•CAPÍTULO 59•

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Maratón 1/?. Comenten si quieren otro 😉💛🍃.

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Por favor, que Ruggero este bien.

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No tengo idea cuánto tiempo ha pasado, y aún no escuchamos nada. De seguro que no haya sonidos es algo bueno, no hay disparos. Comienzo a caminar alrededor de la mesa del hall de entrada, y examino las pinturas en las paredes para distraerme.

Nunca antes las había mirado: son todas pinturas figurativas, todas religiosas: las dieciséis de la Virgen y su hijo. ¿Qué tan raro es eso? Ruggero no es religioso ¿verdad? Todas las pinturas en el gran salón son abstractas, estas son tan distintas. No me distraen lo suficiente... ¿Dónde está Ruggero?

Miro a Taylor y él me mira impasible.

—¿Qué sucede?

—No hay noticias Srta. Sevilla.

Abruptamente, el pomo de la puerta se mueve. Taylor se gira y saca un arma de su funda de hombro. Me congelo. Ruggero aparece por la puerta.

—Todo despejado.—dice frunciéndole el ceño a Taylor, quien aleja su arma de inmediato y retrocede para dejarme entrar.— Robert exageró.—se queja Ruggero, y me tiende una mano.

Me quedo mirándolo boquiabierta, incapaz de moverme, asimilando cada pequeño detalle de él: su rebelde cabello, la tensión en sus ojos y en su mandíbula, los dos primeros botones de su camisa abiertos. Creo que debe haber envejecido unos diez años. Ruggero frunce el ceño con preocupación, sus ojos mieles me miran con cariño.

—Está bien, nena.—se mueve hacia mí, envolviéndome en sus brazos y besa mi cabello.— Vamos, estás cansada. A la cama.

—Estaba preocupada.—murmuro regocijándome en su abrazo e inhalando su dulce, esencia con mi cabeza contra su pecho.

—Lo sé. Todos estamos nerviosos.

Taylor ha desaparecido, probablemente en el interior del apartamento.

—Honestamente, tus exs están probando ser todo un reto, y un bendito dolor de cabeza Sr. Pasquarelli.—murmuro con ironía. Ruggero se relaja.

—Sí, lo son.—me suelta y toma mi mano, llevándome por el pasillo hacia el gran cuarto.— Robert y su equipo están resignado todos los armarios y alacenas. No creo que ella esté aquí.

—¿Por qué estaría aquí? No tiene sentido.

—Exactamente.

—¿Cómo pudo entrar?

—No veo cómo. Pero Robert es demasiado precavido a veces.

—¿Has revisado el cuarto de juegos?—susurro.

Ruggero me mira de pronto, sus cejas alzándose.

—Sí, está cerrado, pero Robert y yo revisamos.

Tomo un profundo y tranquilizador aliento.

—¿Quiere beber algo?—pregunta Robert.

—No, gracias.—la fatiga me atraviesa, solo quiero ir a la cama.

—Vamos. Déjame que te lleve a la cama. Te ves exhausta.—la expresión de Ruggero se suaviza.

Frunzo el ceño ¿No vendrá también? ¿Quiere dormir solo?

Me siento aliviada cuando me lleva a su cuarto. Coloco mi bolso de mano sobre la cómoda y la abro para vaciar el contenido. Espío la nota de la Sra. Johnson.

—Aquí.—se la pasó a Ruggero.—No sé si quiero leer esto. Quiero ignorarlo.

Ruggero la revisa brevemente y su mandíbula se aprieta.

—No sé que espacios en blanco puede rellenar.—dice con desdén.—Necesito hablar con Robert.—me mira.— Déjame abrirte el vestido.

—¿Vas a llamar a la policía por lo del auto?—pregunto mientras me doy la vuelta. Quita el cabello de en medio, sus dedos suavemente vagando por mi espalda desnuda, y baja el cierre.

—No, no quiero involucrar a la policía. Ana necesita ayuda, no intervención policial, y no los quiero aquí. Solo deberemos redoblar nuestros esfuerzos para encontrarla.—se inclina ligeramente y planta un gentil beso en mi hombro.—Ve a la cama.—ordena, y entonces se ha ido.

Me acuesto, mirando el techo, esperando que vuelva

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Me acuesto, mirando el techo, esperando que vuelva. Tantas cosas han pasado hoy, tanto para procesar. ¿Por dónde empezar? Me siento sobresaltada, desorientada ¿Me quedé dormida? Parpadeando en el tenue resplandor que el pasillo arroja a través de la puerta del dormitorio, noto que Ruggero no está junto a mí. ¿Dónde está? Levanto la vista.

¡Mierda!

Parada al final de la cama hay una mujer. Una sombra tal vez. ¿Vestida de negro? Es difícil decirlo. En mi estado de confusión, extiendo la mano y enciendo la luz de noche, y cuando vuelvo a mirar ni hay nadie ahí. Sacudo mi cabeza. ¿Lo imaginé? ¿Soñé? ¿Estoy teniendo alucinaciones? Seguro es la presión y la longitud de éste día.

Me siento y miro a mi alrededor, una vaga e insidiosa inquietud me cubre, pero estoy sola. Me froto el rostro. ¿Qué hora es? ¿Dónde está Ruggero? La alarma dice que son las dos y cuatro de la mañana.

Atontadamente salgo de la cama, me dirijo a abajo a buscarlo, desconcertada por mi hiperactiva imaginación. Ahora estoy viendo cosas. Debe ser una reacción a los eventos dramáticos de la noche.

El cuarto principal está vacío, la única luz que emana es la de las tres lámparas que cuelgan sobre la barra de desayuno. Pero la puerta de su estudio está abierta, y lo escucho al teléfono.

—No sé porqué me llamas a esta hora de la noche. No tengo nada que decirte... bueno dímelo, ahora. No tendrás que dejar un mensaje.—me quedo inmóvil junto a la puerta, escuchando con aire de culpabilidad. ¿Con quién está hablando?—No, tu escucha. Te lo pedí, y ahora te lo digo. Déjala tranquila. No tiene nada que ver contigo. ¿Lo entendiste?—suena agresivo y enojado, dudo en tocar.— Sé que lo haces. Pero lo digo en serio Elena. Déjala en paz. ¿O debo decirlo por tercera vez? Ella es lo mejor que me pasó en la vida, sacó todas las sombras que me atormentaban. Elena, con ella duermo en paz... no me importa si necesito el cuarto rojo. Tengo más necesidad de estar con ella, que cualquier otra cosa del mundo. ¿Me escuchas?... Bien. Buenas noches.—estampa el teléfono contra el escritorio.

Oh mierda... tentativamente toco la puerta.

—¿¡Qué quieres ahora!?—gruñe, casi que quiero correr y esconderme.

CUMPLIENDO TUS REGLAS [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora