Tras el umbral de mi orgullo, del tuyo. De las promesas que no se cumplieron, de los errores, de los besos a otros labios, de las peleas, del recuerdo de todos esos meses. Tras la sombra de querernos con el orgullo por bandera. Y de amarnos un poco odiándonos, de hacernos la guerra del amor en la cama. Después de todo eso, solo quedan cicatrices, un montón de canciones que hablan de ti, y la promesa lejana de recuperar todo lo bonito. Que ironía es pensar en besarte de nuevo. Que irónico fue tu vuelta a mi vida. Supongo que nunca sabré para que volviste, o el porqué te fuiste de nuevo. Sin hacer ruido, de puntillas, para no despertarme del sueño que era volver a tener tus mensajes en mis mañanas. Por un tiempo pensé qué sería grandioso convencer al mundo que después de los finales tristes, de los malos, de los que acabamos odiándonos, con las promesas rotas por el suelo, cortando nuestros pies a cada paso que dábamos en nuestro camino, podrían existir nuevos principios. Poesía era pensar que podríamos contra el mundo, y sobre todo con nuestro triste orgullo de no decir las cosas tal y como la sentíamos. Pero así de idiotas somos, así es la vida, y así es el destino, ese en el que tanto creíamos. Y míranos cariño, estamos más lejos de lo que estuvimos en aquel primer "adiós". Y ya no hay "más tiempo al tiempo", ni "di las cosas ahora o nunca". Ya nada de eso nos sirve. Quizás pienses qué esto es una despedida, pero no. Esto es un beso en tu mejilla, un "cuídate, que yo estaré sentado sobre todos los pedacitos del corazón que rompiste, por si algún día regresas con la intención de ayudarme a volver a unirlos, y si aún quieres, ser felices toda una vida juntos".