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Adelaide y Michelle entran a la cafetería juntas, pero Michelle se separa para ir por comida. La segunda busca con la mirada a Peter, quien está en una mesa casi al fondo conversando con Ned.

Ella se acerca a su mesa esperando que Peter la vea, y cuando éste lo hace, le regala una sonrisa. Adelaide se sienta frente a él y copia su sonrisa.

—Hola, Adelaide—la saluda Ned. Ella ya ha conversado un par de veces con él, pero nunca lo ha considerado un amigo.

—Hola, Ned—contesta la chica.

—¿Cómo te fue en clase?—pregunta Peter con interés.

—Mejor que en Química, gracias por preguntar.

—Me alegro. Si te llega a pasar otra vez, no dudes en decirme. Te puedo ayudar en cualquier materia—sugiere Peter, pero luego arquea la ceja y añade—. Excepto en Historia. Nadie le pone atención a ese nuevo profesor, sólo a su enorme bigote.

Adelaide suelta una carcajada, algo que sorprende a los dos chicos. Peter no pudo evitar sonreír. Consiguió algo que pocos han logrado. Y ahora la risa de Adelaide resonará en la cabeza de Peter como si fuera una melodía.

—Ehm... ¿de qué hablan?—pregunta Ned, sin entender el primer tema de conversación.

—Adelaide tuvo algunos problemas en clase de Química y le ayudé un poco...

—Me explicó toda la clase en 10 minutos. Le debo una.

—¿Han notado que cada vez hacen la comida más asquerosa?—dice Michelle cuando llega a la mesa, analizando el contenido de la bandeja que le dieron las cocineras.

—¿Verdad que sí?—concuerda Ned—. Ni siquiera te ponen el postre. Debes pararte de nuevo para recibir un pudín que caducó hace días.

—¿Tú no vas a comer algo?—le pregunta Peter a Adelaide cuando nota que es la única en la mesa sin una bandeja o bolsa con comida.

—No tengo hambre—miente Adelaide, intentando que su estómago haga el menor ruido posible. Hoy desayunó, pero no lo suficiente como para calmar su apetito.

—Nunca te he visto comer en la Cafetería—comenta Ned, mordiendo la hamburguesa que a los ojos de Adelaide parece exquisita.

—Desayuno en casa, no veo necesario comer aquí—vuelve a mentir, tratando de esquivar las miradas de los tres porque siente vergüenza.

Adelaide le hace de desayunar a los niños desde hace mucho tiempo, ya que Dorothea nunca se había interesado en si los chicos comían en la mañana, pues dice que comer en la tarde es suficiente para rendir el resto del día. Claro, es la misma mujer que bebe toda la noche y mañana y solo se interesa por comer a la hora que los chicos salen de la escuela para dejarles las sobras.

La chica de verdad desea con todo su corazón que la señora cambie, por lo menos en el tiempo que les quede a Luke y Wendy en esa casa.

Su nuevo celular empieza a sonar y lo saca del bolsillo del pantalón casi de inmediato para encontrarse con el número de Jones.

—¿Jones?—contesta la chica, cubriéndose el oído derecho para poder escuchar la llamada entre tantas voces de adolescentes.

Hola, Adelaide. Tengo grandes noticias.

—¿Los encontraste?—adivina la chica con una deslumbrante sonrisa, provocando que Peter se interese más en la llamada.

¡Sí! Son asombrosas, necesito que vengas lo antes posible y traigas a los niños. El doctor Richards va a empezar los trámites de adopción, sólo falta contactar a la señora Morris.

Adelaide está tan feliz que no puede contener las lágrimas. Por fin una buena noticia después de tanta tragedia en los últimos años.

—Ya voy para allá—suelta emocionada y cuelga, topándose con las miradas de confusión de sus tres compañeros—. Lo siento, me tengo que ir...

—¿Está todo bien?—inquiere Michelle, deteniendo a la chica, quien estaba por tomar su mochila.

—Sí, no hay de que preocuparse. Te llamaré más tarde.

—Ade, no tengo tu número—dice la morena, señalando el celular de su amiga.

Adelaide saca un pedazo de papel de su mochila y una pluma para apuntar rápidamente su nuevo número y se lo da a su amiga.

—Nos vemos luego, chicos—se despide y sale casi corriendo de la cafetería.

Ya había salido otras veces de la escuela sin que nadie se diera cuenta, así que fue pan comido. La escuela de Wendy y Luke no está tan lejos de su preparatoria, por lo que no tarda en llegar por los niños.

Inventa cualquier excusa para que los dejen salir y al hacerlo, camina con ellos mientras trata de explicarles la noticia que le dieron. Los rostros de ambos se iluminaron tanto como el de Adelaide se había iluminado, lo que provoca una gran sonrisa en el rostro de la chica.

Llegan al Orfanato luego de unos 20 minutos en el metro, siendo recibidos por Jones y el que parece ser el nuevo director.

—Adelaide, él es el doctor Henry Richards—los presenta Jones, obligando a la chica a saludar al hombre.

—Es un placer conocerla, señorita Evans—dice el director, estrechando la mano de la chica—. Ustedes deben ser Wendy y Luke—se dirige a los niños y ambos asienten emocionados—. Ya los están esperando.

La voz del hombre es sorprendentemente cálida, y a Adelaide le sorprende que le haya hablado con tanta amabilidad a los niños. La antigua directora, Sanders, siempre había provocado que los huérfanos le temieran y era exageradamente dura con todos los infantes.

—Aún no contactamos a la señora Morris—notifica Jones a Adelaide mientras caminan todos a un cuarto donde supone está la pareja que quiere adoptar a los niños.

—Probablemente esté ebria—contesta Adelaide, con una extraña sensibilidad en su voz. Sabía que no iba a durar tanto tiempo sobria—. Yo le hablaré de la adopción. Tampoco es como que quiera evitarlo.

El director se detiene afuera de su oficina, donde dos mujeres, una de rasgos hindúes y otra pelirroja, lo esperan algo nerviosas. Ambas sonríen cuando ven a los niños, y el director los presenta para luego entrar a su oficina, dejando a Adelaide y a Jones solos.

—Muchísimas gracias. En serio, no sé cómo pagarte—suelta la chica, viendo al joven a los ojos.

—Bueno, tenemos un trato, ¿no?—le recuerda—Podemos continuar nuestra plática y llegar a algo.

Adelaide había olvidado las condiciones de su trato. De verdad no entiende por qué Jones muestra tanto interés en ayudarla con su condición.

—Cierto. La próxima consulta la tengo el...

—No no, en el consultorio no. No tenemos suficiente tiempo y no es muy seguro. ¿Podemos vernos en otro lugar?

—Uhm...

—En algún Café o algo así... Nada comprometedor, si es lo que te preocupa.

—Está bien, te aviso cuando pueda.

Jones le regala una pequeña sonrisa y Adelaide hace lo mismo. Ahora ambos esperan en silencio a que los niños salgan de la oficina con sus futuras madres.

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Banshee [MARVEL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora