•CAPÍTULO 48•

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¿Quién demonios es ella?

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-La compradora personal en París.-dice, espeluznantemente respondiendo a mi pregunta no formulada.

-Oh.

-Estoy un poco distraído.

-Puedo verlo. ¿Qué quieres Ruggero?-le doy una mirada sin sentido. Él responde con una sonrisa retorcida, y saca unas cosas de plata redondas como huevos de su bolsillo, deteniéndome. ¡Mierda! ¿Qué es eso? ¿Será otro de sus objetos eróticos?

-No es lo que piensas.-dice rápidamente.

-Ilumíname.-susurro.

-Pensé que podrías usar éstas, en la fiesta, esta noche.

Y las implicaciones de esa oración cuelgan entre nosotros mientras la idea se hunde.

-¿Para este evento?-estoy sorprendida.

Él asiente lentamente, sus ojos oscureciéndose. Oh mi...

-¿Me azotarás más tarde?

-No.

Por un momento, sentí una punzada fugaz de decepción. Él ríe.

-¿Quieres que lo haga?.-trago, simplemente no sé.

-Bueno, ten por seguro que no te voy a tocar de esa manera, ni siquiera si me ruegas.

Oh. Éstas son noticias.

-¿Quieres jugar este juego?-continua, sosteniendo las bolas.-Siempre puedes quitarlas si son demasiado.

Lo miro fijamente. Luce perversamente tentador, descuidado, cabello luego de coger, ojos oscuros que brilla con pensamientos eróticos, esa hermosamente esculpida boca, labios levantados en una sonrisa sexy y divertida.

-De acuerdo.-consiento en voz baja. ¡Sí maldita sea! Mi subconsciente ha encontrado su voz y grita a los cuatro vientos.

-Buena chica.-sonríe Ruggero.-Ven aquí, y te las pondré, una vez que te hayas puesto tus zapatos.

¿Mis zapatos? Me giro y veo los tacones altos de aguja plateada que combinan perfectamente con el vestido que he elegido usar.

¡Complácelo! Ladra mi subconsciente.

Él extiende su mano para darme soporte mientras me calzo en los zapatos de Christina Louboutin, un robo de tres mil doscientos noventa y cinco dólares. Debo ser al menos cinco centímetros más alta ahora.

Él me lleva a la cama pero no sé sienta., Camina hacia la única silla del cuarto, tomándola, la transporta y la pone en frente de mí.

-Cuando asienta, te agachas y agarras la silla.-¿Entiendes?-su voz es ronca.

-Sí.

-Bien, ahora abre tu boca.-ordena, su voz aún suave.

Hago lo que me dice , pensando que va a poner las bolas en mi boca para lubricar las. No, él mete su dedo.

Oh...

-Chupa.-dice, me acerco y agarro su mano, sujetándola firme y hago lo que se dijo... ven, puedo ser obediente, cuando quiero

Sabe a jabón... mmm. Chupo con fuerza, y me siento recompensada cuando sus ojos se abren y su boca se entreabre mientras inhala. No voy a necesitar ningún lubricante a este ritmo. Él pone las bolas en mi boca mientras hago una relación a su dedo, enrollando mi lengua alrededor de él. Cuando trata de retirarlo, cierro mis dientes. Sonríe, luego agita su cabeza amonestándome, así que lo dejo ir. Ruggero asiente, y me agacho y agarro los lados de la silla. Mueve mis bragas a un lado y lentamente desliza un dedo dentro de mí, dando vueltas tranquilamente, así lo sentía, en todas partes. No puedo evitar el gemido que escapaba de mis labios.

Retira el dedo brevemente y con mucho cuidado, mete las bolas, una a la vez, empujándolas en mi interior. Una vez están en posición, pone de nuevo las bragas en su lugar y besa la parte posterior. Deslizando sus manos en cada una de mis piernas hasta mis tobillos, hasta el muslo, besa suavemente la parte superior de cada muslo donde mis medias terminan.

-Tienes unas hermosas, muy hermosas piernas, señorita Sevilla.-murmura.

Poniéndose de pie, agarra mis caderas y me tira hacia él para que sienta su erección.

-Quizás te tenga así más tarde cuando lleguemos a casa, Karol. Puedes ponerte de pie ahora.

Me siento mareada, más allá de despierta mientras el peso de las bolas empuja y tiran en mi interior. Inclinándose detrás de mí. Ruggero besa mi hombro

-Compré estos para que los usaras en la gala del último sábado.-pone su brazo a mi alrededor y extiende su mano. En su palma descansa una pequeña caja roja con el sello de Tiffani & Co escrito en la tapa.-Pero me dejaste, así que nunca tuve la oportunidad de dártelos.

Oh...

-Ésta es mi segunda oportunidad.-murmura, su voz dura con un poco de emoción sin nombre. Está nervioso.

Tentativamente tomo la caja y la abro. Dentro brillan un par de pendientes de gota. Cada uno tiene cinco diamantes, uno en la base luego cuatro diamantes perfectamente espaciados colgado uno después del otro. Son hermosos, simples, y clásicos. Lo que yo escogería si me diesen alguna vez la oportunidad de comprar en Tiffani & Co.

-Son encantadores.-susurre, y porque son pendientes de segunda oportunidad, los amo.-Gracias.

Se relaja contra mí mientras la tensión deja su cuerpo, y besa de nuevo mi hombro.

-¿Usarás el vestidode satén rojo?-pregunta.

-¿Si? ¿Está bien?

-Por supuesto, te dejare alistarte.-sale por la puerta sin mirar atrás.

CUMPLIENDO TUS REGLAS [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora