•CAPÍTULO 89•

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—¡Ruggero!

Giro mi cabeza a tiempo de ver a Antonella gritando al otro lado de la enorme sala en
el sitio donde se había estado paseando en alguna parte detrás de mí, y ahí en la entrada se encuentra de pie un consternado Ruggero. Está vestido en mangas de camisa y pantalones de traje, y está sujetando su chaqueta azul marino, zapatos y calcetines. Se ve cansado, sucio, y completamente hermoso.

Mierda santa… Ruggero. Está vivo. Lo miro aturdida, intentando descubrir si estoy
alucinando o si realmente él está aquí. Su expresión es una de absoluto desconcierto. Deposita su chaqueta y zapatos en el suelo justo a tiempo para atrapar a Anto, quien lanza sus brazos alrededor de su cuello y lo besa con fuerza en la mejilla.

—¿Mamá?—Ruggero la mira, completamente perdido.

—Pensé que nunca te vería otra vez —susurra Anto, expresando nuestro miedo
colectivo.

—Mamá, estoy aquí. —Escucho la consternación en su voz.

—Morí de mil formas hoy —susurra ella, su voz apenas audible, haciendo eco de nuestros pensamientos. Ella jadea y solloza, sin ser capaz ya de reprimir sus lágrimas. Ruggero frunce el ceño, horrorizado o mortificado —no sé cuál de las dos—y luego, después de un segundo, la envuelve en un enorme abrazo, sosteniéndola cerca.

—Oh, Ruggero —se ahoga ella, envolviendo sus brazos a su alrededor, sollozando
en su cuello —todo el auto control olvidado— y Ruggero no se opone. Sólo la sostiene, balanceándolos de atrás hacia adelante, consolándola. Produciendo una piscina de lágrimas en mis ojos.

Bruno grita desde el pasillo:

—¡Está vivo! ¡Mierda… estás aquí! —Aparece desde la oficina con Robert, sosteniendo su móvil, y los abraza a ambos, con los ojos cerrados en dulce alivio.

—¿Papá?

Luci chilla algo inteligible a mi lado, y luego está de pie, corriendo, uniéndose a sus
padres, abrazándolos a todos, también.
Finalmente las lágrimas comienzan a correr por mis mejillas. Él está aquí, está bien.
Pero no puedo moverme. Bruno es el primero en separarse, limpiándose los ojos y palmeando el hombro de Ruggero. Lucía los libera y Antonella da un paso atrás.

—Lo lamento —murmura.

—No, mamá, no pasa nada —dice Ruggero, la consternación todavía evidente en su rostro.

—¿Dónde estabas? ¿Qué sucedió? —Antonella llora y apoya su cabeza en sus manos.

—Mamá —murmura Ruggero. La atrae hacia sus brazos otra vez y besa la parte superior de su cabeza—. Estoy aquí. Estoy bien. Sólo me tomó una cantidad infernal de tiempo regresar desde Portland. ¿Qué hay con lo del comité de bienvenida? —levanta la mirada y escanea la habitación hasta que sus ojos se
traban con los míos.

Parpadea y mira brevemente a Renato, quien deja ir mi mano. La boca de Ruggero se tensa. Bebo de su vista y el alivio se dispersa a través de mí, dejándome agotada,
exhausta, y completamente eufórica. Sin embargo mis lágrimas no se detienen.  Ruggero regresa su atención a su madre.

—Mamá, estoy bien. ¿Qué ocurre? —dice Ruggero de forma tranquilizadora. Ella pone sus manos a cada lado de su rostro.

—Ruggero, has estado desaparecido. Tu plan de vuelo… nunca llegaste a Portland. ¿Por qué no nos contactaste?—las cejas de Christian se levantan en sorpresa.

—No pensé que me fuera a tomar todo este tiempo.

—¿Por qué no llamaste?

—Mi móvil se quedó sin batería.

CUMPLIENDO TUS REGLAS [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora