•CAPÍTULO 72•

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Maratón 3/?. Comenten si quieren otro 😉💛🍃.

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¿Enojado conmigo? Seguramente no. Por favor... ¡No! Siento como si me hubiera abofeteado con fuerza. ¿Por qué quiere quedarse con ella?

—Robert. Lleva a la señorita Sevilla abajo. Ahora.—Robert asiente en su dirección mientras yo fijo mi mirada en Ruggero.

—¿Por qué?—susurro.

—Ve. Regresa al apartamento.—sus ojos arden fríamente hacia mí.—Necesito estar a solas con Ana.—lo dice urgentemente.

Pienso que está intentando enviar alguna clase de mensaje pero estoy tan desconcertada por todo lo que ha sucedido que no estoy segura. Miro a Ana y N una pequeña sonrisa atravesando sus labios, pero por lo demás, permanece impasible. Una completa sumisa. ¡Mierda! Mi corazón se estremece. Esto es lo que él necesita. Esto es lo que le gusta. ¡No!, las lágrimas continúan mojando mis mejillas.

—Señorita Sevilla. Karol.—Robert extiende su mano hacia mí, implorándome que vaya. Estoy inmovilizada por el horrible espectáculo frente a mí. Confirma mis peores temores y representa todas mis inseguridades: Ruggero y Ana juntos... el Dominante y su sumisa.

—Robert.—dice Ruggero, y Robert se inclina y me recoge en sus brazos. La última cosa que puedo ver mientras nos vamos es a Ruggero acariciar gentilmente la cabeza de Ana mientras le murmura algo suavemente. ¡No!.

Mientras Robert me carga escaleras abajo, yazco débilmente en sus brazos, intentando entender lo que ha sucedido en los últimos diez minutos... ¿Fue más tiempo? ¿O menos? El concepto de tiempo me ha abandonado.

Ruggero y Ana, Ana y Ruggero... ¿juntos? ¿Qué está haciendo con ella ahora?

—¡Jesús, Karol! ¿Qué mierda está pasando?

Estoy aliviada por ver a Jorge mientras camina en el pequeño vestíbulo, todavía cargando su gran maletín. ¡Oh, gracias al cielo está bien! Cuándo Robert me baja, prácticamente me lanzo sobre Jorge, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello.

—Gracias a Dios estás bien, pero... debo irme.

—El Sr. Pasquarelli me dió órdenes de llevarla al apartamento.

—Robert, en éstos momentos las órdenes de Ruggero no me importan.

Sin decir más me voltee esperando a que me siguiera pero no lo hizo. Caminé varias cuadras, necesitaba pensar. Ya no tenía ningún peligro que me asechara, ya tenían a Ana, y Ruggero estaba con ella... me duele el corazón. Nunca seré lo que él necesita, una sumisa. La Sra. Johnson tenía razón, no soy buena para él.

—¡Karol!—grita Jorge, desde el interior de un coche mientras que ruedo los ojos y lo miro.—Sube, ven.—rendida, y agotada por todo lo que caminé. Me subo al coche.

Las puertas del ascensor se abren, y entro en el apartamento de Ruggero

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Las puertas del ascensor se abren, y entro en el apartamento de Ruggero. Robert no está esperando, me dirijo hacia el gran salón. Ruggero está al telefono, caminando por la habitación cerca del piano.

—Está aquí.—espeta. Se da vuelta para mirarme ferozmente mientras cuelga el teléfono.—¿En dónde mierda has estado?—gruñe, pero no hace ningún movimiento hacia mí.

Mierda.

¿Está enojado conmigo? ¿Él es quien acaba de pasar Dios sabe cuánto tiempo con su ex novia chiflada, y está enojado conmigo?

—¿Has estado bebiendo?—pregunta, horrorizado.

—Un poco.—no pensé que fuera obvio. Jadea y desliza su mano a través de su cabello.

—Te dije que regresaras aquí.—su voz está amenazadoramente calmada.—Son las diez y quince. He estado preocupado por ti.

—Fui por uno o cuatro tragos con Jorge mientras atendías a tu ex.—siseo.—No sabía cuánto tiempo te tomarías... con ella.—entrecierra los ojos y da unos cuantos pasos hacia mí pero se detiene.

—¿Por qué lo dices de esa forma?—me encojo de hombros y miro mis dedos.—Karol, ¿qué sucede?—y por primera vez, escucho algo además de rabia en su voz.

¿Qué? ¿Miedo?

Trago, intentando resolver qué decir.

—¿En dónde está Ana?—pregunto, mirándolo.

—En un hospital psiquiátrico en Oakland.—dice, y su cara está escrutando la mía.—Karol, ¿qué pasa?—se mueve hacia mí hasta que está justo en frente de mí.—¿Qué está mal?—él susurra. Sacudo la cabeza.

—No soy buena para ti.

—¿Qué?—susurra, sus ojos ampliándose en alarma.—¿Por qué crees eso? ¿Cómo puedes creer posible eso?

—No puedo ser todo lo que necesitas.

—Eres todo lo que necesito.

—El verte con ella...—mi voz se apaga.

—¿Por qué me haces esto? Esto no es acerca de ti, Karol. Es sobre ella.—toma un áspero aliento, deslizando su mano por su cabello una vez más.—Por el momento, ella es una chica muy enferma.

—Pero lo sentí... lo que ustedes tenían.

—¿Qué? No.—se estira por mí, y yo retrocedo instintivamente. Deja caer su mano, parpadeando hacia mí. Se ve como si estuviera lleno de pánico.

—¿Te vas a ir?—susurra mientras sus ojos se amplían con miedo. No digo nada mientras intento reunir mis pensamientos.—No puedes.—ruega.

—Ruggero... yo...—lucho por organizar mis pena. ¿Qué estoy tratando de decir? Necesito tiempo, tiempo para procesar esto. Dame tiempo.

—No. ¡No!—grita.

—Yo...

Él mira salvajemente alrededor de la habitación. ¿En busca de inspiración? ¿Intervención divina? No lo sé.

—No te puedes ir. ¡Karol, yo te amo!

—También te amo, Ruggero, es solo...

—No... ¡no!—dice con desesperación y pone ambas manos sobre su cabeza.

—Ruggero...

—No.—susurra, sus ojos amplios por el pánico, y de repente cae sobre sus rodillas frente a mí, la cabeza inclinada, sus manos con dedos largos extendidas sobre sus muslos. Toma una profunda respiración y no se mueve.

¿Qué?

Ruggero, ¿qué estás haciendo?—continúa con su mirada abajo, sin mirarme.

—¡Ruggero! ¿Qué estás haciendo?—mi voz se aguda. No se mueve.— ¡Ruggero, mírame!—ordeno con pánico.

Su cabeza se levanta sin vacilar, y me observa pasivamente con su fría mirada miel, está casi sereno... expectante.

Mierda... es, Ruggero. El sumiso.

CUMPLIENDO TUS REGLAS [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora