29. A través del piano

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—Emmita, ¿qué haces?

—Toco el piano, como tú, mami.

—Pero si ahí no hay ningún piano…

—Claro, si aún no me dejan ir al conservatorio para aprender a tocarlo.

—Es que aún eres muy pequeña.

—Tsssssss. ¡Pero no hables ahora! Que estoy en la final de OT y voy a tocar Miedo. Tú eres el jurado, ¿vale?

—Vale, me siento aquí a verte.

—Miedo… de volver a los infiernos. Miedo a que me tengas miedo, a tenerte que olvidar… Miedo, de no verte nunca máááááás… De no verte nunca máááááás. De no verte nunca… Para empezar, diré que es el… final.

—…

—¿Mami? Mami, ¿te ha gustado? ¿Lo he hecho tan bien como tú? Mami, ¿por qué estás llorando?

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(Emma)

Llegué a casa y lo primero que me recibió fue la cara de circunstancias de papá y mamá. El corazón empezó a latirme con fuerza. No era posible: había pasado un fin de semana perfecto con mis amigos, olvidándome de los problemas, ¿por qué tenía que estropearse al final?

—Emma... —empezó papá, pero entonces abrió los brazos y yo me refugié en ellos.

No quería saber nada. No quería saber nada de nada. ¿No podía quedarme ahí para siempre, como había deseado tantas veces cuando era pequeña?

—Emma —volvió a llamarme papá, sin soltarme—. Ha pasado algo con Helga.

Ahí estaba. Lo sabía, lo sabía y lo sabía. Era cuestión de tiempo, ¿pero por qué tenía tan mala suerte? ¿Por qué tenía que ser justo ahora? Luché contra las lágrimas, pero al final no pude. Empecé a llorar en el pecho de papá.

Sabía que no era el momento de romperme, pero no lo pude evitar.
Cuando papá lo sintió, me apretó con más fuerza.

—Hey, hey, hey. No pasa nada. Seguro que se soluciona —me susurró.

Asentí, separándome y limpiándome las mejillas. Podría haberle dicho que no lloraba por eso, que yo llevaba esperándolo mucho tiempo y que él no tenía ni idea de todo lo que yo había vivido con Helga... Pero en aquel momento eso no era importante, así que no dije nada.

—¿Qué ha pasado? —pregunté, con la voz un poco entrecortada.

—Mamá ha discutido con ella. Ha pasado algo este fin de semana en Madrid y se ha difundido por las redes sociales —me anunció, de forma somera.

La información fue como un tortazo de realidad. Y comprendí por qué Lucas había estado actuando tan raro desde media tarde. Él no era muy activo en redes…, o eso me decía, porque siempre solía estar al tanto de lo que se cocía. Seguro que se había enterado.

Miré a mamá, que se había quedado todo ese rato en un segundo plano. Tenía los ojos húmedos, ya que quizás también había llorado, pero no había dicho nada.

Me entraron ganas de enfadarme, porque estaba segura de que otra vez había vuelto a meter la pata. Parecía que no podía dejar de hacerlo con Helga.

—¿Y qué ha pasado? ¿Dónde está Helga? ¿Cómo está? —pregunté, casi con ansiedad. Sentía la necesidad de abrazarla y protegerla.

—Ese es el caso, Emma. No lo sabemos. —Mierda, no—. Habíamos pensado que quizás tú lo supieras... —continuó papá—. Pensamos que puede estar en casa de sus amigos.

Una voz compartidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora