•CAPÍTULO 77•

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De regreso en mi escritorio. Afortunadamente no está en su oficina. Parece que me he salido con la mía. Miro intensamente la pantalla de mi computadora, sin ver, tratando de ensamblar mis pensamientos en modo de trabajo.

—¿Dónde estabas?—salto. Benicio está parado, cruzado de brazos, a mi lado.

—Estaba en la cafetería.—mentí. Los labios de Benicio se presionaron en una delgada, intransigente línea.

—Me voy a las seis treinta a tomar el avión. Necesito que estés aquí hasta entonces.

—Bien.—sonrío dulcemente como si pudiera manejarlo.

—Me gustaría mi itinerario para Nueva York impreso y fotocopiado diez veces. Y empaca los folletos. ¡Y dile a Nancy que me traiga algo de café!—gruñe y se encamina a su oficina. Exhalo un suspiro de alivio y le saco la lengua mientras cierra la puerta. Bastardo.

Alrededor de las seis y quince, la oficina está desierta. Tengo todo listo para Benicio. Su taxi del aeropuerto estaba en camino, y solo tengo que entregarle sus documentos. Miro nerviosamente a través del vidrio, pero aún está sumido en su llamada telefónica, y no quiero interrumpirlo no con el humor con el que estaba hoy. Mientras esperaba que terminara, se me ocurrió que no había comido hoy.

Oh mierda, esto no iba a ir bien con Ruggero.

Rápidamente abrí el cajón de mi escritorio para ver si había dejado algunas galletas. Mientras abría el paquete de galletas comunes, Benicio apareció inesperadamente en la entrada de la cocina, sorprendiéndome.

Oh, ¿Qué está haciendo aquí?

Me miró.

—Bien, Karol, creo que quizás este es un buen momento para discutir tus faltas.—entró, cerrando la puerta tras él, y mi boca se secó instantáneamente mientras las campanas de alarma sonaban y perforaban mi cabeza.

Oh, joder.

Sus labios se curvaron en una sonrisa grotesca, y sus ojos brillaban en un cobalto oscuro.

—Por fin te tengo por tu cuenta.—dijo, y lentamente lamió su labio inferior.

¿Qué?

—Ahora... ¿vas a ser una niña buena y escuchar muy cuidadosamente lo que digo?—los ojos de Benicio resplanceden en un gris oscuro, y sonríe sarcásticamente mientras echa una mirada lasciva hacia abajo por mí cuerpo.

El miedo me ahoga. ¿Qué es esto? ¿Qué quiere? De alguna parte en lo profundo de mi interior y a pesar de mi boca seca, encuentro la determinación y coraje para exprimir algunas palabras, el mantra “mantenlos hablando” de mí clase de autodefensas circulando en mi cerebro, como un etéreo centinela.

—Benicio, ahora no es un buen momento para esto. Tú taxi llega en diez minutos y necesito entregarte todos tus documentos.—mi voz es tranquila pero ronca, traicionándome.

Sonríe, y es una despótica sonrisa de “jódete” que finalmente toca sus ojos. Destellan bajo el brillo de la espera luz fluorescente de la franja de luz sobre nosotros en la monótona habitación sin ventanas. Da un paso cerca de mí, mirándome, sus ojos nunca dejan los míos. Sus pupilas se dilatan mientras miro, el negro eclipsando al azul. Oh no. Mi miedo asciende.

—Sabes que tuve que pelear con Mónica para darte este trabajo...—su voz se apaga de otro paso hacia mí y retrocedo contra los sucios armarios de pared. Mantenlo hablando, mantenlo hablando, mantenlo hablando, mantenlo hablando.

—Benicio, ¿cuál es exactamente tu problema? Si quieres exponer tus quejas, entonces quizás debamos ir a Recursos Humanos. Podemos hacer esto con Mónica en un ambiente más formal.

CUMPLIENDO TUS REGLAS [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora