Viejo Amigo: Parte 04

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El aula de matemáticas estaba sumida en un silencio tenso. El suave rasgueo de los lápices sobre el papel y el ocasional susurro de las páginas al ser volteadas eran los únicos sonidos que se escuchaban. Alastor estaba inclinado sobre su escritorio, su ceño fruncido en concentración mientras llenaba con rapidez los ejercicios del examen. A pesar del vendaje en su pierna, que le recordaba dolorosamente el partido de fútbol y la "accidental" patada de Milo, se esforzaba por mantener su mente enfocada en las ecuaciones frente a él.

Había estado trabajando en este examen durante semanas. Las matemáticas no eran su fuerte, pero había estudiado arduamente para demostrar que podía superar cualquier obstáculo, sobre todo con Milo sentado a su lado. El profesor había decidido juntar a los dos grupos de alumnos, lo que significaba que él y Milo estaban uno junto al otro en esta ronda de exámenes. Alastor había intentado ignorarlo, fingiendo que Milo no existía. Pero la presencia del rubio a solo unos centímetros de distancia, esa sensación constante de que estaba siendo observado, le resultaba insoportable.

Concéntrate, no le prestes atención, se repetía una y otra vez, casi como un mantra. Cada pregunta completada era una pequeña victoria, cada respuesta correcta era un golpe silencioso de desafío a la sensación de humillación que todavía ardía en su interior desde el partido.

Sin embargo, cuando estaba terminando la última ecuación, una voz lo hizo congelarse en el acto.

-¡Profesora! -exclamó Milo con tono alarmado, levantando la mano. Alastor apenas alzó la cabeza, sus ojos brillando con sorpresa.

La maestra, una mujer de rostro severo y gafas gruesas, se acercó rápidamente, deteniéndose junto a los dos chicos con una expresión de desaprobación.

-¿Qué ocurre, Milo? -preguntó con voz autoritaria, sus ojos moviéndose rápidamente entre el rubio y Alastor.

-Creo que Alastor está... haciendo trampa. -Las palabras salieron de los labios de Milo con suavidad, casi tímidas, pero el efecto fue devastador.

Alastor sintió como si un cubo de agua helada se vertiera sobre él. Giró bruscamente hacia Milo, sus ojos muy abiertos en una mezcla de incredulidad y rabia.

-¿Qué? -murmuró, su voz apenas un susurro sofocado. -¿Qué estás diciendo?

-Mira, ahí -señaló Milo con el dedo tembloroso, como si incluso a él le doliera señalar a su "compañero". La profesora inclinó la cabeza, frunciendo el ceño mientras seguía la dirección del dedo de Milo.

Y entonces, Alastor lo vio.

En su propia banca, justo debajo de la pila de hojas del examen, había un pequeño papelito doblado con pulcritud. Alastor sintió un nudo en el estómago mientras la profesora lo sacaba y lo desplegaba frente a todos. Había fórmulas escritas en él, respuestas de ecuaciones, y cada una coincidía con las preguntas del examen. La sangre de Alastor se heló cuando comprendió la implicación.

-¡Pero yo no...! -intentó protestar, levantándose de su asiento bruscamente, pero el dolor en su pierna le recordó su posición vulnerable. -¡No sé de dónde salió eso! ¡Yo no... yo no lo puse ahí!

Los ojos de la profesora se estrecharon, observando a Alastor con un brillo de suspicacia.

-Esto es inaceptable, Alastor. -Su voz era dura, cortante. -Hacer trampa durante un examen es una falta grave. Tendré que informar de esto a la administración.

-¡Pero yo no hice nada! -insistió Alastor, sintiendo cómo la desesperación se apoderaba de él. Su mirada se movió frenéticamente hacia Milo, buscando alguna señal de burla, de satisfacción, pero el rostro de Milo solo mostraba una expresión de preocupación fingida, como si realmente lamentara lo que estaba pasando.

-De verdad lo siento, Alastor -murmuró Milo, inclinando la cabeza con pesar. -Pero vi cómo sacabas el papel justo antes de que empezara el examen. No podía quedarme callado.

Alastor lo miró, su pecho subiendo y bajando rápidamente con una furia contenida. ¿Qué tipo de juego estaba jugando Milo? ¿Por qué estaba haciendo esto? La maestra no le dio tiempo para seguir procesando sus pensamientos.

-Toma tus cosas, Alastor. Estás fuera del examen. -La frialdad en su voz era como una bofetada.

Los murmullos comenzaron a elevarse alrededor del aula. Alastor sintió cada mirada clavada en él, cada susurro cargado de curiosidad y burla. Con el rostro ardiendo de vergüenza, comenzó a recoger sus pertenencias. Sus manos temblaban mientras metía sus lápices y borradores en la mochila, pero su mirada no se apartaba de Milo.

El rubio mantuvo esa máscara de inocencia, sus ojos verdes observando cada movimiento de Alastor con atención. Cuando el castaño se levantó, cojeando levemente debido a su pierna vendada, Milo inclinó un poco la cabeza, como si le ofreciera algún tipo de apoyo silencioso.

-De verdad lo lamento... -susurró nuevamente.

Alastor lo fulminó con la mirada, sintiendo una oleada de rabia y humillación tan intensa que casi no podía respirar. Pero no dijo nada. No podía. No había palabras que pudieran expresar lo que sentía en ese momento. Con la mandíbula apretada y el corazón martilleando furiosamente en su pecho, dio media vuelta y salió del aula.

El pasillo estaba vacío y silencioso, pero su mente seguía resonando con el bullicio de las voces y las miradas de sus compañeros. Caminó a paso rápido, ignorando el dolor en su pierna, intentando alejarse de esa atmósfera opresiva que casi le cortaba el aire.

¿Cómo se atreve?, pensó, sus ojos ardiendo con lágrimas de impotencia que se negó a dejar caer. ¿Cómo se atreve a acusarme de algo que no hice? ¿Por qué...?

El enojo lo abrasaba, mezclado con una sensación de traición que se extendía por cada fibra de su ser. Milo no solo había jugado con su confianza, sino que había puesto en peligro todo por lo que Alastor había trabajado tan arduamente. Lo habían sacado del examen, y eso significaba que no podría presentar de nuevo. Se quedaría con un cero, y todos pensarían que era un tramposo.

Al llegar a la cafetería, el bullicio habitual de los estudiantes almorzando y riendo le resultó insoportable. Se sentó en una mesa apartada, dejando su mochila caer pesadamente a su lado. El dolor en su pierna era un recordatorio constante de lo que había sucedido en la cancha de fútbol, y ahora esto.

-Maldito Milo... -murmuró entre dientes, apretando los puños con fuerza.

La cafetería estaba llena de voces, risas y el sonido de bandejas chocando, pero para Alastor todo se sentía apagado. Estaba solo, rodeado de gente que no sabía lo que realmente había pasado, atrapado en una red de mentiras que no había tejido.

¿Por qué lo está haciendo? El pensamiento no dejaba de dar vueltas en su mente. ¿Qué gana con esto?

Apretó los labios, su mirada perdida en la mesa frente a él. Pero algo en su interior comenzó a endurecerse. Si Milo pensaba que podría ganarle con trucos sucios y falsas acusaciones, estaba muy equivocado. Alastor no se dejaría vencer tan fácilmente. No era un tramposo. Y no dejaría que Milo le robara a Vicent... ni su dignidad.

-Esto no ha terminado... -susurró para sí mismo, dejando que la ira se convirtiera en determinación.

El juego sucio había comenzado, pero Alastor estaba dispuesto a responder.

๋࣭  ⭑[𝒞𝑜𝓊𝓅𝓁𝑒 - 𝓈𝒽𝑜𝓇𝓉]  ๋࣭ ⭑ Radiostatic/StaticradioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora