendiendo su incomodidad.

-Lo sé, cariño. No estoy diciendo que sea lo mismo. Pero a veces, cuando nos sentimos inseguros, volvemos a esos viejos hábitos. Esperamos que las personas que queremos nos elijan por encima de todo, porque eso nos hace sentir seguros. Y cuando no lo hacen, duele. Pero eso no significa que no te quieran, o que no seas importante para ellos.

Alastor se quedó en silencio, procesando las palabras de su madre. No quería admitirlo, pero sabía que había algo de verdad en lo que ella decía. Parte de su frustración con Vincent venía de esa inseguridad, de esa necesidad de sentirse lo suficientemente importante.

-Lo que pasó hoy fue difícil, lo sé -continuó su madre-. Pero quiero que pienses en cómo se siente Vincent también. No siempre es fácil dividir el tiempo entre las cosas que amas. Tal vez necesiten hablar de esto, de verdad, sin los gritos y sin culpas.

Alastor asintió débilmente, aún sintiéndose herido, pero también sabiendo que su madre tenía razón. Las cosas no iban a resolverse si seguía acumulando resentimiento. Tendría que encontrar una forma de hablar con Vincent, de hacerle saber cómo se sentía sin dejar que el enojo tomara el control.

-Gracias, mamá -susurró finalmente, su voz suave pero cargada de gratitud.

Su madre le dio un último beso en la frente antes de levantarse.

-Para eso estoy, cariño. Siempre que me necesites, estaré aquí.

Mientras ella salía de la habitación, Alastor se quedó mirando al techo, su mente aún enredada en sus pensamientos. Sabía que aún quedaba mucho por resolver, pero, al menos por ahora, se sentía un poco menos solo.

๋࣭  ⭑[𝒞𝑜𝓊𝓅𝓁𝑒 - 𝓈𝒽𝑜𝓇𝓉]  ๋࣭ ⭑ Radiostatic/StaticradioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora