—Hola, ¿cómo te llamas?
—Helga. ¿Y tú?
—Víctor... ¿Eres nueva?
—Sí. ¿Y tú?
—No... Yo llegué a principio de curso.
—¿Pero cuántos años tienes?
—Doce. ¿Y tú?
—Yo, ocho.
—Pero si eres una enana... ¡Ayyyyyyy!
—¡De enana no tengo nada!
—Vale, vale... Pero no me pegues... ¿Ya tienes algún amigo aquí?
—¡Que no, hombre! ¡Te pareces a mi hermano! ¿No te he dicho que soy nueva?
—Bueno... Si no tienes muchos amigos, ¿quieres ser mi amiga?
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(Helga)
La muerte de la yaya fue demasiado hasta para mí. Quizás si papá hubiera estado, si me hubiera hecho ver que su dolor era el mismo que el mío, o si me hubiera sentido comprendida por él o por mamá, todo habría sido distinto. Si solo hubieran tratado de entenderme, quizás habría podido abrirme y sacar todo lo que llevaba dentro.
Pero la realidad era que solo tuve a Emma y a Álex. Álex siempre había sido mi compañero de juegos, la persona a la que más me gustaba chinchar en el mundo, porque en el fondo era tan bueno que siempre se dejaba, y eso me hacía quererle más. Pero éramos tan diferentes que nunca le hablaba de mis cosas.
Con Emma era distinto, quizás ella era la única persona que podía hacerse una idea de todo lo que me pasaba, aunque ni siquiera fuera completa. Pero Emma también lo estaba pasando mal por lo de la yaya, sobre todo por ver a papá tan mal, y a mamá tan perdida. Aun así, trataba de estar conmigo, de escucharme y de consolarme siempre. Era mi segunda persona favorita del mundo, después de la yaya... Bueno, supongo que ahora era la primera, porque la yaya ya no estaba.
En el fondo, entendía a papá. Si yo lo estaba pasando así de mal, no quería ni pensar lo que tenía que ser para él. ¿Pero por qué no lo compartía con nosotros? ¿Seguía pensando que éramos niños pequeños y no lo entenderíamos? Eso no dejaba de enfadarme.
Aunque, sin duda, lo de mamá era mucho peor, todavía más cuando empezó a pasar menos tiempo en casa. Parecía que ella había entendido que nosotros habíamos crecido y ya no la necesitábamos. O sí, pero eso último prefirió ignorarlo.
Recuerdo perfectamente el primer día que la vi salir toda maquillada y vestida. Álex le estaba preguntando con su carita angelical... Bueno, ya no tanto, que con ese feo bigote... Pero eso no se lo podía decir, porque don Sensible se lo tomaba muy a pecho. El caso era que Álex le estaba preguntando con una sonrisa adónde iba tan guapa. Y ahí llevaba razón, mamá iba guapísima, con una camisa y unos pantalones anchos, y los labios pintados de rojo. Ya no tenía el pelo tan largo como cuando era más joven, pero todavía lucía una melena corta que llevaba suelta.
—Me han invitado a la presentación de un producto nuevo. ¿Te gusta cómo voy?
—Sí, mucho. Pásalo bien, mami —añadió mi hermano, soltando un pequeño gallo.
—Portaos bien, ¿vale? —se despidió ella, cogiendo el bolso y dándole un beso a mi hermano. Luego vino a darme otro a mí, pero yo la aparté y salí corriendo por el pasillo.
Se iba. Se iba y nos dejaba allí.
Todavía había visto desde los barrotes de la escalera cómo mamá se había encogido de hombros, le había dedicado una última mirada a Álex y había cerrado la puerta de casa. Y con esa puerta había acabado de cerrarse mi corazón.
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Una voz compartida
FanficAmaia y Alfred han empezado a formar una familia, pero nadie decía que fuera a ser un camino fácil. Después de haber superado por completo el accidente, y ahora con Emma, Alejandro y Helga en sus vidas, los cinco se disponen a seguir adelante, a pe...