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•••Tres semanas después

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Tres semanas después.

Adelaide despierta de golpe, con la respiración agitada y el corazón a mil por hora. No dejaba de ver a Peter en sus sueños, donde en cada uno terminaba desapareciendo, tal como pasó en su visión. Y en la vida real.

Se sienta en la orilla de la cama y se toca las sienes, tratando de ignorar el hecho de que las voces no han estado en su cabeza desde aquel día.

Sale de su habitación y se dirige al laboratorio de Tony, donde todos han tratado de buscarlo y de encontrar una manera de revertir lo sucedido.

—Ya despertaste—escucha a Steve, quien estaba sentado frente a la computadora más grande, donde aparecían varias cifras—. Hay café en la cocina, Natasha está desayunando.

—La verdad no tengo hambre.

—Entonces, ¿podrías ayudarme con algo?—le pregunta, a lo que la chica asiente—Llevo media hora viendo la misma imagen, no sé cómo cambiarla.

Adelaide sonríe, para luego acercarse a la pantalla y ponerla en tiempo real. Los números se disparan en pocos segundos, por lo que aleja la mirada de ahí.

—Has vivido seis años en esta época, y aún no aprendes a usar una computadora—se burla y se sienta a su lado, pensando en qué hacer para matar el tiempo.

—No es mi fuerte. Sólo se dar golpes y discursos motivacionales. Y por el momento, no necesitamos ninguno.

—Sabes, tenía un amigo que era un gran fan tuyo—se atreve a contarle, sabiendo que si Logan estuviera ahí, estaría llorando de felicidad—. Sabía todo de ti, usaba una camisa vieja con el escudo, incluso tenía una figura coleccionable tuya en su habitación. Era su más preciada posesión.

—¿En serio?—sonríe Steve, pero al ver la expresión de la chica, comprende algo al instante—¿Acaso él...?

—Murió hace un año—se adelanta, quedándose sin ganas de hablar.

—Lo siento mucho, Adelaide. En serio.

—Yo también. Esto de ser la mensajera de la muerte no es más que atraer a la misma, ¿sabes? He perdido más de lo que tenía hace un año. Mucho más.

—Los recuperaremos.

—No todos se desaparecieron como ellos—voltea a ver una pantalla con los rostros de las personas afectadas por el chasquido—. Yo puedo comunicarme con los muertos—al decir esto, Steve la ve con sorpresa—. Sólo he hablado con mi madre, y con el padre de mi mejor amiga. Pero estos días, he intentado buscarlos. No encontré a ninguno de los desaparecidos.

—¿Qué quieres decir?

—Que tal vez no murieron. Tal vez, están en otro lugar. No digo que estén conscientes, pero no están en esta dimensión, ni en ninguna otra.

—Entonces hay manera de recuperarlos.

—Supongo que sí, pero no creo que nosotros seamos capaces de hacerlo. No sin ese guantelete—ve la pantalla a su derecha, donde está la proyección de la potencia de daños que han ocasionado las gemas en el Universo.

En el escritorio frente a ambos, hay una foto de Adelaide y Tony que se tomaron hace casi un mes, días antes del ataque. Pepper la había tomado cuando estaban desprevenidos, riendo con fuerza. Había sido la primera vez que se sentía bien desde la muerte de Jones y la ruptura con Peter. Tony había logrado ponerla de buen humor, como cualquier padre hubiese hecho en su posición.

—Si Tony estuviera aquí, se que ya los habríamos encontrado. De una manera u otra—un nudo se forma en su garganta—. No debí dejarlo ir.

—No hay forma de detener a Tony Stark. Ni siquiera Pepper puede hacerlo—contesta Steve, sonriendo con la mirada baja—. Pero no escuchaste su nombre, ¿cierto?—ella asiente—Entonces no hay por qué hablar de él como si no fuera a volver, porque lo hará.

Adelaide cubre su cara, frustrada y llena de rencor contra sí misma. Siente que Steve toca su hombro para tratar de reconfortarla, y voltea a verlo con algunas lágrimas asomándose.

—No puedo decirte nada que no sepas sobre cómo ser fuerte, Adelaide. Sólo se, que ahora mismo lo que necesitas es un amigo. Y es lo que tienes en mí.

—No eres tan terrible como pensé—sonríe, quitando las lágrimas que recién salían con su mano—. Sólo un poco.

Steve ríe, pero se borra su sonrisa al ver la pantalla. En la computadora, los números continúan aumentando a medida que la cifra global de muertes confirmadas alcanza los 3200 millones.

—Esto es una pesadilla.

—He tenido mejores pesadillas—escuchan a Natasha entrando a la habitación, cuando Rhodey también aparece.

—Hey, esa cosa dejó de hacer lo que sea que estaba haciendo—avisa Rhodey.

Los cuatro se dirigen a la cámara que alberga el dispositivo transmisor, el cual encontraron en la última ubicación que María le había mandado a Adelaide antes de desaparecer. Desde que lo encontraron, sólo había una imagen en la pantalla, algo como un escudo con una estrella dorada en el centro, pero nadie podía reconocerlo.

—¿Qué tenemos?—pregunta Adelaide, acercándose a Bruce para ver el extraño aparato que ahora estaba apagado.

—Cualquiera que sea la señal que trataba de enviar, finalmente se mandó. Pero ahora se apagó.

—Pensé que habíamos asegurado la batería—señala Natasha, cruzándose de brazos.

—Lo hicimos. Todavía está enchufado, solo que... simplemente se detuvo.

—Reinícialo y envía la señal nuevamente—le pide Adelaide a Bruce.

—Ni siquiera sabemos qué es esto...

—Fury sí. Sólo hazlo, por favor. Y avísanos cualquier cosa que pase—le pide Natasha—Quiero saber quién está al otro lado de esa cosa.

Cuando ella se da la vuelta, se encuentra cara a cara con una mujer de traje similar a lo que estaba en la pantalla del aparato.

—¿Dónde está Fury?—pregunta la mujer.

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Banshee [MARVEL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora