70. La chispa de miedo

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Baby, ¿no me quieres contar lo que ha pasado hoy?

—No, no.

—¿Segura?

—Sí. No quiero.

—¿Pero por qué, Helga? Si no me voy a enfadar... Es importante que nos lo contéis siempre todo a mamá y papá. Así os podremos ayudar mejor.

—¿Y tú se lo cuentas todo a mamá? ¿Y mamá te lo cuenta todo a ti?

—Claro.

—Pero, ¿todo, todo?

—Bueno...

—¿Ves? Es que lo sabía. Es mejor no contaros nada, ¡que luego os enfadáis!

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(Alfred)

Desde la PreParty algo había cambiado en la familia; se notaba en el ambiente. Por un lado, Amaia estaba deslumbrante. Había vuelto a brillar como nunca sobre el escenario, y eso había traído de vuelta su mejor yo. Además, había sido una victoria, porque por primera vez desde nuestra participación, había asistido a algo relacionado con Eurovisión...

—Pues no ha estado mal, ¿no? —me comentó aquella noche, en el hotel.

—¿No? ¿Has sobrevivido a la tortura?

—Umh... —Se miró a sí misma, con una sonrisa juguetona—. Eso parece. ¿Tú qué dices?

Me acerqué lentamente y le cogí la cara con las manos. Se la acaricié, deteniéndome en cada parte, en cada arruga. Podía sentir sus escalofríos por el cosquilleo, y eso me encantaba.

—Tendré que seguir comprobándolo...

Y así acabamos la noche... O la empezamos. ¿Quién decía que no podíamos volver a ser jóvenes de nuevo?

Sin embargo, al día siguiente ya notamos la diferencia en nuestros hijos. Alejandro estaba más taciturno que de costumbre. Él normalmente no era muy hablador, pero estuvo todo el desayuno con la mirada perdida en las tostadas que se estaba tomando. Emma parecía más agitada de lo normal, lo cual era motivo de preocupación, porque estaba volviendo a ser ella en los últimos tiempos y no podíamos desandar lo andado. No ahora.

Pero, sin duda, la más preocupante fue Helga. Bajó al desayuno cuando estábamos acabando y ni siquiera nos dirigió la palabra. Cogió algo con gesto enfurruñado y ya tenía intención de marcharse, cuando Amaia la frenó.

—¿Y David, Jorge y Vicky? —quiso saber.

Ella se encogió de hombros.

—Ni lo sé ni me importa —se limitó a contestar.

—Helga... —Amaia intentó razonar con nuestra hija, pero esta le hizo un gesto despectivo con la mano y salió del comedor del hotel a toda prisa.

Yo lancé un suspiro. Nos esperaba un viajecito interesante de vuelta a casa... Solo me preocupaba que no iba a poder estar tan pendiente de mi familia como me gustaría. Miré a Amaia un poco nervioso. Ella tenía el gesto desconcertado y pasó los ojos por Emma y Alejandro, que seguían desayunando en silencio. Luego acabó en mí, con el ceño fruncido. Le iba a tocar lidiar sola con las niñas, aunque yo esperaba ayudarla todo lo posible en la semana que me quedaba, antes de que regresáramos a Madrid y, de allí, a Viena.

Con el primero que conseguí hablar fue con Alejandro. Habíamos vuelto a casa y estaba en la cocina poniendo la mesa para la cena. Habíamos encargado comida china porque, siendo sinceros, quién se iba a poner a cocinar nada en ese momento, más después del agotamiento de la PreParty. Las chicas aún seguían deshaciendo las maletas, pero Alejandro siempre había sido rápido en eso.

Una voz compartidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora