Besos: Parte 01

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El atardecer pintaba el cielo de tonos dorados y naranjas, acompañando con calidez a la joven pareja que caminaba lentamente por las calles tranquilas de la ciudad. Alastor y Vicent caminaban lado a lado, sin tocarse, pero compartiendo un pequeño espacio de proximidad que hacía latir sus corazones a destiempo. Las sombras de los árboles se alargaban en el pavimento, y cada paso resonaba con una tímida anticipación.

Era su tercera cita, y por primera vez se dirigían hacia la casa de Alastor después de un día paseando por el parque y conversando con una nerviosa torpeza que dejaba al descubierto lo inexplorado de su relación. Ambos lanzaban miradas furtivas, riendo de vez en cuando ante algún comentario tonto que ninguno de los dos sabía cómo mantener, pero el silencio que los envolvía no era incómodo, sino cargado de expectativas.

Cuando llegaron frente a la puerta de la casa de Alastor, ambos se detuvieron. Vicent, con su cabellera oscura algo desordenada por el viento, bajó la mirada, y luego la alzó con una sonrisa tímida pero decidida. Alastor, con su acostumbrada postura elegante, no pudo evitar tambalearse un poco, sus ojos rojizos mirando a todos lados, menos al rostro del chico que estaba frente a él.

-Bueno... parece que... hemos llegado -murmuró Vicent, pasándose una mano por la nuca, inseguro de qué hacer con sus propias palabras. Alastor asintió, reprimiendo un pequeño movimiento de sus labios, como si hubiera querido decir algo, pero se arrepintió en el último segundo.

-Sí... es aquí -respondió casi en un susurro, sus manos retorciéndose ligeramente detrás de su espalda. Se miraron entonces, atrapados en una especie de juego de quién desviaría la mirada primero. Y luego, en un destello de valentía, Vicent dio un paso adelante.

-Me... me la pasé bien hoy -dijo, su voz algo más suave de lo usual. Los ojos de Alastor se abrieron un poco más, sintiendo un revoloteo en el estómago. Sus labios temblaron con la intención de sonreír, pero lo único que logró fue asentir torpemente, demasiado abrumado para articular una respuesta coherente.

-Sí, yo... yo también -musitó, las palabras saliendo entrecortadas por la sensación de vértigo que le daba tener a Vicent tan cerca.

Entonces, la atmósfera cambió. Se volvió más densa, cargada de un nerviosismo palpable cuando Vicent levantó la mano lentamente, vacilando antes de acercarse un poco más. Alastor sintió que el mundo entero se detenía, como si el tiempo se hubiese congelado justo en el instante en que los ojos de Vicent, tan llenos de ternura, se clavaron en los suyos. Una corriente eléctrica pareció recorrerlo entero cuando el chico frente a él inclinó levemente la cabeza, sus intenciones claras.

¿Iba a... besarlo?

Alastor se quedó petrificado, con las mejillas ardiendo y los nervios revolviéndose como nunca antes. Vio cómo el rostro de Vicent se acercaba, cada centímetro haciendo que su corazón latiera con más fuerza, casi al borde de explotar. Y cuando por fin sintió el roce delicado de los labios de Vicent sobre los suyos, fue como si el suelo se abriera y cayera en un abismo de emociones.

El beso fue torpe, más un choque de labios que un verdadero contacto, pero había algo tan dulce e inocente en la manera en que ambos se buscaban a tientas que lo hacía especial. Alastor cerró los ojos con fuerza, queriendo corresponder pero sintiéndose completamente perdido. Los labios de Vicent eran suaves, y el leve calor que emanaban hizo que sus piernas temblaran. Alastor apenas pudo reaccionar, tratando de devolver el beso con una presión ligera pero completamente inexperta.

Y entonces, casi como si el fuego que sentía fuera demasiado para soportarlo, se separó con un respingo y, sin dar tiempo a más, dio un par de pasos hacia atrás, tropezando con la puerta. Su rostro, completamente encendido, era un poema de confusión y vergüenza.

-¡B-Buenas noches, Vicent! -exclamó con voz demasiado alta, casi un grito nervioso, antes de girarse y abrir la puerta de golpe. Se apresuró a entrar, cerrando tras de sí con un estruendo que resonó en la quietud de la noche. Apenas estuvo dentro, apoyó la espalda contra la madera, respirando agitadamente, con la mano en el pecho.

Afuera, Vicent se quedó mirando la puerta cerrada con una mezcla de sorpresa y diversión. Lentamente, una sonrisa amplia se extendió por su rostro mientras se llevaba los dedos a los labios, aún sintiendo el cosquilleo de aquel primer, torpe y dulce beso. Se echó a reír suavemente, sacudiendo la cabeza.

-Alastor... -susurró, más para sí mismo que para el chico que ahora se encontraba seguramente escondido tras la puerta, con el rostro rojo como un tomate. Era obvio para él que ese había sido uno de los primeros besos de Alastor... si no el primero. Tan torpe, tan nervioso... y tan adorablemente sincero.

Vicent bajó las escaleras de la entrada despacio, su corazón palpitando con una mezcla de emociones cálidas que no podía controlar. No pudo evitar mirar una última vez hacia la casa, con una sonrisa que no se desvanecía.

-Definitivamente... eres un novato en esto -dijo con cariño, susurrando como si Alastor pudiera oírlo. Pero había algo en ese pensamiento que le enterneció. No le importaba en lo absoluto; es más, le hacía apreciar aún más a ese chico nervioso y reservado que tanto se esforzaba en ser tan seguro de sí mismo.

Con las manos en los bolsillos, Vicent se giró finalmente, dirigiéndose a su propio hogar con un paso ligero y la cabeza llena de pensamientos dulces. Esta era solo la primera despedida... y ya ansiaba la siguiente oportunidad de ver a Alastor. Después de todo, le quedaba mucho por enseñarle sobre besos. Pero, claro, todo a su tiempo.

๋࣭  ⭑[𝒞𝑜𝓊𝓅𝓁𝑒 - 𝓈𝒽𝑜𝓇𝓉]  ๋࣭ ⭑ Radiostatic/StaticradioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora