•CAPÍTULO 9•

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Cefalú es una antigua ciudad y un municipio italiano de la provincia de Palermo, en Sicilia. Está situado en la costa siciliana septentrional, a unos 70 km de Palermo, a los pies de un promontorio rocoso. Es uno de los mayores centros balnearios de toda la provincia; a pesar de sus dimensiones, cada año atrae a miles de turistas, sicilianos e italianos en general. En la época estival la población llega a duplicarse. Tiene termas romanas, una catedral antigua, maravillosas playas y constituye una ciudad tranquila llena de historia. Puerto pesquero y sede de un obispado.

Paseo del brazo con Ruggero a través de las estrechas calles empedradas, mi mano en el bolsillo trasero de sus shorts. Robert, Taylor y  Gaston o Rodrigo , no puedo decir cuál es la diferencia entre ellos, caminan detrás de nosotros. Pasamos una plaza cubierta de árboles, donde tres ancianos, uno lleva una boina tradicional a pesar del calor, están jugando petanca. Está muy concurrida por los turistas, pero me siento a gusto metida debajo del brazo de Ruggero.

Hay tanto que ver: pequeños callejones y pasadizos que conducen a patios con fuentes de piedra, antiguas y modernas esculturas
y fascinantes pequeñas boutiques y tiendas.
En la primera galería, Ruggero mira distraídamente a unas fotografías eróticas frente a nosotros. Son obras de Florence D’elle: mujeres desnudas en varias poses.

—No es exactamente lo que tenía en mente —murmuro con desaprobación.

Me hacen pensar en la caja que encontré en su armario, nuestro armario. Me pregunto si las destruyó.

—Yo tampoco —dice Ruggero, sonriéndome.

Toma mi mano y paseamos hacia el siguiente artista. Ociosamente, me pregunto si después de todo debería dejarle tomarme fotos. Mi diosa interna asiente frenéticamente en aprobación. La siguiente exhibición es una pintora que se especializa en arte figurativo, frutas y verduras de muy cerca y con colores vivos y gloriosos.

—Me gustan esas —señalo tres cuadros de pimientos—. Me recuerdan a ti picando vegetales en mi apartamento—me río. La boca de Ruggero se tuerce en su intento fallido de esconder su diversión.

—Pensé que había manejado eso competentemente —murmura—. Era sólo
un poco lento, y de todas maneras —me empuja en un abrazo—, estabas distrayéndome. ¿Dónde los pondrías?

—¿Qué?—Ruggero olisquea mi oreja.

—Los cuadros, ¿dónde las pondrías? —
muerde mi lóbulo y lo siento en mi ingle.

—Cocina —murmuro.

—Hmm. Buena idea, Sra. Pasquarelli—me acerco al precio. Cinco mil euros cada uno ¡Santa Mierda!

—¡Son muy caros! —jadeo.

—¿Y? —Él me olisquea de nuevo—. Tienes que acostumbrarte, Karol—me libera y se pasea hacia la mesa donde una mujer vestida completamente de blanco está de pie boquiabierta ante él. Quiero poner los ojos en blanco, pero volví mi atención a los cuadros. Cinco mil euros… Jesús.

Hemos terminado el almuerzo y nos relajamos tomando un café en el hotel Capri Tiberio Palace. La vista del campo de los alrededores es impresionante. Viñedos y campos de girasoles forman un mosaico en la llanura, salpicado aquí y allá con pulcras pequeñas casas de campo italianas. Es un día hermoso, tan claro que podemos ver todo el camino hasta el mar, brillando tenuemente en el horizonte. Ruggero interrumpe mi ensoñación.

—Me preguntaste porqué trenzo tu cabello —murmura. Su tono me alarma. Parece… culpable.

—Sí—oh mierda.

—La drogadicta me dejaba jugar con su cabello, creo. No sé si es un recuerdo o un sueño.

¡Wao! Su madre biológica. Él me mira, su expresión indescifrable. Mi corazón salta hasta mi boca.

CUMPLIENDO TUS REGLAS [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora