Viejo Amigo: Parte 06

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Alastor cerró su mochila con un chasquido rápido, sus dedos temblorosos mientras recogía sus cosas. La tensión en el aula era palpable, y aunque los susurros de sus compañeros eran apenas audibles, sabía que todos hablaban de lo que había pasado. Otra vez Alastor Montgomery, Otro episodio, otro problema. No podía soportarlo más.

Cuando el reloj de la pared marcó la hora, Alastor miró alrededor, asegurándose de que el profesor no estuviera prestando atención, y se levantó con sigilo. Con pasos ligeros, salió del aula antes de que alguien pudiera detenerlo. No le importaba que faltaran todavía treinta minutos para que sonara la campana de salida. Solo quería estar lejos de todo, lejos de las miradas de lástima y de juicio, lejos de Vicent... y de Milo.

Con su mochila colgando de un hombro y los lentes empañados por las lágrimas que no dejaban de acumularse, se dirigió al parque más cercano. Era un pequeño espacio verde con bancos de madera y árboles que proporcionaban sombra, un lugar donde solía refugiarse cuando las cosas se volvían demasiado abrumadoras. Pero hoy, el peso que sentía en el pecho era insoportable. Se dejó caer en un banco apartado, soltando la mochila a su lado. El silencio del parque, roto solo por el canto de los pájaros y el leve susurro del viento, no le trajo la paz que tanto anhelaba.

Apretó los ojos con fuerza, apoyando los codos sobre sus rodillas y las manos en la cara. Vicent... ¿Por qué no podía verlo? ¿Por qué no podía darse cuenta de lo que Milo estaba haciendo? ¿Por qué no le creía? Alastor sollozó suavemente, sintiéndose patético y estúpido. ¿Acaso estaba perdiendo la razón? ¿De verdad todo era producto de sus celos enfermizos? Sacudió la cabeza con frustración, tratando de aclarar su mente, pero el dolor solo se intensificó.

Y entonces, sintió algo extraño.

Unos dedos finos y cálidos le quitaron los lentes con suavidad. Alastor parpadeó, confundido, y levantó la vista. Allí, inclinado hacia él, estaba Lucifer, el chico de un año mayor que él, con una sonrisa pequeña y tranquila en el rostro. Su cabello rubio caía con elegancia sobre su frente, y sus ojos azules brillaban con una luz que parecía perforar la tristeza de Alastor.

-Vaya, ¿quién hizo llorar a mi pequeño ratoncito? -murmuró Lucifer con un tono ligero, mientras sostenía los lentes de Alastor en una mano y, con la otra, limpiaba las lágrimas de sus mejillas usando la yema de sus dedos.

Alastor se quedó helado, incapaz de procesar lo que estaba sucediendo. ¿Lucifer... aquí? ¿Ahora? El contacto fue tan inesperado que su tristeza se mezcló con sorpresa, y se encontró mirando fijamente a esos ojos con una mezcla de emociones.

-¿Lu-Lucifer? ¿Qué estás...?

-Shhh... -El mayor lo interrumpió suavemente, pasándole los lentes de nuevo después de limpiarlos con delicadeza. -No tienes que hablar si no quieres. Pero, si necesitas desahogarte, estoy aquí.

Lucifer se sentó a su lado en el banco, girándose un poco para mirarlo de frente. No hubo ninguna presión, ningún reproche en su mirada. Solo una calma apacible y la oferta de compañía.

-¿Por qué...? -Alastor empezó a hablar, pero su voz se quebró, y bajó la cabeza avergonzado.

-Vi cómo te ibas de la escuela -explicó Lucifer con un encogimiento de hombros casual. -Parecías muy... alterado. Así que te seguí. ¿Qué sucede, Alastor? ¿Quieres contarme? -Levantó una ceja, sus labios curvándose en una sonrisa de preocupación genuina.

Alastor vaciló. Había conocido a Lucifer hacía algunos meses, cuando el chico se transfirió a la escuela y comenzó a destacar en todo. Era carismático, atlético y, para colmo, extremadamente guapo. Pero lo más extraño era que, a pesar de todo eso, Lucifer se fijó en él, en Alastor. Le sonreía en los pasillos, le saludaba, y de vez en cuando, incluso lo buscaba para charlar. Había ciertos rumores de que Lucifer tenía interés en él, pero Alastor nunca lo había tomado en serio. Vicent ocupaba todo su corazón.

Pero ahora... ahora era diferente.

Lucifer le miraba como si realmente le importara lo que le pasaba. Como si estuviera dispuesto a escuchar, a consolarlo. Y eso... eso lo quebró aún más.

-Yo... -murmuró, tragando con dificultad. -Solo... tuve un mal día.

Lucifer soltó un suave suspiro, casi un murmullo de comprensión.

-Un mal día no debería hacer llorar a alguien como tú, Alastor -dijo con suavidad. -Te mereces algo mejor. Y estoy seguro de que lo que sea que haya pasado, no fue tu culpa.

Alastor sintió un nudo en la garganta. ¿Por qué esas palabras, dichas con tanta facilidad, le afectaban tanto? Cerró los ojos y dejó que el dolor se filtrara un poco.

-Es sobre Vicent, ¿verdad? -preguntó Lucifer, inclinando la cabeza hacia un lado. Al ver cómo el cuerpo de Alastor se tensaba, supo que había acertado. -Lo imaginé... Esa cara tuya solo la pones cuando hablas de él.

Alastor no pudo evitar reírse amargamente.

-¿Tan obvio es? -preguntó con una sonrisa rota.

Lucifer sonrió también, pero la suya era suave, cálida.

-Para mí, sí -admitió. Luego, se levantó de golpe, sacudiéndose los pantalones. -¡Espera aquí un momento!

Antes de que Alastor pudiera preguntar qué planeaba hacer, Lucifer ya se había ido corriendo. Regresó apenas unos minutos después, con dos conos de helado en las manos. Uno de chocolate y otro de vainilla. Se los mostró con una sonrisa radiante.

-Toma, escoge tu sabor. ¡Yo invito!

Alastor parpadeó, sorprendido. Miró los helados, luego a Lucifer, y algo dentro de él se aflojó. Era tan ridículo, tan infantil, pero... era exactamente lo que necesitaba en ese momento. Sonrió, por primera vez en lo que parecía ser una eternidad.

-Vainilla, gracias -dijo, aceptando el helado con cuidado.

Lucifer asintió y se sentó a su lado de nuevo, comenzando a lamer el suyo con entusiasmo.

-¿Sabes? -empezó a decir entre lamidas, -El helado es el mejor remedio para todo. Desilusiones amorosas, días malos, semanas pésimas... Es como magia comestible.

Alastor soltó una pequeña risa, una auténtica, y se permitió disfrutar del dulce sabor del helado derritiéndose en su lengua. El frío calmó un poco la quemazón en su pecho, y la presencia de Lucifer, tan tranquila y despreocupada, fue como un bálsamo.

-Gracias, Lucifer... -murmuró en voz baja.

-No hay de qué -respondió el mayor con una sonrisa suave. -Tienes un alma muy bonita, Alastor. No dejes que nadie te haga creer lo contrario.

Alastor lo miró, atónito por sus palabras. ¿Cómo era posible que alguien que apenas lo conocía pudiera verlo con tanta claridad? Sintió el calor subiendo a sus mejillas, y rápidamente terminó su helado, poniéndose de pie.

-Debo irme a casa -dijo con timidez. -Pero... gracias.

Lucifer también se levantó, mirándolo con esa intensidad tranquila que siempre lo desarmaba.

-¿Un beso de despedida, tal vez? -preguntó en tono juguetón, inclinándose un poco.

Alastor se puso rígido, sacudiendo la cabeza rápidamente.

-¡No, no... yo...!

Lucifer solo rió suavemente, retrocediendo.

-Está bien. No te preocupes. -Y, antes de que Alastor pudiera alejarse, extendió una mano y tocó suavemente su nariz con el dedo, en un gesto afectuoso. -Nos vemos luego, pequeño ratoncito.

Alastor se quedó paralizado un segundo más, sus ojos fijos en los de Lucifer, y luego, con un suspiro, se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia su casa. Mientras se alejaba, no pudo evitar pensar que, a pesar de todo, tal vez había encontrado un pequeño rayo de luz en medio de la tormenta. Pero eso solo hacía que todo se sintiera aún más confuso.

¿Qué iba a hacer ahora?

๋࣭  ⭑[𝒞𝑜𝓊𝓅𝓁𝑒 - 𝓈𝒽𝑜𝓇𝓉]  ๋࣭ ⭑ Radiostatic/StaticradioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora