Una voz compartida

65. Resoluciones

—¿Cómo? ¿Que Déjame sea la canción elegida para Eurovisión?

—Sí, Alejandro. Escuché el tema el otro día mientras vosotros lo retocabais y le desde entonces lo tuve claro. El equipo está dispuesto a que elijamos por selección interna este año, y no admito ningún otro candidato. Además, me has dicho que te gusta el Festival, ¿no?

—Sí, pero de que me guste a verme participando...

—Eso decía tu madre.

—No sé si es el mejor ejemplo, señor.

—Qué más da. Piénsalo, Alejandro. La de posibilidades que tendría esta canción. Te juro que no te lo habría propuesto si no estuviera seguro de lo que hago. Pero cuando lo estoy, nunca me equivoco.

—¿De verdad ve la canción con muchas posibilidades?

—De verdad. Imagínatelo: Déjame delante de toda Europa..., a toda la gente que llegaría.

—Yo solo quiero que llegue a una.

—Ufffff... Mejor me lo pones. Lo daremos todo porque así sea.

—Ya, y mi padre el primero, ¿no?

—Veo que no se te escapa una. Lo supe desde la primera vez que te vi en el despacho de tu padre, cuando apenas eras un crío. Desde entonces, reconozco que no te he quitado el ojo de encima...

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Estos últimos meses me habían pasado cosas tan extraordinarias que ni siquiera me sorprendió cuando mamá me avisó que Laura iba a ir a la discográfica.

—¿De verdad? —había querido cerciorarme.

Ella asintió, y pude notar su nerviosismo.

—Pero... ya sabes que papá...

—Sí. Lo sé. No te preocupes —la corté, para que no se sintiera forzada a seguir hablando—. Gracias, mamá.

Le di un abrazo y luego me marché hacia mi cuarto, tratando de controlar mis emociones. Al menos esta vez, si decidía ir, no me pillaría por sorpresa..., ¿pero realmente quería verla?

Habían sido seis meses sin noticias de ella. SEIS. Y había contado cada día, sin que faltara ni uno solo en el que no hubiera aparecido entre mis pensamientos. Daba igual lo que hiciera, y eso que había hecho mucho... Aún me dolía el alma y hasta el cuerpo.

Pero en los últimos tiempos parecía que había mejorado. Parecía que el dolor era menos intenso y volvía a experimentar alegría por las cosas que lo merecían. Claro que entonces me acordaba de Laura, de cómo quería llegar con ella hasta el final y de por qué estaba haciendo todo lo que hacía... Y el dolor regresaba. Casi tan intenso como al principio.

No quería olvidar que iba a Eurovisión por ella, que había escrito Déjame por ella, a pesar de que durante mucho tiempo había dudado de que pudiera decírselo a la cara. Por eso, ahora que había aparecido esta oportunidad, supe que no iba a desaprovecharla. Aunque volviera a reabrir todas las heridas que ya empezaban a cicatrizar. Quién sabía, quizás las suyas seguían sin cerrar, y por eso volvía.

Ese mismo día le había pedido una cita a papá en la discográfica, para seguir trabajando en el disco. Los dos sabíamos que no hacía falta, pero era mi manera de avisarle de que lo sabía y de que ese día iba a estar por allí. Era lo mínimo que se merecía después de todo.

El viernes había llegado temprano a Suebre Music, casi a la vez que papá. Pero había ido en la moto para poder volverme cuando quisiera. De nuevo volvía a sentir los nervios en el estómago, como cada vez que sabía que iba a ver a Laura. Habíamos vivido tantas cosas... ¿Cómo era posible que siguiéramos así, después de todo?