Extra: Por sorpresa. Partes 6 y 7

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Parte 6

(Helga)

Lo retiro.

No, no estaba preparada para el parto. Las contracciones debieron empezar una mañana mientras estaba sentada en la batería, pero al principio no las noté mucho. No fue hasta que hice un parón para ir al baño cuando rompí aguas, y entré en pánico inmediatamente.

Llamé a mamá y a papá, que se quedaban en casa por las mañanas porque sabían que esto podía ocurrir, y los dos me llevaron al hospital. También llamaron a David, que fue directamente. No puedo explicar el alivio que sentí al verlo aparecer por la puerta. Él se acercó y le dio un beso a mi sudorosa cabeza, mientras cogía mi mano y me la apretaba con fuerza.

―No estoy lista ―le expliqué, casi rogándole.

―¿Y qué dice la matrona?

―Que tiene muchas ganas de salir ―gemí, acabando en otra contracción.

David no pudo evitar sonreír, más tranquilo de lo que me habría esperado. Después pasó a saludar a mamá y a papá. Ambos habían acogido la noticia de su involucramiento con agrado, pero sin sorpresa, como si lo hubieran esperado todo el tiempo.

Las siguientes horas se me hicieron eternas, aunque supuestamente tampoco fueron tantas. De hecho, cuando pedí la epidural porque el dolor era insoportable, me dijeron que ya estaba demasiado avanzado el proceso y ponérmela ahora podría detenerlo. Por poco si no me muero al oírlo.

―No voy a poder ―gemí, apretando con fuerza la mano de David, que entró preparado al paritorio.

―Sí puedes. Lo está haciendo muy bien, Helga ―me aseguro, mirándome con intensidad.

Si él creía que podía...

Mis pensamientos se vieron interrumpidos por otra contracción. Y sentí el deseo irrefrenable de empujar. No sabía si debía, pero me dejé llevar con mi cuerpo. Por suerte, en ese momento entraba la matrona, que pareció sorprenderse.

―¡Pero si ya está aquí!

Yo le habría gritado, descargando mi mala leche, pero por una vez fui capaz de mantener la cabeza fría y emplear mis fuerzas en sacar al bebé.

En realidad, el mero hecho de parir fue lo menos complicado de todo, aunque no por eso menos doloroso. Maldita 'no-epidural'.

David se mantuvo bastante calmado casi todo el tiempo, aunque a veces parecía un poco fuera de lugar. Pero yo no lo dejaba: le apretaba para que sintiera parte de mi dolor y entonces volvía a mi lado.

―Respira, respira ―me guio la matrona―. En la próxima contracción ya sale. Prepárate, ¿sí?

Yo asentí como buenamente pude. Había notado la cabeza, pero en toda aquella vorágine ya no sabía ni como me llamaba. Entonces empezó la contracción, que con un poco de suerte sería la última. Y ya estaría aquí. Ya...

La sentí y apreté con todas mis fuerzas, con la mezcla de emociones empezaron a saltárseme las lágrimas, y eso habría podido ser problemático un poco antes, pero ahora pude notar perfectamente cómo acababa de salir.

Busqué a David con la mirada, que me apretó la mano aún con más fuerza. Me di cuenta de que él también estaba llorando, lleno de felicidad. Entonces escuchamos un gemido y los dos giramos la cara a la vez, para encontrarnos a la enfermera que me ponía al bebé en el pecho descubierto.

―Felicidades. Es un niño sano ―acerté a escuchar, entre mis propios jadeos y todas las emociones que me embargaban.

Un niño. Lo sabía.

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