Para que nunca me olvides te escribiré todo aquello que jamás te volverán a decir. Todo lo que yo guardo bajo llave en el corazón. Los versos más bonitos que podré derramar sobre el folio, como lágrimas envasadas de poesía. De nuestra esencia. Intacta. Como si no pasarán las estaciones por lo que un día fuimos. Ese es mi mayor tesoro. Más valioso que una sonrisa. Incluso más que el propio tiempo. Ese que desde que te fuiste ya no transcurre igual por mi habitación. Ni por mi vida. Más lento. Carente de razones de porqué no supiste retener aquel viejo presente. Carente de ti y de nosotros. Pero ya no queda más. Más besos. Más caricias. Más abrazos. Más canciones dedicadas. Más inviernos bajo mis sábanas. Más nada. Ya nada. De todo a nada. De hacerte el amor a hacerte mi mayor frustración. Esa que me costará toda una vida olvidar. Quiéreme por todo eso que ya nunca seremos. Recuérdame por lo que fuimos. Piensa en mis labios llenos de silencio. Ese silencio amargo capaz de fundirte en un millón de abrazos. Y en la ternura de mis caricias. Sonríe. Y hazlo por aquella vieja foto que aun nos une. Deja la vida fluir. Que hoy podré morir por no abrazarte. Y mañana entre tus brazos. Que esto no fue una despedida. Yo te sigo esperando, escribiéndote cosas tristes, y contando amaneceres y estrellas. Por si algún día reapareces, y quieres llevar la cuenta conmigo.