•CAPÍTULO 99•

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Maratón 7/?. ¡Comenten!

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Elena agarra sus enrojecidas mejillas y mira con horror por un instante, conmocionada y parpadeando hacia Anto. Luego se apresura a salir del cuarto, sin molestarse en cerrar la puerta.

Antonella se gira para enfrentar a Ruggero y un tenso silencio se instala como una
delgada manta sobre nosotros mientras Ruggero y Anto se miran fijamente. Después de un segundo, ella habla.

—Karol, antes de entregártelo, ¿me darías un minuto o dos a solas con mi hijo?—su
voz es tranquila, ronca, pero, oh, tan fuerte.

—Por supuesto —susurro, y salgo tan calmada como puedo, mirando ansiosamente sobre mi hombro. Pero ninguno de ellos me mira mientras me voy.
Siguen mirándose el uno al otro, su comunicación tacita fuertemente alta. En el pasillo, estoy momentáneamente perdida. Mi corazón late y mi sangre se desplaza por mi venas… me siento presa del pánico en mi interior. Mierda, eso fue fuerte y ahora Antonella lo sabe. Más mierda. No puedo pensar en lo que le va a decir a Ruggero, y sé que está mal, lo sé, pero me recuesto contra la puerta tratando de escuchar.

—¿Cuánto, Ruggero? —la voz de Anto es suave, difícilmente le escucho. No puedo oír su respuesta.

—¿Qué edad tenías? —su voz es más insistente—. Dime. ¿Qué edad tenías cuando
todo esto empezó? —se nuevo no puedo escuchar a Ruggero.

—¿Todo bien Karol? —Lydia me interrumpe.

—Sí, bien. Gracias… yo—Lydia sonríe.

—Voy a buscar mi bolso. Necesito un cigarrillo. Por un breve instante contemplo unírmele.

—Voy al baño—necesito reunir mi astucia y mis ideas, para procesar lo que he visto y escuchado. Escaleras arriba parece el lugar más seguro para estar sola. Veo a Lydia pasear por el salón, subo dos escaleras a la vez hacia el segundo piso, luego al tercero. Sólo hay un lugar en el que quiero estar.

Abro la puerta del cuarto de Ruggero y la cierro tras entrar, engullo un gran aliento. Dirigiéndome a su cama, me dejo caer en ella mirando hacia el blanco techo. Santo cielo. Esto tiene que ser, sin duda, uno de los enfrentamientos más terribles que he tenido que soportar, y ahora me siento entumecida, mi prometido y su ex amante, ninguna aspirante a novia debería ver eso. Habiendo dicho eso, parte de mí está agradecida de que me haya revelado su verdadero yo, y que pude estar ahí para dar testimonio.

Mis pensamientos regresan a Antonella. Pobre Anto, escuchar todo eso. Agarro una
de las almohadas de Ruggero Habrá escuchado que él y Elena tenían un
romance, pero no de la naturaleza de ese. Gracias a los cielos. Gimo.

¿Qué estoy haciendo? Quizás la malvada bruja tenga un punto. No, me rehúso a creer eso. Ella es tan fría y cruel. Agito mi cabeza. Ella esta equivocada. Yo estoy bien para Ruggero. Soy lo que él necesita. Y en un momento de aturdidora claridad. No cuestiono cómo ha vivido su vida hasta hace poco, sino por qué. Sus razones para hacer lo que ha hecho a incontables chicas, ni siquiera quiero saber cuantas. El cómo esto está mal. Todas eran adultas. Todas estaban en —¿cómo lo planteo Flynn?— relaciones sanas, seguras y consensuadas. Ese es el
por qué. El por qué estaba mal. El por qué era de su lugar oscuro.

Cierro mis ojos y pongo mi brazo sobre ellos. Pero él ha dejado eso atrás, ha seguido adelante, y ambos estamos en la luz. Estoy deslumbrado por él y él por mí. Podemos guiarnos. Una idea se me ocurre. ¡Mierda! Una roída e insidiosa idea yestoy en el lugar donde puedo acostar este fantasma para que descanse. Me siento sobre la cama. Sí, debo hacerlo. Temblando me pongo de pie, me quito los zapatos, camino hacia su escritorio,
examino el tablón encima de él. Las fotos de Ruggero joven están todavía allí, más
conmovedoras que nunca cuando pienso en el espectáculo que acabo de presenciar
entre él y la señora Johnson. Y allí en la esquina está la pequeña foto en blanco y
negro, de su madre, la drogadicta.

CUMPLIENDO TUS REGLAS [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora