Capitulo 21

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Las mujeres tienden a enamorarse de dos tipos de hombres. En el instituto siempre caen antes los idiotas, los populares que se creen que por ser guapos ya las tienen comiendo de su mano, o bien los chicos malos, les atrae lo prohibido, eso es ley de vida, pero hay una clase de chico que rara vez una mujer se fija, el que se sienta al final del salón, con un libro como distracción, el que evita los conflictos, ese hombre que adora pasar desapercibido, el que atrae miradas pero que es demasiado serio y nerd como para siquiera imaginar una relación con el, de éste último, son los que ya están en peligro de extinción, son  esa clase de chicos por los que vale la pena luchar, cambiar, esforzarse, yo tuve la suerte de enamorarme de esa clase de chico, el que prefiere romper su corazón antes que el tuyo, y luego...luego está Dominik Jhonson.

– Samantha Evans, cometiste un error al volver, pequeña.

Ahora que lo miro bien, no sé cómo alguna vez pude salir con el, es un sadico, aunque cabe decir que es bastante atractivo, cabello negro, piel blanca aunque ahora está algo bronceado, ojos grandes y azules grisáceos, labios delgados, su mirada es...no lo se, es como si no tuviera nada, vacía, sin rastro de emoción alguna, viste con una gabardina negra, jean y su habitual zapatillas, la sonrisa que me lanza es algo espeluznante, tiene una promesa sellada, "venganza", ahora, ni siquiera sé porqué me odia tanto, el es como el líder aquí, y solo es un año o dos mayor que yo, lo conozco de prácticamente toda mi vida.

– el es tu nuevo novio?– pregunta mirando a Axel, que no ha dicho una sola palabra desde que apareció Dom – se nota que no lo quieres como para...

– el no es mi novio, es mi marido – lo interrumpo señalando el anillo en mi dedo anular.

Tal vez fue un error provocarlo de esa manera, pues de pronto le da un puñetazo a la ventana de alguna casucha, el cristal se rompe clavándose en sus nudillos, pero eso no parece importarle, no creo siquiera que sea consciente de la sangre que empieza a caer de su mano, manchando la tierra de ese color rojo intenso.

– te advertí lo que pasaría si volvías, atente a las consecuencias, nena.

Otra vez ese apodo, él siempre lo dice, a cualquiera, "nena" parece ser el nombre con la que bautiza al género femenino, siendo honestos es práctico, es decir, no tiene porque memorizar sus nombres, simplemente las llama así y la aludida le presta atención, aunque a la larga es un problema, solo imagínate que estás al rededor de cinco chicas y llamas a una así, las cinco automáticamente se girarán, a mí personalmente no me gusta que me llamen así, ni por ningún apodo extraño, por algo tengo un nombre y me gusta que lo utilicen.

– he venido a hablarte de otra cosa, relájate – bufo pasando por su lado en dirección a la casa central.

Camino como si el lugar fuera mío, alguna vez lo fue, ambos hombres me siguen en silencio, si, Dom es cruel e insensible, pero tiene una extraña debilidad por mi, es capaz de golpearme hasta el cansancio pero sería incapaz de matarme, un extraño cariño.

La casa central está al final del pequeño pueblito de pacotilla, las casas están medio deshechas, pero esa, esa está totalmente reformada, es de tres piso con seis habitaciones, tres baños, uno en cada piso y una cocina en la planta baja, no me sorprende ver a todos los miembros en la puerta, ellos ya sabían de mi llegada, el lugar está hasta arriba de cámaras de vigilancia bien escondidas, estoy segura que antes de siquiera bajar del taxi, ellos ya sabían que era yo, no dudo que me tengan vigilada las veinticuatro horas del día, es es algo normal, ellos nunca dejan de lado a una integrante, las vigilan para que no los denuncie o simplemente las matan, tal vez yo soy la única que pudo salir con vida, con magulladuras y moretones, pero aun así, con vida.

Una chica más alta que yo se abre paso entre el grupo que nos esperan, cabello largo y pelirrojo, cara aniñada pero de mirada asesina, pechos grandes, anchas caderas, se puede decir que tiene el físico de una negra, un culo que envidiaría a cualquiera, a mí no, me gusta el mío, ni muy pequeño, ni muy grande, simplemente normal. Me dispongo a saludarla pero antes siquiera de poder decirle una sola palabra, impacta su puño lleno de anillos grandes en mi cara, tirándome al mugriento piso por la fuerza del golpe, debí haber previsto ese golpe, con una mueca me froto mi barbilla, siento palpitar la zona donde me golpeó. En menos de un segundo siento los brazos de alguien que me ayuda a ponerme en pie, genial, mi chaqueta está completamente manchada de polvo, y mis manos sucias, mi pantalón que antes era blanco, en un lateral esta marrón, odio hacer la colada, odio siquiera lavar los platos, en estos momentos, echo de menos a la sirvienta, María creo que se llama, la que limpiaba mi habitación y lavaba mi ropa.

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