Dia 75 sin ti:
Estoy tirado en nuestra cama, comiendo techo por no comerme más la cabeza, buscando respuestas a preguntas que ninguno de los dos quiso hacer nunca. Estoy jugando en la cuerda floja con todos estos recuerdos que no sé donde cojones meter. Y justo aquí, a punto de caerme al abismo más profundo y oscuro, he tropezado con el recuerdo del primer día que nos vimos. Fue todo un bonito cúmulo de coincidencias. Es así como al destino le gusta cruzar los caminos de las personas. Recuerdo aquella calle donde tropecé con tus ojos por primera vez. Estabas rodeada de gente y sin embargo yo era incapaz de mirar a nadie más. Desde el momento en el que te vi eclipsaste al universo entero. Fue breve, pero para mi aquella primera mirada fue eterna. ¿Recuerdas nuestro primer beso? Ese que estaba lleno de nervios, el que tantas ganas teníamos de regalarnos. Ahí me enseñaste que el infinito no es más que la sensación de que se detiene el tiempo si besas los labios correctos. Me faltarían palabras y tiempo para explicarte todo lo que me hiciste sentir, o todo lo que contigo descubrí. Porque la felicidad no es otra cosa que estar a tu lado. El mundo sobraba mientras estaba contigo. Por eso te prometí que sería el mejor novio que jamás fueses a tener. ¿Cómo no iba a cuidar del inmenso regalo que era tenerte en mis días? Si eras las más bonita casualidad que encontraría a lo largo de mi existencia. Por eso y más te aseguré que no habría otro como yo que compartiese sábanas y bostezos en las aburridas tardes de un domingo cualquiera, sin encontrar más recompensa que tu presencia. Te prometí que a pesar de todos los problemas que quisiesen separarnos, de las veces que nos enfadásemos el uno con el otro por cualquier motivo, siempre sería ese que se quedaría toda la noche despierto cuando tú no pudieses dormir. Que vencería a mi propio sueño hasta que a ti te venciera el tuyo. Fue en una noche así cuando te quedaste dormida en mi pecho, ya no podías más. Yo sonreí, te aparté el pelo de la cara y entonces te susurré todo esto, te dije bajito al oído que siempre estaría ahí para ti, que nunca me iría sino querías, que siempre te amaría. Ojalá me hubieses escuchado esa noche.