Reto.

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Cuando las luces se apagan y todos descansan, es cuando tu máscara cae, se desquebraja y todo sale en forma de huracán, sangre y lágrimas. Gritos silenciosos y palabras hirientes hacia ti misma. Las dos, las tres, las cuatro de la mañana, y la noche se hace más y más larga, y el vacío más y más profundo, las heridas más abiertas. 

Cierras los ojos y deseas no despertar al día siguiente, pero el destino no suele estar de tu parte, así que cuando el Sol sale, tú despiertas y te quedas mirando el techo, sin tener verdaderas fuerzas para levantarte. Tu cuerpo se siente pesado, y no solo porque, Dios, te sienas horriblemente descontenta con tu cuerpo, sino porque tus fuerzas se han consumido la noche anterior, y el único rastro de estas lo usas para sonreír y fingir que todo va bien, dando consejos que ni siquiera sabes aplicar a tu vida. 

Quizá alguna vez dices "bueno, no está siendo un buen día", pero tu cabeza grita que solo eres una molestia, así que rápidamente añades un "haha, pero da igual, todo mejorará" y lo dejas correr, mientras el nudo baila en tu garganta, tu piel picando por atención y tus pensamientos en una bola que no se deforma. Porque al fin y al cabo, ¿a quién pedir ayuda? ¿A tu padre a miles de kilómetros? ¿a tu tía tan consumida y cansada? ¿a tu amiga que no puede con su vida? ¿a esa persona especial que ya tiene suficiente de ti? ¿Para quién quieres ser una carga más? ¿a quién quieres molestar?

Así que bloqueas el teléfono y cierras los ojos, deseando dormir; si duermes no piensas, si duermes no te dañas, si duermes no hablas de mas, si duermes no escuchas malas cosas, pero no puedes dormir, así que das vueltas y vueltas sobre la cama. Nada funciona. 

En un arrebato tonto, vas a la tienda y compras una botella completa de tequila, y te da igual las personas que te rodean, aunque tampoco es que pregunten a dónde vas o cuánto vas a tardar, y está bien. Vas a los barrancos que hay detrás de la tienda y te quedas allí, bebiendo para que el vacío que hay en ti se aleje un poco, con la música como única compañera y la mirada puesta en la gran altura. 

Trago tras trago, tu cuerpo va avanzando solo, acercándose a la altura que ya no es tanta. 

Tu cuerpo tiembla, no es por la suave brisa que te acaricia, es por el peso sobre tu cabeza, por los gritos en tu mente. 

Bebes y bebes, porque no puedes  hacer otra cosa. 

Bebes y bebes, y bebes más. 

Y entonces, vuelves a mirar al vacío y este te devuelve la mirada, retándote, animándote a saltar. 

"Vamos, ¿no quieres acabar con todo? ¿No quieres dejar de molestar?"

Llorarías si te quedasen lágrimas, pero, oh, no las hay. 

Y ahí es cuando aceptas el reto, tu cuerpo se empuja solo, y mientras caes, sonríes, porque por fin dejaras de ser una carga para los demás. 


Drabbles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora