•CAPÍTULO 10•

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De vuelta en el coche está reflexivo, contemplando los campos de brillantes
girasoles, sus cabezas siguiendo y disfrutando el sol de la tarde. Uno de los gemelos, creo que Gaston, está conduciendo y Robert está a su lado.

Ruggero está cavilando sobre algo. Alcanzándolo, estrecho su mano, dándole un tranquilizador apretón. Se voltea a mirarme, antes de soltar mi mano y acariciar mi rodilla. Estoy usando una falda corta de etiqueta, azul y blanca, y una camisa azul ajustada, sin mangas. Ruggero duda, y no sé si su mano va a viajar arriba a mi muslo o abajo por mi pierna. Me tenso con anticipación ante la gentil caricia de sus dedos y mi respiración se detiene. ¿Qué va a hacer? Elige abajo, de repente agarra mi tobillo y tira de mi pie a su regazo. Giro mi espalda así estoy enfrentándolo en la parte trasera del coche.

—Quiero el otro, también—miro nerviosamente hacia Robert y a Gaston, cuyos ojos están decididamente en el camino adelante, y sitúo mi otro pie en su regazo. Sus ojos fríos, alcanza y presiona un botón localizado en su puerta. Frente a nosotros, una pantalla de privacidad ligeramente tintada se desliza de un panel, y diez segundos más tarde estamos efectivamente por nuestra cuenta. Wow… no es de extrañar que la parte trasera de este coche tenga tanto espacio para las piernas.

—Quiero mirar tus tobillos—Ruggero ofrece su tranquila explicación. Su mirada inquieta.

¿Las marcas de las esposas? Por Dios… pensé que habíamos lidiado con esto. Si hay marcas, están ocultas por las correas de las sandalias. No recuerdo haber visto ninguna esta mañana. Gentilmente, acaricia con su dedo pulgar hacia arriba de mi empeine derecho, haciéndome retorcer. Una sonrisa juega en sus labios y con destreza deshace las correas y su sonrisa se desvanece cuando se confronta a las marcas de color rojo más oscuro.

—No me duele —murmuro. Me mira y su expresión es triste, su boca en una línea fina. Asiente una vez como si estuviera tomando mi palabra mientras sacudo mi sandalia suelta para que caiga al suelo, pero sé que lo he perdido. Esta distraído y melancólico otra vez, mecánicamente acariciando mis pies mientras se aleja para mirar por la ventanilla del coche, una vez más.

—¿Qué estás esperando? —pregunto en voz baja. Me mira y se encoge de hombros.

—No esperaba sentirme como me siento mirando estas marcas —dice.

¡Oh! ¿Reticente un minuto y comunicativo al siguiente? ¿Cómo…? ¡Cincuenta! ¿Cómo puedo mantenerme al día con él?

—¿Cómo te sientes?—él me mira, sus ojos sombríos. —Incómodo —murmura.

¡Oh, no! Desabrocho mi cinturón de seguridad y me deslizo más cerca de él, dejando los pies en su regazo. Quiero subirme a su regazo y sostenerlo, y lo haría, si sólo estuviera Robert al frente. Pero saber de Gaston me da calambres, a pesar del cristal. Si sólo fuera más oscuro. Agarro sus manos.

—Son los chupones los que no me gusta —le susurro—. Todo lo demás… lo que hiciste —bajo mi voz aún mas— con las esposas, disfruté de eso. Bueno, más que disfrutar. Fue alucinante. Puedes hacerme eso otra vez en cualquier momento—se mueve en su asiento.

—¿Alucinante? —mi diosa interna mira
sorprendida desde sus Jackie Collins.

—Sí —sonrío. Doblo mis dedos de los pies en su entrepierna endurecida y veo más que escucho su aguda respiración, sus labios separarse.

—Deberías estar usando tu cinturón de seguridad, Sra. Pasquarelli—su voz es
baja, y curvo mis pies a su alrededor una vez más. Él jadea y sus ojos se oscurecen y agarra mi tobillo en advertencia. ¿Quiere que me detenga? ¿Continúe?

Se detiene y frunce el ceño. Agarra su siempre omnipresente iPhone de su bolsillo para tomar una llamada entrante y mira su reloj. Su ceño fruncido se profundiza.

CUMPLIENDO TUS REGLAS [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora