—Buah, Víctor. ¿Viste a toda esa gente? Madre mía, ¡Madrid! ¡Nunca pensé que fuéramos a actuar delante de tanta gente, ¡y los aplausos!
—¡Esto hay que celebrarlo, Hell! Mi primo y Stefi me dieron unos contactos de unos amigos que iban a estar esta noche en Malasaña. ¿Te hace que vayamos a verlos?
—Ufffff... No sé. Estoy muy cansada. Ya sabes que me cuesta este papel, es duro... Y mañana volvemos a Barcelona.
—Pues precisamente por eso. ¡Tenemos todo el camino para dormir! ¡Y esta noche es para divertirnos!
—¿Seguro? ¿Pero tú conoces a estos amigos?
—¿Y eso qué más da? Solo vamos a tomarnos algo y a celebrarlo con ellos. Dicen que Malasaña es guay. ¿Estamos en Madrid y no vamos a ir? ¿Qué somos? ¿Niños pequeños?
—Sí, quizás lleves razón. Un poco de diversión seguro que me viene bien para descargar la tensión.
—¡Yes! ¡Ya verás, Hell! Va a ser una noche inolvidable...
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(Helga)
Hablé con mamá.
Por supuesto, ni que me quedara otro remedio.
Aunque esta vez ya no era una niña de once años llena de miedo después de haber estado sola, sino que tenía suficiente edad como para darme cuenta de que era necesario poner un punto y final a esta etapa. Y eso incluía varias cosas, entre ellas mamá. Por mucho que me costase.
La noche que volví de Madrid en realidad me había ido a la cama a dormir. Por fin. Y, para mi satisfacción, nadie había puesto pegas. Emmita incluso me había dejado dormir con ella. Pero, aunque la veía triste, no había tenido fuerzas para preguntarle qué le pasaba.
Al día siguiente me había despertado bastante tarde y Emma ya no estaba en la cama. Podía escuchar el piano y, por el sonido, supe que sería mamá. No habría sabido explicar la diferencia entre Emma y ella. Quizás se debía a los años, o a las etapas de la vida que transmitían a través de las notas, pero nunca tenía problema en distinguirlas.
Bajé a la cocina esperando encontrar a alguien, pero no había nadie allí tampoco, ni en el salón: ¿nos habían dejado solas a posta?
Decidí que si así había sido, entonces no pasaría nada por esperar un poco más, así que me preparé el desayuno con calma, alargando el momento.
Mi sorpresa fue cuando vi a mamá aparecer. No me había fijado en que el piano había dejado de sonar, porque estaba demasiado concentrada en untar la mantequilla, que estaba dura porque siempre la dejaban en el frigorífico, sin que me deshiciera todo el pan. Con la rabia que me daba eso...
—Sabes que puedes meter la mantequilla cinco segundos en el microondas, ¿verdad? —me preguntó, tratando de aguantar la risa.
A lo mejor sería porque me encontraba tan a punto de perder la paciencia que estaba cogiendo el cuchillo de untar como si fuera a acribillar al pan con él.
—Lo que tenemos que hacer es dejar de meter la mantequilla en el frigorífico —me quejé, sin levantar los ojos del desastre.
—Eso te tocará discutirlo con tu hermana y con tu padre. Dicen que en verano se pringa todo —continuó mamá, distendida.
Se acercó a mí e hizo ademán de darme en un beso en la sien, pero yo levanté la mirada justo a tiempo.
—Buenos días —me limité a decirle.
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Una voz compartida
FanfictionAmaia y Alfred han empezado a formar una familia, pero nadie decía que fuera a ser un camino fácil. Después de haber superado por completo el accidente, y ahora con Emma, Alejandro y Helga en sus vidas, los cinco se disponen a seguir adelante, a pe...