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Yo tan solo quería envejecer a tu lado. Para comerte a besos mientras se nos llenaba la cara y el cuerpo de arrugas. Aún hay ocasiones en las que observo el precipicio que asoma en mi cama, la misma que te vio desnuda en tantas ocasiones, la misma desde la que ahora te escribo, y lo cierto es que aún imagino lo bonito que hubiera sido despertar aquí, a tu lado, cada mañana, como tantas veces soñamos. Ver como se te enredaba las sábanas a la cintura, darte mis "buenos días" a besos, empezado por tu cuello y acabando por tu mejilla, hacerte cosquillas por la barriga, ver como el sol se colaba por la ventana y te acariciaba el pelo, sentir como el café de mis ojos se enfriaba con el hielo de los tuyos, y sonreír por ello. Te hubiera pedido cada mañana que te quedases 5 minutos más allí, a mi lado, mientras te abrazaba y los segundos volaban. Ahora te pediría 5 minutos para que leyeras esto, para que estuvieras aquí, para que no abrazases a ningún otro, para que los segundos se detuvieran. Y es que extraño tantas cosas de ti. Lo guapa que estabas. Tu sonrisa. El sonido de tu risa. Que me beses. Perder la noción del tiempo mientras te miro. Tus manías. Que mi ropa huela a ti. Aquellas canciones que cantábamos juntos. Tus pelos y ganchillos perdidos por mi cama. Que me pongas la bufanda para que no pase frío. Que me llames para saber que he llegado bien a casa. Aquellos paseos de tu mano, sin rumbo, dando pasos de astronauta por cada lunar de tu espalda. Tus tonterías. Esperar porque siempre llegas tarde. Aquellos días de playa, de piscina, de verano, de bicicletas, con tus besos sabor a sal. Aquellos días donde nos quedábamos hasta tarde en tu portal porque no nos queríamos separar, compartiendo secretos, descubriendo lo que es el amor, el primero de nuestra vida. Y como olvidar aquel maravilloso invierno en el que aprendí a amar a los días de lluvia si compartíamos paraguas. Donde me enseñaste que el frío es la excusa perfecta para dar un abrazo, que los días de lluvia no son tan tristes si tienes con quien dibujar corazones con el vaho en las ventanas, y que no hay abrigo más cálido que una caricia. Gracias por eso. Por ser quien fuiste para mi. Por hacerme sentir orgulloso de mi, de ti, de que fueras mía. Gracias por todo lo que me diste. Te pido perdón por las cosas que yo nunca te pude dar, por todo lo que ya nunca te podré decir. Y es que ya no te haré sonreír. Te aseguro que fuiste mi vida, y que esto es lo más próximo a lo que siempre nos merecimos, a lo que mi orgullo jamás me permitió escribirte.

Poesía para días grises.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora