Capotitulo 7

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Mi corazón palpita con demasiada fuerza en mi pecho, una capa de sudor cubre mi cuerpo entero haciendo que la sabana se pegue a mi piel, mi pecho sube y baja con fuerza por mi respiración, mis ojos abiertos en plato mirando la penumbra de la habitación.

Está bien, ya estás despierta.

Por inercia miro el reloj a lado de la cama, sobre la mesa de noche, 01:30, mis manos se aferran a la cubre cama negra con fuerza, haciendo que mis nudillos pierdan color, la luna sigue en lo alto, burlándose de mí, con mi mano cubro mi boca cuando de ella sale un sollozo, que pronto se convierte en arcadas, arcadas que hace que mi cuerpo vibre con brusquedad, aún con la mano sobre mi boca, salgo de la cama y sin importarme quien pueda estar fuera, bajo hacia la cocina con rapidez, abro todas las despensas hasta encontrar los vasos, lo lleno de agua y lo bebo sin detenerme a respirar.

Eres patética Sam.

Ignoro esa voz en mi cabeza y vuelvo a caminar hacia las escaleras que dan a mi habitación, mejor dicho la habitación de Axel pero un gran objeto negro llama mi atención, no debería, todos mis sentidos gritan que vuelva a la seguridad de esa habitación, con mi adorada soledad, pero mis pies deciden hacer algo totalmente diferente, mis manos elevan la tapa del piano y con cuidado pulsa la techa de "La" seguido de otras notas más, combinación blanco y negro, mis dedos, sin querer empiezan a interpretar esa triste melodía de Nocturne, Chopin, sus notas cargadas de una tristeza infinita, se instalan en mi alma domando a mis demonios, transmitiendo esa paz que siempre busco y que nunca encuentro salvo en esta melodía y algunas otras de diferentes compositores, todas tristes.

Cierro los ojos y dejo que mi cuerpo se mueva al ritmo de ese sonido, lento y tan lleno de sentimientos, este es el único momento en el que esa irritante voz en mi cabeza, se queda callada escuchando atenta el conjunto de notas que mis dedos tocan, con sutileza y tranquilidad, una tranquilidad que por lo general, nunca siento. No sé cuánto tiempo llevo tocando, tal vez horas, pero para mí son sólo minutos, mi pecho se oprime creando nuevas lágrimas bajo mis ojos cerrados, dejo de tocar al instante que una lagrima rebelde se abre paso entre mis pesados párpados y descienden por mi mejilla, perdiéndose en la comisura de mis labios secos, humedeciéndolo.

Patética.

Cierro con cuidado la tapa e ignorando esa irritante voz en mi cabeza, me levanto y camino hacia las escaleras, pero me quedo paralizada al ver al hombre sentado a los pies de la escalera, sus codos apoyados sobre sus rodillas flexionadas, su cabello negro como el carbón más despeinado de lo normal, su mirada azulada ya no tiene ese brillo de felicidad que parecía nunca abandonar su rostro, sus labios ya no esbozan esa típica sonrisa a la que extrañamente me había acostumbrado, no parece enfadado, aunque tal vez lo esté por haber utilizado su piano sin permiso.

– esa canción es demasiado melancólica – comenta sin moverse de su sitio.

Me encojo de hombros quitándole importancia, sintiéndome de pronto avergonzada evito su mirada seria.

– que haces despierto tan temprano?

Me distraigo viendo mis pies desnudos, sintiendo mi rostro enrojecer cuando poco a poco subo la mirada por mis piernas desnudas hasta dar con el borde de una vieja camiseta negra que a penas logra cubrir el encaje de mi ropa interior.

– son las seis de la mañana, eres madrugadora Pajarito.

Automáticamente mi vista vuela hacia el gran ventanal, la luna ya se ha ido y el sol empieza lentamente a ascender, regalándonos sus primeros rayos de luz, iluminando la sala, ni siquiera fui consciente de la hora, solo logré dormir cerca de una o dos horas, por lo que mi cara, ahora debe estar hecha un completo desastre, sin embargo no me siento cansada, tal vez exhausta por la forma en la que me levanté.

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