Besos: Parte 03

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Era un día tranquilo en la escuela. Las horas pasaban lentamente, y la brisa fresca hacía que las hojas de los árboles crujieran suavemente a su alrededor. Alastor y Vicent se encontraban una vez más en su lugar habitual, bajo la sombra del viejo roble en el jardín, lejos de las miradas curiosas y el bullicio de los demás estudiantes. El almuerzo ya había terminado, y ahora, con el sonido de la campana aún lejos, disfrutaban de esos minutos robados de paz antes de regresar a clases.

Ambos estaban sentados en el césped, uno al lado del otro, con las piernas cruzadas y las mochilas apoyadas contra el tronco del árbol. La conversación se había ido apagando poco a poco, y el silencio entre ellos, en lugar de ser incómodo, tenía un aire de expectación.

Alastor, por otro lado, parecía más inquieto que de costumbre. Movía nerviosamente los dedos sobre sus rodillas y evitaba mirar a Vicent directamente. Cada vez que lo hacía, sus ojos se desviaban rápidamente, como si temiera lo que vería reflejado en los ojos oscuros de su novio.

Vicent, siempre observador, se dio cuenta del nerviosismo en su pareja y levantó una ceja, divertido y algo intrigado.

-¿Qué sucede, Al? -preguntó suavemente, inclinando la cabeza para ver mejor su expresión. Alastor, que había estado mirando el suelo, levantó la vista bruscamente, y sus mejillas, que ya estaban sonrojadas, se encendieron, volviéndose de un tono rojo intenso. Tartamudeó algo inaudible, y Vicent se inclinó un poco más hacia él, con la curiosidad bailando en sus ojos.

-¿Huh? -insistió con suavidad, observándolo con una mezcla de paciencia y ternura. La timidez de Alastor era algo que siempre le enternecía; esa dualidad entre querer dar el siguiente paso y temer hacerlo lo hacía querer protegerlo aún más.

-Yo... bueno... -Alastor tomó aire profundamente, como si estuviera preparándose para saltar de un acantilado. Se frotó las manos con nerviosismo y finalmente alzó la mirada, sus ojos encontrando los de Vicent por un breve instante antes de desviarse de nuevo hacia el césped-. ¿Podrías... podrías enseñarme...? -murmuró, su voz apenas un susurro.

Vicent parpadeó, sorprendido. -¿Enseñarte qué? -preguntó, genuinamente curioso.

Alastor se removió incómodo, y sus manos se entrelazaron sobre su regazo. El silencio se alargó unos segundos más, como si estuviera luchando con las palabras correctas para expresar lo que realmente quería decir.

-A... a besar -respondió al fin, su voz más baja que nunca.

El corazón de Vicent se saltó un latido. Lo miró con los ojos bien abiertos, asimilando la petición, y luego su rostro se suavizó con una ternura infinita. Alastor estaba encogido, claramente esperando una respuesta negativa o, peor aún, una carcajada de burla. Pero lo único que Vicent hizo fue sonreírle con una calidez que derritió un poco las inseguridades del pelirrojo.

-¿Enseñarte a besar? -repitió en un susurro, asegurándose de que había escuchado bien. Alastor asintió, sin levantar la vista, sus orejas ardiendo de vergüenza.

-S-Sí -murmuró, retorciendo la tela de su camisa entre los dedos-. Es solo que... soy tan... tan torpe con estas cosas... y... yo... quiero hacerlo bien contigo, Vicent. Quiero... -Hizo una pausa, tratando de encontrar el valor para continuar-. Quiero que no sea incómodo o raro... quiero que te guste.

Vicent sintió un nudo formarse en su pecho. La dulzura de Alastor, su sinceridad tan pura y su deseo de aprender solo para él, lo dejó sin palabras por un momento. Se inclinó hacia adelante y, con la mayor delicadeza, tocó la barbilla de Alastor con los dedos, levantándole el rostro para que lo mirara.

-Oye... -susurró, observando los ojos grandes y asustados de su novio. Se sintió inundado de afecto, como si toda la ternura del mundo se concentrara en esa mirada-. No tienes que preocuparte por eso. No tienes que esforzarte para que me guste... porque ya me gustas. -Hizo una pausa, esperando que Alastor asimilara sus palabras. Luego, cuando vio un pequeño destello de comprensión en su mirada, sonrió con suavidad-. Pero si realmente quieres... puedo enseñarte.

Alastor tragó saliva, su corazón latiendo a mil por hora. -¿De verdad? -susurró, inseguro.

Vicent asintió. -Claro -respondió con una pequeña sonrisa-. Solo tienes que relajarte, ¿sí?

El pelirrojo asintió rápidamente, sin estar seguro de cómo haría para relajarse cuando sentía que todo su cuerpo estaba a punto de estallar de nervios. Pero cuando Vicent se inclinó un poco más hacia él, todos sus pensamientos se desvanecieron. Podía sentir su respiración, lenta y controlada, y el suave calor que emanaba de su cuerpo. Era un calor reconfortante, uno que lo envolvía y lo tranquilizaba a pesar del nerviosismo.

-Primero, cierra los ojos -murmuró Vicent con suavidad, su voz acariciando el aire como una melodía. Alastor obedeció, apretando los párpados al principio antes de relajarse un poco. -Eso es... no estés tan tenso. No tienes que pensar demasiado, solo... déjate llevar.

Entonces, sintió un toque ligero sobre sus labios. Abrió los ojos con sorpresa, pero Vicent solo sacudió la cabeza con una sonrisa.

-Shhh... -le susurró, manteniendo sus dedos delicadamente sobre su boca-. Déjame guiarte, ¿sí?

Alastor asintió con la cabeza lentamente, el rubor extendiéndose por todo su rostro. Vicent trazó con suavidad la curva de sus labios con el pulgar, como si estuviera delineando un dibujo, sus ojos fijos en los de Alastor.

-Primero... relájate -repitió suavemente, bajando la mano para sostener su mejilla con ternura-. No te preocupes por cómo se siente o si lo estás haciendo bien o mal. Solo... siente.

Alastor cerró los ojos de nuevo, respirando hondo. Trató de calmar su corazón desbocado, de dejar que el calor de la mano de Vicent en su mejilla lo tranquilizara. Poco a poco, el agarre de sus propios dedos sobre la tela de su camisa se aflojó, y soltó un suspiro tembloroso.

Vicent sonrió ante el pequeño cambio y, con un cuidado casi reverencial, se inclinó hacia adelante. Sus labios se rozaron con los de Alastor en un toque tan suave que parecía un susurro, como la caricia de una pluma. Alastor sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo, pero no se apartó esta vez. Se quedó quieto, siguiendo las indicaciones de Vicent, dejándose guiar.

-Ahora... -susurró Vicent contra sus labios, su voz apenas un murmullo-. Muévete conmigo. Solo... sigue mi ritmo.

Y entonces, se acercó de nuevo, sus labios presionando los de Alastor con más firmeza esta vez, pero sin prisa. No había urgencia ni demanda, solo paciencia y dulzura. Alastor, con el corazón en la garganta, trató de imitarlo. Se movió torpemente al principio, sus labios chocando un poco antes de encontrar el ritmo. Pero Vicent no se apartó, no rió ni lo corrigió. Simplemente lo siguió, sus manos acariciando la mejilla y la nuca de Alastor en un intento por relajarlo.

Y, poco a poco, Alastor comenzó a entender. Se dejó llevar por la sensación, por la calidez y el cariño que fluían entre ellos. No pensó en cómo debía moverse o en si lo hacía bien. Simplemente... lo sintió.

Cuando se separaron, apenas un par de centímetros, Alastor abrió los ojos lentamente. Vicent lo miraba con una sonrisa suave y una chispa de orgullo en sus ojos.

-¿Ves? -susurró con ternura-. No estuvo mal para tu primer intento, ¿eh?

Alastor, aún respirando entrecortadamente y con el rostro encendido, asintió tímidamente, sin poder evitar una pequeña sonrisa. No estaba seguro de qué decir, pero había algo cálido y maravilloso en su pecho.

-Gracias, Vicent... -murmuró finalmente.

Vicent acarició su mejilla una última vez antes de apartarse un poco, dándole espacio.

-Cuando quieras practicar más... -dijo con una sonrisa juguetona-. Ya sabes dónde encontrarme.

Y Alastor, a pesar de su timidez, rió suavemente, asintiendo. Sí... quizás practicar no sería tan malo después de todo.

๋࣭  ⭑[𝒞𝑜𝓊𝓅𝓁𝑒 - 𝓈𝒽𝑜𝓇𝓉]  ๋࣭ ⭑ Radiostatic/StaticradioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora