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Adelaide entra tan rápido como puede al Hospital, dejando atrás a María, pero ella alcanza con mucho esfuerzo en el elevador.

Le aterra la idea de perder a esa mujer, a pesar de lo que le ocultó y de cómo llegó a tratarla. Es la única persona con la cuál ha vivido sin ser un completo infierno.

—¿Disculpe?—le habla a la recepcionista—¿Podría decirme en qué cuarto se encuentra Dorothea Morris?

—¿Eres Adelaide Evans?—le pregunta, agachando su vista para ver una hoja con varios nombres de pacientes en la sala de emergencias. La chica asiente—Se encuentra en la habitación 26. Puede ir a hablar con la enfermera, justo está saliendo de ahí.

—Gracias—dice, antes de caminar con rapidez hacia la enfermera que la recepcionista señaló. Ella se percata de inmediato en la chica y al parecer la reconoce.

—Adelaide, ¿cierto?

—Sí. ¿Qué fue lo qué pasó?

—Le hicimos un lavado gástrico, había consumido demasiado alcohol etílico—responde, señalando la ventana el interior del cuarto—. ¿Sabes si tiene antecedentes de este tipo?

—Es alcohólica desde que la conozco, hace como cuatro años y medio—contesta, sintiendo un ligero dolor de estómago al ver a la mujer en la camilla del hospital—. ¿Ella estará bien?

—Me temo que no. La señora Morris es dependiente al alcohol y le ha provocado cáncer de hígado. Si bien puede empezar con quimioterapias o un transplante de hígado, si vuelve a tomar podría morir en cuestión de semanas.

La joven siente como el dolor incrementa y su vista se hace pesada, ya que lágrimas amenazan con venir.

—Tenía una carta en su mano cuando la encontraron. Nos pidió que te la diéramos en caso de que ella no pudiera, pero la tiene con sus pertenencias. ¿Es familiar tuyo?

—Ella es... era mi madre de acogida—logra decir sin que su voz se quiebre—. ¿Cómo fue que la encontraron?

—La pareja que está sentada ahí con los niños la encontraron. Fue un milagro, en realidad. Si hubieran llegado más tarde, no habríamos logrado salvarla.

Adelaide voltea hacia la sala de espera y de inmediato distingue a las señoras Koomar y a los niños. Cuando ellos la ven, corren a saludarla con grandes sonrisas en sus rostros.

—¡Adelaide!—exclaman con entusiasmo, apretando a la chica con muchas ganas, mientras esta corresponde al abrazo.

—Hola, niños—susurra, ya que no quería delatar sus ganas de llorar. Cuando se separa, voltea a ver a la enfermera—. Muchas gracias. Si algo pasa, déjeme saber.

Banshee [MARVEL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora