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Dicen que el tiempo pasa deprisa para quien no espera nada. Y es así como me gustaría empezar a hablaros un poquito de mi. Desde hace tiempo no espero nada de nadie. Mucho menos de vosotros, de ella, y tampoco de la vida. No preguntéis, porque yo tampoco se donde me dejé la ilusión y todo el fuego de felicidad que antes ardía en mi pecho. Creo que consumí toda mi felicidad demasiado rápido, y que ya apenas me queda la suficiente como para llegar con una sonrisa a mi cita diaria y nocturna con el insomnio. Tal vez una respuesta corta a todo esto sería que me olvidé de mi mismo en su cama. Y que allí reposan todos mis sueños y parte de mi felicidad. A día de hoy os puedo asegurar que soy un montón de cenizas. Recuerdo que allí, junto a ella, me olvidaba de mi, de mis problemas, de lo loco que parece el mundo, de lo que a veces pesa, de lo que asfixia. Una cama es un mundo muy grande en el que perderse con alguien a quien amas. Supongo que ardí deprisa entre esas sábanas. Puede que demasiado como para percatarme de ello. O tal vez no quiera admitir que si que me daba cuenta, pero que me gustaba morir por ella. No sé. De eso hace ya tanto que las hojas de ese calendario vistieron de recuerdos otro otoño distinto a este. Después de aquello perdí un poquito el rumbo, las ganas por besar otros labios, por conocer otras camas, por recuperarme a mi mismo, o por recuperarla a ella y de paso volver a ser feliz. Aunque nunca sea igual. Desde que ocurrió todo aquello todo me sabe a domingo, a día gris. Alguien me ha borrado el azul del cielo y me lo ha llenado de nubes. Que desoladora sensación la de no encontrar un motivo para levantarte cada mañana. Que triste no tener con quien levantarte cada mañana. Fue así como poco a poco empecé a andar en círculos, a volver a donde había empezado sin una solución. La rutina se hizo hueco en mis ojeras. Ya hace mucho que no sueño. Ya hace mucho que no tengo con que soñar. Ya ni recuerdo como era mi vida antes de ella, o como era esa felicidad de no necesitar a nadie, de no tener el corazón roto. Supongo que se vive mejor sin cicatrices, sin amar y herirte por nadie. Y que eso es algo que yo aún no he llegado a comprender del todo.

Poesía para días grises.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora