•CAPÍTULO 11•

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En el coche, entro a los mensajes en mi iPhone. Decido enviarle un mensaje a Ruggero.

De: Karol Sevilla.
Para: Rugge Penetrador.

Gracias por no ser tan gruñón.

Tu amorosa esposa.

A los segundos recibo respuesta de su parte.

De: Rugge Penetrador.
Para: Karol Sevilla.

De nada. Estoy tratando de mantenerme calmado. Vuelve en una sola pieza, no es una petición.

Ruggero Pasquarelli.
Gerente General y marido sobreprotector, Pasquarelli Enterprises Holdings Inc.

Su respuesta me hace sonreír. Mi loco del control. ¿Por qué quise venir de compras? Odio las compras. Pero en el fondo sé por qué y camino determinada pasando Chanel, Gucci, Dior y las otras boutiques de diseñadores hasta que finalmente encuentro el antídoto a lo que me aflige en una pequeña y sobre-abastecida tienda de turistas. Es una pequeña tobillera de plata con pequeños corazones y pequeñas
campanas. Tintinea dulcemente y cuesta cinco euros. Tan pronto la compro, me la pongo. Esta soy yo... esto es lo que me gusta.

Inmediatamente me siento más cómoda. No quiero perder contacto con la chica a la que le gusta esto, nunca. En el fondo sé que no sólo estoy abrumada por Ruggero, sino también por su riqueza. ¿Alguna vez me
acostumbraré a ella?

Robert y Gaston me siguen diligentemente a través de la muchedumbre de la tarde y pronto olvido que ellos están ahí. Quiero comprar algo para Ruggero, algo para alejar de su mente lo que pasó en Seattle. ¿Pero qué compro para un hombre que lo tiene todo? Me detengo en una pequeña plaza moderna rodeada de tiendas y miro a cada una por turnos. Mientras espió una tienda de electrodomésticos, regresan a mi cabeza nuestra visita a la galería de arte hoy temprano y nuestra visita al Louvre. Estábamos mirando la Venus de Milo en ese momento... Las palabras de Ruggero resuenan en mi cabeza: “Todos podemos apreciar la forma femenina. Amamos mirarla en mármol, aceite, satén o en películas.”

Eso me da una idea, una idea atrevida. Sólo necesito ayuda para escoger la correcta y hay sólo una persona que puede ayudarme. Saco mi iPhone de mi monedero y llamo a Renato.

—¿Quién...? —murmura dormido.

—Renato, soy Karol.

—¡Karol, hola! ¿Dónde estás? ¿Estás bien? —suena más alerta ahora, preocupado.

—Estoy en la isla de Capri, en el sur de Italia y estoy bien.

—Sur de Italia, ¿huh? ¿En un hotel de fantasía?

—Um... no. Nos estamos quedando en un barco.

—¿Un barco?

—Un gran barco —aclaro, suspirando.

—Ya veo—su tono se enfría. Mierda, no debería haberlo llamado. No necesito esto ahora mismo.

—Renato, necesito tu consejo.

—¿Mi consejo? —suena asombrado—. Claro —dice, y esta vez es mucho más amigable. Le digo mi plan.

Dos horas más tarde, Robert me ayuda a salir de la lancha hasta la cubierta. Gaston está ayudando al marinero con el Jet Ski. Ruggero no está en ningún lugar a la vista y me apresuro a bajar a nuestra cabina para envolver su regalo, sintiendo un sentimiento infantil de placer.

—Te fuiste por un largo rato—me asusta Ruggero cuando estoy pegando el último pedazo de cinta.

Me doy vuelta para encontrarlo de pie en la puerta de la cabina, mirándome atentamente. ¡Mierda! ¿Todavía estoy en problemas por el Jet Ski? ¿O es el fuego en su oficina?

CUMPLIENDO TUS REGLAS [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora