Extra: Por sorpresa. Partes 3 y 4

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Parte 3.

(Emma)

La noticia nos cogió por sorpresa a todos. Nada de lo que estaba pasando tenía sentido.

―¿Embarazada, Helga? Pero... Pero...

Mamá se encontraba a dos 'peros' de cortocircuitar.

―No entraba en mis planes, pero... ―La duda cruzó sus ojos. Por un momento yo también dudé: Helga era demasiado propensa a cometer locuras―. He decido que voy a tenerlo. Ya lo he hablado con mi mánager ―continuó ella, sin ni siquiera mirar a mamá.

―¿Y quién es el padre? ―inquirió papá, con gesto serio y pensativo.

Mi hermana se paró a observarlo unos segundos, como tanteando qué tal le iba a sentar la respuesta.

―Eso da igual. He decidido que voy a tenerlo sola ―nos cortó.

Huy. Algo aquí olía a chamusquina.

―El desgraciado de Clive no quiere hacerse cargo, ¿no? ¿Es eso?

Clive era el último novio que le habíamos conocido a Helga. Era un batería que pasaba por la vida al cien por cien, pero destruyéndolo todo a su paso, como un tornado. Un poco igual que Helga, por eso encajaban tan bien. Pero era de esperar: a las personas como Clive les da alergia el compromiso. Y un bebé, nada más y nada menos.

Me recorrió un escalofrío: Helga estaba más centrada y su peor época de insensateces había pasado, a pesar de que todavía hubiera algún desliz de vez en cuando. ¿Pero estaría preparada para un bebé?

Inconscientemente, mi mano se posó en mi vientre: yo también estaba embarazada de casi seis meses. Nunca pensé que mi deseo de tener cinco hijos llegaría a cumplirse, pero aquí estábamos, esperando al último. O esperándola: aún no habíamos podido ver bien el sexo del bebé en la ecografía. Y eso que, después de dos niños y dos niñas, estábamos deseando saber quién vendría a desempatar, y Chris y yo teníamos mucha broma con ello, aunque realmente no nos importaba lo que fuera.

Tampoco se me escapó la mirada inquieta que intercambiaron Laura y Alejandro. Ellos también eran padres de los tres niños más adorables que me había cruzado en mucho tiempo y sabían lo que conllevaba traer un hijo al mundo. ¿O era algo más allá de eso?

Un silencio pesado recayó sobre todos los presentes, hasta que Helga se decidió por fin a responder.

―Clive y yo lo hemos dejado. Ni siquiera sabe que estoy embarazada.

No estaba segura de si fue el tono con el que lo dijo, o lo desprendida que parecía de su anterior relación, pero algo encajó en mi mente. Dejé escapar una exclamación ahogada.

―¿No estás segura de quién es el padre?

Supe que había dado en el clavo por la mirada incendiaria que me lanzó mi hermana.

Ay, Dios. Era peor de lo que pensaba.

―He dicho que eso da igual ―replicó Helga, con un tono amenazante en la voz. El embarazo no le había quitado el mal genio por lo visto, sino que se lo había empeorado.

―Vale, hija ―saltó mamá, con afán conciliador―. Nosotros estamos dispuestos a apoyarte. Lo sabes, ¿verdad?

Helga fijó su mirada en ella y asintió, relajándose un poco. La conversación derivó en otros detalles, como el hecho de que Helga volvería a España para preparar el nacimiento y pasar aquí los primeros meses de vida del bebé.

―Y luego ya veremos ―concluyó, al más puro estilo Helga, reacia a la planificación.

En un momento dado, nuestras miradas se cruzaron, y le di a entender que nuestra conversación no había acabado ahí. Aún tenía muchas explicaciones que dar.

Una voz compartidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora