Siento como pasan los días, y tu recuerdo no se borra. Mis ojos reclaman que vuelvas, y mis manos anhelan acariciar tu cara, mientras te beso, parándose el tiempo en un mundo donde sólo existimos nosotros. Segundos congelados. Suspiro cada vez que recuerdo que no hace tanto fuimos felices juntos, y mis suspiros te acompañan en forma de suave brisa. Recuérdalo cada vez que el viento acaricie tu pelo en silencio. ¿Lo escuchas? Ese silencio es testigo del eco roto de este corazón que durante tanto tiempo te perteneció. Pero ya no. Ahora está roto en un millón de abrazos que no llegan. De ilusiones destrozadas y mojadas en el llanto de tantas noches sin ti. Y dudo que alguien pueda salvarme de todo este bello desastre. De mientras yo sigo aquí amándote, pero me voy ahogando poco a poco en mi mundo. Cada abrazo tuyo me daba fuerza para afrontar otro día más. Y no me arrepiento de cada minuto que te entregué de mi vida. Jamás me voy a arrepentir de haber dado todo por ti. Me arrepiento de no haber aprovechado más cada segundo a tu lado. No haberte dicho más veces lo guapa que estabas, de haberte agarrado más fuerte las manos en aquellas noches frías de enero. Me arrepiento tanto de haber callado al corazón en tantos momentos, y no susurrarte flojito al oído lo afortunado que era por sentir tanta magia en cada beso de tus labios. Fuiste tanto para mi que te hice un mundo nuevo, en el que las rosas eran perfumadas con tu aroma. Puede que piense en ti más de lo que debería, pero entiende que desde entonces nadie me ha a echo sentir como tú. Y de todo eso ya no queda nada, ni siquiera yo. Tan sólo el tacto efímero de tus promesas rompiéndose sobre mi piel.