•CAPÍTULO 76•

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Acuno a Ruggero entre mis brazos, su cabeza en mi pecho, mientras yacemos en el resplandor de nuestro amor. Pasó mis dedos por su cabello mientras escucho su respiración normalizarse.

—Nunca me dejes.—susurra, y giro los ojos sabiendo que no puede verme.

—Sé que estás girando tus ojos.—murmura y escucho el rastro de humor en su voz.

—Me conoces bien.—murmuro.—Me gustaría conocerte mejor.—Volviendo a ti Pasquarelli. ¿De qué se trataba tu pesadilla?

—Lo usual.

—Dime.—traga y se tensa antes de dejar escapar un suspiro, un largo suspiro.

—Debo tener como tres años, y el proveedor de la perra drogadicta está enojado como el infierno otra vez. Fuma y fuma, un cigarrillo tras otro, y no puede encontrar un cenicero.—se detiene y me congelo mientras un aterrador frío se agarra mi corazón.—Eso duele.—dice.—Es el dolor lo que recuerdo. Eso es lo que me da pesadillas. Eso y el hecho que ella no hizo nada para detenerlo.

Oh no. Esto es insoportable.

Aprieto mi agarre sobre él, mis piernas y mis brazos sosteniéndolo hacia mí, y no dejo que mi desesperación me ahogue. ¿Cómo pude alguien tratar así a un niño? Levanta la cabeza y clava su intensa mirada en mí.

—Tú no eres como ella. Nunca pienses eso. Por favor. —parpadeo de vuelta a él. Es algo muy tranquilizador de escuchar. Coloca su cabeza en mi pecho otra vez, y creo que ha terminado, pero me sorprende continuando.

—A veces en los sueños ella solo está acostada en el suelo. Y creo que está durmiendo. Pero no se mueve. Nunca se mueve. Y tengo hambre. Mucha hambre.

Oh, mierda.

—Entonces hay un ruido fuerte y él regresa, y le golpea tan duro maldiciendo a la perra drogadicta. Su primera reacción siempre fue usar los puños o el cinturón.

—¿Es por eso que no te gusta que te toque?—cierra los ojos y me abraza más fuerte.

—Eso es complicado.—murmura. Con su nariz acaricia los pechos, inhalando profundamente, intentando distraerme.

—Cuéntame.—le pido. Suspira.

—Ella no me amaba. Yo no me amaba. El único toque que conocía era el... cruel. De ahí surgió. Flynn lo explica mejor que yo.

—¿Puedo ver a Flynn?—levanta la cabeza y me mira. Levanta la cabeza para mirarme.

—¿Lo de Cincuenta sombras se te está pegando?

—Algom me gusta lo que se me está pegando por el momento.—me retuerzo provocativamente debajo de él y sonríe.

—Sí, señorita Sevilla, también me gusta eso.—se hace hacia delante y me besa. Me mira por un momento.—Eres tan preciosa para mí Karol. Hablaba en serio cuando dije lo de casarme contigo. Nos podremos conocer el uno al otro entonces. Puedo cuidarte. Tú puedes cuidarme a mí. Podemos tener hijos si queremos. Pondré mi mundo a tus pies Karol. Te quiero en cuerpo y alma para siempre. Por favor, piénsalo.
 
—Lo pensaré, Ruggero. Lo pensaré.—lo tranquilizo, tambaleándome una vez más.—¿Niños? Por Dios.—Sin embargo me encantaría hablar con el Dr. Flynn, si no te importa.

—Lo que sea para ti nena. Lo que sea. ¿Cuándo te gustaría verlo?

—Mejor pronto que tarde.

—De acuerdo. Haré los arreglos en la mañana.—mira el reloj.—Es tarde deberíamos dormir.—se voltea para apagar la luz de su mesita y me tira contra él. Miro el reloj. Mierda. Son las tres cuarenta y cinco, enrolla sus brazos a mi alrededor, su frente contra mi espalda y acaricia mi cuello.—Te amo Karol Sevilla, y quiero que estés siempre a mi lado.—murmura mientras besa mi cuello.—Ahora duerme.—cierro los ojos.

CUMPLIENDO TUS REGLAS [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora