•CAPÍTULO 69•

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La Sra. Cooper preparó mi desayuno de panqueques y tocino y para Ruggero un omelette. Nos sentamos lado a lado en la barra en un cómodo silencio.

—¿Cuándo voy a conocer a tu entrenador, Pedro, y ponerlo a prueba?—pregunto. Ruggero me mira, sonriendo.

—Depende si quieres ir a Nueva York este fin de semana o no... menos que quieras verlo temprano una mañana esta semana. Le pediré a Sandra que compruebe sus horarios y te diré.

—¿Sandra?

—Mi asistente personal.—ya la recuerdo.

—Una de tus tantas pelirrojas.—me burlo.

—No es mía. Trabaja para mí, tú eres mía.

—Trabajo para tí.—me quejo ácidamente, sonríe como si lo hubiera olvidado.

—Entonces lo haces.—su sonrisa radiante es contagiosa.

—Tal vez Pedro pueda enseñarme kickboxing.—advierto.

—¿Ah, sí? ¿Te imaginas tus posibilidades contra mi?—Ruggero levanta una ceja, divertido.—Provóqueme, señorita Sevilla.—él está tan condenadamente feliz comparado con su asqueroso humor de ayer después que discutiéramos. Tal vez es todo el sexo... tal eso es lo que lo está haciendo tan optimista. Echo un vistazo atrás de mí al piano, saboreando el recuerdo de la noche anterior.

—Subiste de nuevo la tapa del piano.

—La cerré anoche para no molestarte. Supongo que no funcionó, pero me alegro de que no lo haya hecho.—los labios de Ruggero se torcieron en una sonrisa lasciva mientras tomaba un bocado de omelette. Me puse carmesí y le sonreí de regreso.

Oh, sí... momentos divertidos en el piano.

La Sra. Cooper se inclina y deja una bolsa de papel que contiene mi almuerzo delante de mí haciéndome sonrojarme por la culpa.

—Para más tarde, Karol. ¿Jamón está bien?

—Oh, sí. Gracias, Sra. Cooper.—le doy una tímida sonrisa, la cual corresponde afectuosamente antes de retirarse a la gran habitación. Sospecho que es para darnos algo de privacidad.

—¿Puedo preguntarte algo?—me giro hacia Ruggero. Su expresión divertida se esfuma.

—Por supuesto.

—¿Y no te enojarás?

—¿Es sobre Elena?

—No.

—Entonces no me enojaré.

—Pero ahora tengo una pregunta suplementaria.

—¿Oh?

—La cual es acerca de ella.—rueda sus ojos.

—¿Qué?—dice, y ahora está exasperado.

—¿Por qué te enfadas tanto cuando pregunto por ella?

—¿Honestamente?—le frunzo el ceño.

—Pensé que siempre eras honesto conmigo.

—Lo intento.—estrecho mis ojos hacia él.

—Eso suena como una respuesta muy evasiva.

—Siempre soy honesto contigo, Karol. No quiero jugar juegos, bueno, no esa clase de juegos.—modifica cuando sus ojos se encienden.

—¿Qué clase de juegos quieres jugar?—inclina su cabeza hacia un lado y me sonríe.

—Señorita Sevilla, te distraer tan fácil.—me río, tiene razón.

CUMPLIENDO TUS REGLAS [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora