Capitulo 25

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Alguna vez habéis sentido como si el mundo estuviera en vuestra contra, como si todo todo lo que hicieras de alguna forma, siempre está mal, nunca habéis sentido esa inseguridad al salir a la calle, temiendo repetir aquellos sucesos que marcaron tu vida de una forma dolorosa? Yo siento esa inseguridad, ese miedo se iba incrementando a medida que pasaba los segundos, el semáforo se había puesto en verde hace unos minutos, pero ni el coche frente mío me dejaba avanzar ni el de atrás retroceder, los cristales estaban polarizados de manera que no podía ver a los integrantes de cada vehículo, unos segundos después, dos coches más se colocaron a cada lado de mi vehículo de forma que me impedía la huida si quería salir corriendo, mi corazón empezó a bombear con fuerza cuando el maletero del coche de delante se abrió y los de mi costado bajaron la ventanilla, tres hombres con pasamontañas cubriendo sus rostros me apuntaban con metralletas, apreté el volante con fuerza cuando empezaron a acribillar mi coche a balazos, las personas empezaron a gritar y a resguardarse del tiroteo mientras intentaba desesperadamente quitar el cinturón de seguridad que mantenía mi cuerpo pegado a ese asiento de cuero, ninguna bala lograba traspasar los cristales blindados del vehículo, pero pronto lo harían, empecé a temer por mi vida cuando los vidrios empezaron a agrietarse amenazando con romperse y mis temblorosas manos no lograban deshacer el seguro del cinturón.

– parad!!

Grité con lágrimas en los ojos cuando un cuarto hombre se asomó por el maletero con un bazuca sobre sus hombros, iba a morir, lo sabia, siempre me había dicho a mí misma que morir es lo que merecía, que no me importaba que una bala me robase mi último aliento, tenía asumido mi destino, morir en manos de los enemigos, no me preocupaba ese hecho, es más, lo esperaba con ansias pues me negaba a tener los guardaespaldas que mis hermanos tenían a su disposición, sin embargo, ahora, no me siento preparada, no sabía el porqué, pero en ese momento, la única persona que cruzó mi mente fue: Axel Scott, su sonrisa, su mirada, esa forma de hablarme tan educada y maleducada a la vez, en como por fin, después de cuatro semanas de casados, logró hacerme reír como nunca, no pude evitar decepcionarme al pensar en cómo mi muerte, tal vez no le afectaría en absoluto, me reí al darme cuenta cuánto me afectaba ese hecho, no debería pues desde un principio se había encargado de aclarar que nuestro matrimonio solo era un contrato que yo no me opuse a continuar, en un principio era así.

Es increíble cómo estar al borde de la muerte te hace pensar en cosas que hasta ese momento no te habías dado cuenta, no era casualidad que las pocas noches que Axel durmió conmigo, no tuviera una pesadilla, él me transmitía una extraña paz que ahuyentaba esas sombras que me perturbaban por las noches, él no es ningún santo, había averiguado tantas cosas de él que no me gustaron pero que decidí pasar por alto, había conseguido saber quién se esconde detrás del nombre "la mano negra", extrañamente no me importaba, no supone un peligro para mí, o eso quería pensar.

– Muerte a Evans!!!– Gritó uno de los hombres.

El que tenía el bazuca, apretó el gatillo haciendo que esa bala, o lo que sea que fuera, traspasase el cristal, haciéndolo añicos, jadee esperando una explosión que nunca llegó, al menos no en el interior del coche, esa bala enorme traspasó el cristal trasero y se hundió en la parte delantera del coche que iba detrás de mí, ellos no contaban con ello, la parte trasera de mi coche se levanto por la fuerza de la explosión y dio una vuelta dejando mi coche boca abajo, con la mitad sobre el coche de delante y la otra en el asfalto, algunos cristales se clavaron en mis brazos y piernas tiñendo mi pantalón blanco de un color rojo intenso, mi respiración se empezó a acelerar y mis ojos volaban de un lado a otros desorientados, ese sonido hizo que un molesto pitido se instalase en mi oído, todo se volvió borroso.

Chille de dolor cuando el cinturón se rompió y caí sobre el techo de mi coche clavándome un enorme cristal en mi costilla, sobre mi tatuaje, perforando mi piel hasta el punto de creer que dañó mi pulmón, quise moverme pero el dolor era tan agudo que lo único que conseguía era chillar adolorida, se acabó, si ellos no me mataban de un balazo, moriría desangrada, no pude evitar pensar que el deseo de Miguel por fin se cumplirá, el tiroteo nunca cesó y una bala perdida fue a parar a mi hombro, volviendo a tirarme cuando hice el intento de levantarme, mire hacia arriba, como si así pudiera salvar mi trasero, no se puede esperar menos de la hija de una traficante que morir baleada.

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