49. Claroscuro

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—¿Qué cantas, Emmita?

—Una canción de mamá.

—¿De las nuevas?

—Sí, Alejandro. Claroscuro.

—¿Esa? A mí esa me da miedo. Habla de cosas feas.

—Es que tú aún eres pequeño para entenderlo, pero todos somos un poco así.

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(Emma)

Con todo lo que se nos venía encima, y las cosas aún podían ponerse más complicadas.

Me alegré infinito por Laura cuando consiguieron descubrir a la bestia que le hacía la vida imposible, y sentí aún más respeto y admiración por papá después de lo que había conseguido.

Pero ahí no acababan las cosas. Yo no sabía si se daban cuenta con todo lo que estaba pasando, pero Helga cada vez parecía más estresada, y estaba segura de que la pandilla esa tenía algo que ver. Claro que ella siempre había sido bastante reservada con respecto a sus amigos. Al menos parecía que contaba con el apoyo de David, y eso me tranquilizaba un poco.

Y luego estaba Lucas.

No sabía cómo, todos mis planes de "tomarme un tiempo" habían vuelto a irse por la borda, pero esta vez por una razón ineludible.

Después de aquel día que se había puesto tan nervioso y me había golpeado sin querer, me había traído un ramo de flores para pedirme perdón. Y eso me hizo sentir aún peor, porque tenía motivos para haberse puesto así.

—Lucas, fui yo la que no supo...

—No, Emma, perdóname. No hay excusa —continuó.

Me acerqué para darle un beso en los labios. No podía negar que el detalle me había llegado al corazón, que me latía con fuerza.

—Sí la hay, Lucas. Esta vez sí la hay —le reiteré—. ¿Cómo está?

Vi cómo se le llenaban los ojos de lágrimas. Dios mío, lo que nos esperaba iba a ser tan duro... Pero lo superaríamos. Juntos.

—Pues como siempre, Emma. Con la fuerza que ninguno de nosotros tenemos. —Me recorrió un escalofrío. Apenas unas semanas antes había tenido una conversación similar con Alejandro—. Bueno, quizás Simón sí —puntualizó.

Me encogí. Simón... No quería que sufriera más.

—¿Lo sabe? —no pude evitar preguntar.

Lucas asintió.

—Es la que más tiempo le ha dedicado en su vida...

Entonces fue cuando se rompió, y empezó a llorar desconsoladamente. Yo le abracé y me uní a su llanto. Porque no tenía comparación, pero yo también le tenía cariño y lo estaba sufriendo.

Era consciente de que, después de los primeros días de shock, teníamos que superarlo. Teníamos que levantarnos y seguir adelante. Teníamos que disfrutarla y hacerle el tiempo que le quedara lo más placentero posible.

Aun así, para mí era muy difícil de entender. ¿Por qué? ¿Es que acaso no habían tenido suficiente con Simón? ¿Por qué ahora les pasaba esto?

Así que mi idea de darme un tiempo no tuvo más remedio que adaptarse. Sobre todo porque ahora no quería darme un tiempo: quería estar ahí para ellos, para Lucas y Simón. Porque a Pilar le habían diagnosticado un nuevo tipo de esclerosis múltiple muy agresivo que había aparecido en los últimos años, para lo cual los tratamientos habituales se quedaban cortos, y la esperanza de vida...

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