Es raro esto de andar por casa sin tropezar con tu sonrisa. Vuelve pronto, empiezan a sobrarme las ventanas sino me asomo a esperarte. Las canciones de la radio me hablan de quien eras para mi. La brisa de la calle empuja hasta mi balcón el aroma de tu perfume. Sonrío por ello, y miro la hora, por si se me hizo tarde para recordarte hoy. Pero el reloj ya no avanza. Se detuvo en el segundo exacto en el te fuiste. Dice que ya no hay motivos para seguir. Que se queda a vivir en tu último suspiro. Y en cada uno de nuestros momentos. Como en aquella vez que me imaginaba lo bonito de nuestro primer beso. Como en aquella tarde en la playa que te besé por última vez. Como en aquella ocasión que después de hacerte el amor te prometí que siempre estaríamos juntos. Como en aquella primavera que no volvimos a recuperar lo bonito. Como en aquel día que llorando me dijiste que me amabas. Y como en aquella noche que me dijiste que me odiabas, y que nunca debiste conocerme. Como quema tu ausencia en este invierno. Y que poquito parece ya que nos recordamos. El sabor de tus besos es algo borroso en mi memoria. Como el sonido de tu risa, o el de tu voz. Es como recordar una vieja canción de la que olvidaste la letra, y que ya solo tarareas. Ojalá un abrazo tuyo ahora. De esos que tanto me gustaban. Y un par de segundos a tu lado. En silencio. Observando atento sin perder un ápice lo bonito del invierno de tus ojos. Y lo cerca que estoy de caer en el precipicio de tus labios. Lo que me gustaría volver a caer ellos. Con ese poquito de ti me conformo. Y es que ha pasado ya tanto tiempo, y sigues tan presente en mi. Puede que a veces te odie, pero sigo enamorado de tu pequeña locura. Esa locura que
arrancó de mis labios la mayor de mis sonrisas, y que trajo a mi la felicidad que siempre voy a querer vivir de nuevo. Seguramente ya no recuerdes cada tarde. Y poco a poco nos olvidemos. Seguramente no lleguemos a ningún lado. Y nunca más volveremos a besarnos. Seguramente no sirva para nada que te siga escribiendo. Pero si consigo que algún día sonrías leyéndome, y que una noche que no puedas más me escribas para soltar todo, entonces cariño, ya habrá merecido la pena.