•CAPITULO 15•

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—¿Tienes algo en mente? —murmura Ruggero, sujetándome con su audaz mirada. Me encojo de hombros, de repente sin aliento y agitada. No sé si se trata de la persecución, la adrenalina, mi estado de mal humor anterior… no lo entiendo, pero quiero esto, y lo quiero mucho. Una expresión de desconcierto revolotea en el rostro de Ruggero.

—¿Sexo pervertido? —pregunta, sus palabras son una suave caricia.

Asiento con la cabeza, sintiendo llamear mi cara. ¿Por qué estoy avergonzada por esto? He hecho todo tipo de sexo pervertido con este hombre. ¡Él es mi marido, maldita sea! ¿Estoy avergonzada porque quiero esto y me da vergüenza admitirlo? Mi subconsciente, mira hacia mí. Deja de pensar demasiado.

—¿Carta blanca? —susurra la pregunta, mirándome especulativamente como si estuviera tratando de leer mi mente. ¿Carta blanca?

Santa mierda, ¿qué implica eso?

—Sí —murmuro con nerviosismo, mientras florece muy dentro de mí la emoción. Sonríe, una sonrisa lenta y sexy.

—Ven —dice, y tira de mí hacia las escaleras. Su intención es clara.

¡La sala de juegos!

Mi diosa interior se despierta de su sueño post sexo R8, con los ojos muy abiertos y muchas ganas de ir. En la parte superior de las escaleras, libera mi mano y abre la puerta del cuarto rojo. La llave está en el llavero de Seattle que le di no hace mucho tiempo.

—Después de ti, Sra. Pasquarelli —dice y hace girar la puerta abierta. La sala de juegos huele tranquilizadoramente familiar, a cuero, madera y esmalte fresco. Me sonrojo a sabiendas de que la Sra. Cooper tiene que haber estado aquí limpiando mientras estábamos fuera en nuestra luna de miel. Al entrar, Ruggero enciende los interruptores de las luces y las paredes de color rojo oscuro se iluminan con una suave y difusa luz. Me quedo mirándolo, con la anticipación corriendo gruesa y pesada a través de mis venas. ¿Qué va a hacerme? Él cierra la puerta y se gira. Inclinando su cabeza hacia un lado, me estudia, pensativo, y luego sacude la cabeza, divertido.

—¿Qué quieres, Karol? —pregunta con cuidado.

—A ti —mi respuesta es entrecortada. Él sonríe.

—Me tienes. Me has tenido desde que caíste en mi oficina.

—Entonces sorpréndame, Sr. Pasquarelli—su boca se tuerce con humor y una reprimida promesa carnal.

—Como usted quiera, Sra. Pasquarelli—él se cruza de brazos y lleva su largo dedo índice hasta sus labios mientras me evalúa—. Creo que vamos a empezar por deshacernos de la ropa.

Da un paso adelante. Agarrar la parte delantera de mi chaqueta de mezclilla corta, la abre y empuja por encima de mis hombros, haciéndola caer al suelo. Toma del bórdele mi camiseta negra.

—Levanta los brazos.

Yo obedezco y él la saca por encima de mi cabeza. Inclinándose, planta un suave beso en mis labios, sus ojos brillan con una mezcla de fascinada lujuria y amor. La camiseta se une a mi chaqueta en el suelo.

—Toma —le susurro mirándolo nerviosamente mientras me quito la goma
del pelo de mi muñeca y se la ofrezco.

Se paraliza, y sus ojos se abren por un momento, pero no se aleja. Finalmente, agarra la pequeña goma.

—Date la vuelta —ordena.

Aliviada, me sonrío a mí misma y obedezco inmediatamente. Parece que hemos superado ese pequeño obstáculo. Él recoge mi pelo y lo trenza demanera rápida y eficiente antes de atarlo con la goma. Tira de la trenza, llevando mi cabeza hacia atrás.

CUMPLIENDO TUS REGLAS [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora