♥ Besito ♥ (Wigetta)

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La inocencia es algo que muchos valoramos, es porque eso que no podemos evitar reír de ternura al ver como dos niños pequeños se toman de la mano o se dan dulces besitos a la corta edad de 5 años. Éste es el caso de los padre de Guillermo y Samuel, que miran embobados como sus hijos juegan en el jardín, sin poder soltarse de las manos. Samuel, el mayor, de cabello castaño y bonitos ojos caramelo, cogía tierra con una pala para así crear un castillo para su pequeño príncipe, Guillermo. 

El menor, de cabello oscuro, estaba en la parte más atrás del jardín, 'preparando' una deliciosa comida para su 'marido', Samuel. 


Los adultos, aún mirando de vez en cuando a los pequeños, empezaron a meterse en su mundo, hablando de cosas que los menores no entendían. 


-¡Samu, ya he hecho la comida!- El nombrado se levantó, con cuidado de no destrozar el inicio de lo que sería un gran, gran castillo, donde vivirían él y Guillermo, por supuesto. Le encantaba construir cositas, era divertido y se lo pasaba genial. 

-¡Voy!- Gritó, aunque solo estaban a unos metros. Pero, sin saber cómo, el pequeño Samu se tropezó con las herramientas que le estaban sirviendo, y acabó en el suelo. No lloró, sin embargo, a pesar de que el raspón en la rodilla si escocía bastante, pero su papi le había dicho que debía ser un chico duro y no llorar por tonterías como esas, así que aguantó las lágrimas como todo un muchacho grande. ¡Él no era un niño!

-¿¡Estás bien, Samu?!- Guillermo dejó caer el plato, sin importarle nada más que su mejor amigo, quien tenía los ojos vidriosos y su expresión contraída en una adorable mueca. 

-Sí-sí, no me duele.- Tartamudeó, soplándose la herida. 

-Pero... te está saliendo sangre.- Comentó Guillermo, claramente apenado, señalando la herida. 

-Pero soy un niño grande... no duele.- Parecía que se lo estaba diciendo más a él mismo que al propio Guille. 

-Mi mamá...- Empezó a decir el menor, poniéndose a la altura del otro chico, con sus rodillas clavadas en el suelo.- me besa la pupa cuando me caigo...- Miró a Samuel, con sus mejillas sonrojadas y una sonrisa amplia.- ¿Quieres que te bese la pupita, Samu?


Él mayor asintió, porque su mami también besaba la herida cuando él se hacía daño. ¿No pasaba nada si Guillermo lo hacía y no su mamá, verdad? Al fin y al cabo, quería muchísimo a Guillermo, incluso, puede, que un poquito más que a su mami, pero solo un poquito. 

Así que el pelinegro lo hizo, se acercó con sumo cuidado a la rodilla del mayor y posó sus labios en su rodilla, besándola con cuidado. Y empezó a cantar esa canción que su mami siempre le recitaba al oído. 


-Sana, sana, culito de rana, que si no sanas hoy... sanarás mañana.- Se levantó, mirando fijamente a Samuel.- ¿Estás mejor? ¿Te ha servido? ¿Te he curado?- Éste se levantó, siguiendo a Guillermo, y asintiendo. 

-Sí, muchas gracias, Guille.- Se acercó a éste y besó sus labios, en un gesto de inocencia y agradecimiento.

Y ambos siguieron jugando, Guillermo cocinando para Samuel y éste construyendo la casa donde vivirían juntos cuando fuesen grandes. 

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