No es culpa de Guillermo el estar enamorado, ¿verdad?
Pero se siente de esa forma. Así se encuentra, escondido en un armario mental, removiéndose entre secretos de colores, mentiras dobladas cuidadosamente y pensamientos que empujan la puerta hasta el límite.
Se siente inseguro, perdido, triste.
Pero luego está Samuel, brillante, sonriente, vivo. Vivo, vivo, vivo. Está tan vivo. Que es lo único que sigue dando fuego al corazón de Guillermo. Y no, por supuesto que él no está exagerando, él no tiene que hacerlo. Perdió a su familia de alguna manera pues llevan sin hablarse con ella -salvo con su hermana, en contadas ocasiones- más tiempo del que puede contar, y todo lo que ha tenido siempre, todo lo que ha conocido, es al chico de pelo oscuro y ojos caramelo. El cariño del chico que siempre ha estado ahí para él, en lo bueno y en lo malo.
Hasta ahora.
(...)
Samuel ha sido tan perfecto siempre, que de alguna manera, Guillermo ha caído en el amor. Fuerte. Doloroso. Sinceramente, se pregunta cómo no se ha podido enamorar antes, incluso le sorprende. Pero aún así odia ese sentimiento cálido y desgarrados que acude a su pecho cuando ve al menor salir de su habitación por las mañanas, con una sonrisa que ilumina el apartamento, o cuando lo ve aparecer por la puerta de su cuarto -donde él pasa el mayor tiempo editando o grabando- con un café con mucha, mucha leche pues el sabor real del café le parece amargo, y aunque él prefiere batido, adora cuando Vegetta le prepara esa pequeña taza.
Pero el mayor no estaba para nada interesado en él. Se lo demostraba las veces que salía por ahí y terminaba con alguien en el piso -mayormente chicas, pero ocasionalmente, también se interesaba en chicos-.
Esas veces, Guillermo se recluye en su habitación, intentando atrapar su mente entre grabaciones, juevos que realmente cansan y respiraciones entrecortadas que ayudan a disipar las lágrimas, con la música alta perforando sus oídos, sus manos en puños y sus ojos cerrados con fuerza. Esas noches, Guillermo muere un poco más, de alguna manera. Y Samuel no lo sabe. Nunca lo sabrá.
Claro que en sueños ilusoss, había pensado que él podría tener alguna oportunidad cuando vio que Samuel se interesó por un chico; la primera vez, hace más de tres años, al menos, frente a sus ojos. -¿Cuánto lleva enamorado de su mejor amigo, entonces?- Su corazón latió con vida, llenándose de esperanza durante unos segundos. Hasta que, en una mañana, dos semanas después de armarse de valor y preguntarle si estaba interesado en los chicos, su compañero respondió:
—Creo que es como un 95% en las chicas, ¿sabes? Pero ese 5% es algo más como chicos robustos y musculados... o algo así.— Y el pringao' al que quiere seguía hablando, pero Willy se había perdido en el sonido hueco de su corazón quebrándose, la esperanza convirtiéndose en un hoyo negro del que no podría escapar.
Habían sido tres años desde ese momento, y aún seguía doliendo con tanta viveza que no puede creerlo.
Intenta cambiar por un tiempo, realmente lo intenta. Pero a pesar de todo, ese no es él, así que desiste. No puede. Él es alto, delgado, y nunca, nunca, nunca podría gustar a su mejor amigo.
Está bien. Todavía somos amigos.
Y con aquel pensamiento que ha persistido por años, él continúa.
Pero cada noche que ve a Samuel con alguien más, se siente más y más triste. La soledad lo abraza algún tiempo después, haciéndole compañía irónica a la tristeza.
Porque al final, es todo lo que tiene. Es su mejor amigo. Es la persona que ama. Es su hogar.
(...)
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Drabbles.
FanficHistorias cortas sin ninguna relación entre ellas que podrán ser de cualquier pareja. P.D: Se aceptan pedidos.