Fiebre: Parte 03

23 0 0
                                    

Vicent había salido de la habitación de Alastor con la intención de darle algo de espacio para descansar y dejar que la fiebre disminuyera un poco más. Caminaba hacia la salida, satisfecho de haber logrado que su novio sonriera, cuando una voz calmada, pero con un matiz que le hizo detenerse en seco, resonó detrás de él.

-Joven, ¿te importaría quedarte un momento? Me gustaría hablar contigo antes de que te vayas.

El tono de la señora no era exactamente amenazante, pero tampoco podía ser ignorado. Vicent giró lentamente, encontrándose con la mirada fija de su suegra. Ella mantenía una expresión serena, pero había algo en sus ojos que sugería que esto no era una simple charla casual. Sin embargo, la sonrisa amable que esbozaba dejaba en claro que no tenía intención de ser agresiva... al menos, no abiertamente.

-Por supuesto, señora -respondió Vicent, con una sonrisa cortés mientras se rascaba la nuca-. No tengo prisa.

-Bien. Espérame aquí un momento, ¿sí? Voy a ver a Alastor.

Antes de que él pudiera responder, ella ya se dirigía hacia las escaleras, subiendo con un paso decidido. Vicent tragó saliva y se apoyó contra la pared, cruzando los brazos. Había algo en la presencia de esa mujer que, incluso con toda su experiencia, lo ponía un poco nervioso. Cálmate, solo es su madre, y la acabas de conocer, pensó, tratando de no dejarse intimidar. Pero, por dentro, no podía evitar preocuparse por lo que sucedería cuando hablara con Alastor.

Arriba, Alastor escuchó el sonido inconfundible de los pasos de su madre acercándose y su corazón empezó a latir más rápido. Se removió incómodo bajo las sábanas, con la mente trabajando a toda velocidad para encontrar una excusa, una explicación... cualquier cosa que pudiera suavizar la situación.

-¿Mamá? -llamó en voz baja cuando ella entró en la habitación.

La madre de Alastor cerró la puerta con suavidad y luego se giró hacia él, sus ojos mirándolo con un brillo indescifrable.

-Alastor -comenzó ella, sentándose al borde de la cama-, cariño, ¿puedes explicarme por qué tu... amigo -enfatizó la palabra con un matiz que le dejó claro a Alastor que no estaba para juegos- no me había sido presentado formalmente hasta hoy?

Alastor sintió un nudo formarse en su estómago. Se mordió el labio, mirando a otro lado. ¿Cómo explicar todo esto sin hacerla enojar? Nunca había tenido una conversación seria con ella sobre su relación con Vicent, en parte porque sabía lo protectora que podía ser y, en parte, porque no había querido preocuparla.

-Es solo que... no quería que te preocuparas... -murmuró, jugando nerviosamente con la manta-. Y bueno, las cosas se dieron de esta manera, y... es un buen chico, de verdad. No quise esconderlo... al menos, no por mucho tiempo.

Ella lo observó en silencio, dejando que las palabras resonaran en la habitación. Alastor notó cómo sus dedos tamborileaban suavemente en su rodilla, un gesto que solía hacer cuando estaba reflexionando.

-Entiendo -dijo al fin, con una voz calmada pero firme-. Entiendo que no quisieras decírmelo de inmediato. Pero lo que me preocupa es por qué pensaste que no podías hablarme de esto. Alastor, yo... -suspiró, su expresión suavizándose un poco-. Lo único que quiero es que estés bien, y que la persona que está contigo te trate con el respeto y el cariño que mereces.

-Vicent lo hace -respondió Alastor de inmediato, casi sin pensar. Los ojos de su madre se entrecerraron un poco, como si evaluara la sinceridad en sus palabras.

-Entonces, baja conmigo. Quiero hablar con ambos.

Alastor parpadeó, sorprendido por el tono tranquilo de su madre. ¿Bajar? ¿Hablar con ambos? Tragó con fuerza, pero asintió, sabiendo que no tenía otra opción.

-Sí... sí, claro -aceptó, levantándose con cuidado.

Cuando llegaron al pie de las escaleras, Vicent se enderezó y se giró hacia ellos. La sonrisa despreocupada que solía llevar había desaparecido, reemplazada por una expresión de expectación. La señora se detuvo frente a él, mirándolo de arriba abajo antes de asentir lentamente.

-Parece que Alastor y yo tenemos mucho de qué hablar -dijo finalmente-, pero primero, joven, quiero escucharte a ti. ¿Quién eres y qué intenciones tienes con mi hijo?

Vicent parpadeó, sorprendido por la formalidad. Era un chico seguro de sí mismo, pero de pronto sintió que se encontraba bajo la lupa. Aun así, inhaló profundamente y dio un paso al frente, estirando la mano hacia ella.

-Mi nombre es Vicent Moreau, señora. Soy... bueno, soy el novio de Alastor -dijo, eligiendo cuidadosamente sus palabras-. Y mis intenciones son... cuidarlo, respetarlo y... hacerlo feliz.

Los ojos de la madre de Alastor se entrecerraron un poco más al escuchar el nombre. Se volvió lentamente hacia su hijo, con una ceja levantada.

-¿Moreau? ¿Así que este es el chico que te hizo llorar aquella vez?

-¡Mamá! -gimió Alastor, llevando las manos a su rostro con un rubor que subió rápidamente hasta sus orejas-. ¡Por favor, no hables de eso!

Vicent, por su parte, parpadeó, claramente confundido y sorprendido.

-¿Qué? Yo... no recuerdo haber... -empezó a decir, pero la mirada mortificada de Alastor lo detuvo. Hizo una nota mental de preguntarle después sobre ese asunto, pero por ahora, decidió mantenerse en su papel.

-No, no fue nada -se apresuró a decir Alastor, su voz subiendo un poco por los nervios-. ¡No tiene importancia!

Su madre observó la interacción entre ambos con una mezcla de curiosidad y diversión. Finalmente, dejó escapar un suspiro.

-Lo que sea -dijo ella, agitando la mano como si apartara un tema menor-. Lo que me interesa es que, si ambos están en una relación a esta edad, ya sean dos hombres, deben cuidarse.

El ambiente se volvió repentinamente incómodo. Alastor y Vicent intercambiaron miradas, ambos con el rostro rojo de vergüenza.

-Mamá... -murmuró Alastor, deseando poder desaparecer en ese instante.

-No me mires así -respondió ella con firmeza, aunque su voz se suavizó un poco-. Lo digo en serio. Pueden pensar que son invencibles, pero deben ser responsables. Lo único que quiero es que estén bien y que, si esta relación es seria, la traten con el respeto que merece.

-Sí, señora -respondió Vicent rápidamente, notando la incomodidad creciente de Alastor-. Lo haremos, se lo prometo.

Ella asintió con seriedad, mirándolos a ambos por un momento más antes de suavizar su expresión.

-Eso es todo lo que quería decir. Ahora, Alastor, descansa. Y tú, Vicent, puedes venir a visitarlo cuando quieras, pero... -una leve sonrisa irónica se asomó en sus labios-, avísame antes, ¿de acuerdo?

-Sí, claro -dijo Vicent, sonriendo tímidamente.

Cuando finalmente ella se fue, dejando a ambos solos, Alastor dejó escapar un largo suspiro y se desplomó en el sofá cercano, cubriéndose el rostro con ambas manos.

-Nunca -murmuró-, nunca, jamás, volveré a invitarte cuando esté solo en casa.

Vicent soltó una carcajada suave y se inclinó para besarle la coronilla.

-Sí, bueno... pero al menos no fue tan terrible, ¿no?

Alastor lo miró con incredulidad.

-¿No fue tan terrible? ¡Fue humillante!

Vicent sonrió y se encogió de hombros.

-Bueno, en cierto modo... fue lindo.

๋࣭  ⭑[𝒞𝑜𝓊𝓅𝓁𝑒 - 𝓈𝒽𝑜𝓇𝓉]  ๋࣭ ⭑ Radiostatic/StaticradioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora