80(bis). Nuestras voces compartidas. Parte 3

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Parte 3. Sad Song

(Emma)

Madre mía, la llegada de Helga.

No es que hubieran saltado chispas; es que, siendo ella, se habían reventado los cables de alta tensión.

Cuando David y Helga volvieron a reunirse con nosotros, que no sabíamos ni qué hacer, ni cómo explicarle ya al acompañante de la discográfica qué había pasado con ella, nuestra hermanita parecía otra: la misma niña ilusionada que cantaba Qué es Londres sin ti a los cuatro vientos, pero también la adolescente enamorada que había derrumbado internet presentando su canción de amor al mundo. Esa era Helga, la reina de la intensidad.

Por un breve instante, viéndola de la mano de David, sentí un punto de envidia, pero me recordé que mi mano estaba libre porque yo aún no había querido llenarla.

La ruptura con Lucas había sido más fría de lo que me esperaba y, en cierto sentido, todavía estaba intentando quitarme ese sentimiento de culpa que me había acompañado desde entonces.

Y, aunque deseara con todas mis fuerzas estar junto a Chris... él no se merecía que empezáramos algo si yo no podía estar ahí completamente para él. A pesar de que era muy consciente del peligro de que se cansara de esperarme.

Ahora iba a la gala con mis padres y mis hermanos, donde ellos iban a pasear por la alfombra roja, mientras yo los esperaría dentro directamente, porque también sentía que no me había ganado el privilegio de estar allí con ellos...

—Sabes que aún puedes cambiar de opinión, ¿verdad? —me recordaba papá con frecuencia—. La oferta sigue en pie.

—Quizás algún día, si la música así lo quiere para mí —le respondía siempre.

Y, a pesar del abrazo y de las palabras que siempre recibía, algo dentro de mí se estremecía, y tenía que recordarme que todo lo que había vivido en Bruselas era verdad. No se trataba de uno de mis sueños.

Llegamos al hotel, donde ya nos estaba esperando el equipo de maquillaje y vestuario que se iba a encargar de nosotros.

El equipo de Helga traía su propio traje, y me sorprendió cuando sacaron un vestido azul noche con pequeñas piedras brillantes que simulaban estrellas cuando les daba la luz: había encontrado su estilo.

—Vas a estar increíble, cariño —la halagó mamá.

Para mi sorpresa, Helga se acercó a ella y la tomó de la mano.

—¿Sabes? Siempre pensé que el rojo era mi color, pero ahora creo que aún no lo había descubierto.

A mamá, e incluso a mí, se nos llenaron los ojos de lágrimas. Sabíamos lo que implicaban las palabras de Helga: a su manera, estaba enterrando el hacha de guerra.

Me acerqué y las tres nos fundimos en un abrazo, como hacía tiempo que no recordaba.

—Al final va a resultar que LA no te va a sentar tan mal... —me atreví a decir, tratando de normalizar el tema.

Helga se encogió de hombros y, para mi sorpresa, miró a mamá, como buscando su aprobación, a lo que ella respondió con un simple asentimiento. Si aquello no eran las mejores noticias de este reencuentro, no sé qué lo sería.

Nos llamaron para empezar el ritual de peinado y maquillaje. Pedí ser la primera para terminar antes y poder ir a encontrarme con Noah al bar del hotel, antes de que él también se fuera a la alfombra roja. Me hicieron un semirrecogido y, a petición mía, dejaron el maquillaje bastante natural, para que se notara que yo no era protagonista esa noche. Me enfundé el vestido que había elegido.

Una voz compartidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora