Al llegar a casa, poco más de las seis de la tarde, me encuentro a mamá y a papá de pie en el centro de la sala, esperando por nosotros, mi hermano se acerca a ellos, choca los puños con papá y le da un beso en la mejilla de mamá, sorprendentemente ninguno de ellos le lanza esa mirada amenazante que ambos me lanzan a mi, esto es sencillamente sorprendente, estoy segura que su maestra les llamo asegurando que lo saque de clase o probablemente ya hayan subido el vídeo donde golpeaba sin piedad a Tim, cualquiera de los dos es válido para que yo sea el centro de sus miradas, aunque ya estoy acostumbrada a eso, no me gusta que me miren así, siempre enfadados conmigo, soy la incomprendida de la familia, la solitaria, la oveja negra, la que no tiene un hombro donde llorar.
Dramática.
Ohh, cállate cerebro.
– Samantha Evans.
El tono de mamá no me gusta nada, ella nunca me llama así, para ella siempre he sido "Sam", que me llame ahora por mi nombre completo y encima con mi apellido, no significa nada bueno.
– te parece normal meterte en peleas, dos veces en un solo día!?– dice enfadada, al parecer también se enteró lo del gorila – y encima haber secuestrado a tu hermano del instituto, realmente no conoces tus límites jovencita.
Lo sé, no debo reírme, no debo reírme pero no puedo evitar que una pequeña risita se me escape al oír esa última palabra, habla como una anciana, todavía me sorprende el hecho de que crean que pueden reñirme como si tuviera dos años, ya no lo tengo, entonces nunca lo hicieron, no entiendo porque empezar ahora, por lo que a mí respecta, ya es demasiado tarde.
– que te hace malditamente gracia Samantha, yo no le veo la gracia por ninguna parte – gruñe acercándose a mi.
Está bien, he de reconocer que temo más a mi madre que a mi padre, su mirada es mucho más amenazante que Darío, juro que puedo ver cómo sus ojos se oscurecen y como lanzan llamas, a ella en realidad no le importa nada, lo que hagamos con nuestras vidas ciertamente es nuestra decisión, siempre hemos tenido eso, libertad de elegir, pero hay una cosa que para ella sí es importante, los estudios, el colegio es importante, tener una profesión es importante, por lo que nunca dejaba que faltemos a clase a no ser que nos estemos muriendo, literalmente hablando, lo digo en serio, una vez fui al colegio con casi cuarenta de fiebre, por supuesto me mandaron a casa.
– yo...es que...yo...– balbuceo sin saber exactamente qué inventar.
Sé que es inútil rezar para que alguien acuda a mi ayuda, mi madre nunca me levantaría la mano, es algo que nunca ha hecho ni hará, pero créanme, prefiero una buena bofetada a oír las palabras de ella, ella sabe cómo dañarte verbalmente, y no hablo de insultarte y cosas por el estilo, ella nos canta cuatro verdades a la cara que te hace pensar, "no sirvo para nada, debería morirme", al menos es lo que yo solía pensar, en realidad no es tan dura, pero cuando está enfadada, ni aunque baje al infierno podré esconderme, ese es su maldito hogar.
– deberías entender una cosa, ahora eres una mujer casada, no puedes ir haciendo escándalos como si aún tuvieses quince años, no se lo que te llevo a golpear a esos dos chico, y la verdad, tampoco me interesa pero algo te voy a decir, nunca, jamás en tu corta vida te atrevas a..
– pero mamá...
– cállate Evans, no te dije que puedes hablar – gruñe acercándose como una leona a su presa.
Se dispone a seguir con su sermón, ese que seguramente me dejará pisoteada por el suelo, pero un carraspeo le impide que continue, no puedo evitar sonreír, mi madre solo me fulmina con la mirada, ella es mujer de momentos, y ahora no es el momento de continuar con lo que había empezado, así que, incapaz de borrar mi sonrisa del rostro, me volteo a ver a mi querido salvador.
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Verdades Ocultas
RomanceLa Vegas, el inicio de una serie de malas tomas de decisiones, Sam no era diferente a esas miles de personas que tras un larga noche de borrachera, despertó en cama de otro (lo cual no es una novedad), con un anillo en su dedo anular, no cualquier a...