En clases: Parte 03

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El aula vacía parecía aún más intimidante con la presencia de la profesora Merriweather. Los pocos rayos de sol que se filtraban por las ventanas no aliviaban la sensación de tensión que pesaba en el aire. Alastor estaba sentado, inmóvil, mientras la profesora lo miraba fijamente desde su escritorio, con los brazos cruzados y la expresión severa de siempre, esa que podía hacer temblar a cualquiera.

-Alastor -dijo finalmente, su tono gélido pero controlado-, ¿me vas a entregar esas notas o prefieres que hablemos de esto con la dirección?

El estómago de Alastor dio un vuelco. La idea de llevar esto a la dirección era aterradora. Sabía muy bien que no solo significaba problemas académicos, sino también la posibilidad de que llamaran a sus padres. ¡Y si llegaban a enterarse de lo que realmente había escrito en esos papelitos...!

-P-por favor, profesora... no es necesario... -murmuró en un hilo de voz, manteniendo el papelito apretado en sus manos sudorosas.

La profesora suspiró, bajando la guardia solo un poco. Se inclinó hacia adelante, apoyándose en su escritorio con ambas manos.

-Alastor, escúchame bien. No me gusta repetir las cosas. Solo quiero ver qué es lo que estabas haciendo. No voy a contárselo a nadie, ni siquiera a Vicent, si es lo que te preocupa -añadió, sus ojos fijos en él con una mirada analítica.

Pero eso no ayudó en nada a calmarlo. Alastor solo apretó más el papel, el temor y la vergüenza en sus ojos claramente visibles. La profesora Merriweather lo miró durante unos segundos más y luego, inesperadamente, cambió de táctica. Enderezándose, respiró hondo y cruzó los brazos de nuevo, mirándolo con algo que casi parecía... ¿curiosidad?

-Alastor, dime la verdad -dijo, su tono más suave pero aún firme-. ¿Tú y Vicent son novios?

Alastor sintió como si el mundo entero se hubiera detenido de golpe. ¿Qué? ¿Cómo podía preguntar algo así de repente? El shock lo golpeó como un balde de agua fría, su cara se encendió de rojo brillante, y en su mente se hizo un completo caos. Abrió la boca para responder, pero solo emitió un balbuceo incomprensible.

-¡¿Q-qué?! ¡No! ¡Claro que no! ¡Eso no es cierto! ¡Nosotros... yo... él... no, no, no, no, no! -Las palabras salieron atropelladas, su voz subiendo de tono con cada negación hasta que se quedó sin aire.

La profesora arqueó una ceja, observándolo con una mezcla de incredulidad y algo que parecía casi diversión. Pero a Alastor no le pareció gracioso en absoluto. Su reacción exagerada, los nervios que lo consumían, todo gritaba lo obvio. No necesitaba decir nada más; su actitud lo delataba por completo.

-Ajá... -murmuró ella, inclinando la cabeza ligeramente mientras lo evaluaba-. Entonces... solo son amigos, ¿no? Amigos que intercambian notas todo el tiempo, con dibujitos y corazones y... -la profesora hizo un gesto vago hacia la nota aún apretada en su mano-. ¿Es así?

-¡Sí, sí, amigos! Solo eso... -respondió rápidamente, su voz aún temblorosa. Sentía que el calor en sus mejillas no bajaba, y deseó con todas sus fuerzas que no se viera tan obvio como se sentía.

La profesora suspiró de nuevo, negando con la cabeza, pero esta vez no parecía molesta, solo... resignada.

-Mira, Alastor -dijo en un tono mucho más bajo, casi como si estuvieran teniendo una conversación privada en lugar de una reprimenda-. Sé que a tu edad las cosas pueden parecer mucho más grandes y complicadas de lo que realmente son. No estoy aquí para juzgarte, ni para causarte problemas. Pero debes saber cuándo y dónde... -de repente, su expresión se endureció un poco de nuevo-. Y definitivamente en medio de mi clase no es el momento ni el lugar para andar pasando notas de amor.

Alastor bajó la cabeza, sintiendo que la vergüenza lo consumía por completo. El papelito seguía en su mano, apretado como si fuera lo último que lo protegiera del ridículo completo. No sabía qué hacer ni qué decir para salir de esa situación.

-¿Entonces... qué va a pasar? -preguntó finalmente, casi en un susurro.

Antes de que la profesora pudiera responder, la puerta del aula se abrió de golpe con un estruendo. Alastor y la profesora se giraron al unísono, sus ojos abiertos de par en par. Y ahí, de pie en la entrada, con el pecho subiendo y bajando de forma agitada, estaba Vicent, su cabello un poco desordenado y sus ojos oscuros ardiendo con determinación.

-¡No puedes castigarlo! ¡Esto no es justo! -exclamó, avanzando rápidamente hacia la profesora antes de detenerse justo frente al escritorio, bloqueando a Alastor con su cuerpo como si quisiera protegerlo de algún monstruo.

La profesora parpadeó, completamente sorprendida por la repentina intrusión. Alastor, por su parte, sintió que su boca se abría y cerraba como un pez fuera del agua. ¿Qué...? ¿Qué estaba haciendo Vicent?

-¿Vicent? ¿Qué rayos...? -empezó a decir la profesora, pero él levantó la mano, sin dejarla terminar.

-No es culpa de Alastor -soltó, con la respiración aún entrecortada por la carrera hasta el aula-. Fui yo quien comenzó todo. Si alguien debe ser castigado, que sea yo. ¡Pero a él no le hagas nada!

Alastor quería morirse. Ahí estaba Vicent, como un caballero en brillante armadura, intentando "rescatarlo" en medio de un aula vacía y con la profesora Merriweather mirándolo como si acabara de ver algo increíblemente tonto.

-Vicent, siéntate -ordenó la profesora, su tono lleno de cansancio.

-No hasta que prometas no hacerle nada a Alastor -insistió él, con una mirada desafiante.

-Vicent... -comenzó Alastor, pero su novio ni siquiera lo miró, sus ojos fijos en la profesora como si estuviera dispuesto a ir a la guerra por él.

Hubo un largo silencio. Finalmente, la profesora Merriweather se dejó caer en su silla con un suspiro exasperado.

-Vicent, escucha -dijo con una voz que indicaba que realmente estaba al borde de perder la paciencia-. No tengo intención de castigar a Alastor... ni a ti. Pero esto -hizo un gesto hacia el papel en la mano de Alastor- tiene que detenerse durante mis clases. ¿De acuerdo?

Vicent parpadeó, su furia desinflándose lentamente al procesar las palabras. Parpadeó una vez más y luego miró a Alastor, que solo asintió rápidamente, con los ojos muy abiertos.

-¿Eso es todo? -preguntó Vicent con desconfianza.

-Eso es todo -confirmó la profesora, mirándolos con una mezcla de agotamiento y diversión-. Pero por favor, si tienen algo que decirse, díganselo después de clase. Ahora... ¿puedes salir?

Vicent pareció dudar, pero finalmente asintió. Antes de irse, miró a Alastor con una pequeña sonrisa de disculpa, susurrando:

-Te dije que te rescataría, ¿no?

Alastor solo se cubrió el rostro con las manos, sintiendo que la vergüenza lo consumía vivo.

-No te preocupes -añadió la profesora suavemente cuando Vicent se fue-. No le diré a nadie... lo que sea que haya entre ustedes.

Alastor la miró con incredulidad, pero la profesora solo sonrió levemente antes de hacer un gesto hacia la puerta.

-Ve con él, antes de que se meta en más problemas.

Y con un suspiro de alivio y un último agradecimiento, Alastor salió rápidamente, su corazón aún latiendo con fuerza. Pero había una pequeña sonrisa en su rostro. Vicent era un tonto... pero era su tonto. Y eso hacía que todo valiera la pena.

๋࣭  ⭑[𝒞𝑜𝓊𝓅𝓁𝑒 - 𝓈𝒽𝑜𝓇𝓉]  ๋࣭ ⭑ Radiostatic/StaticradioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora